La frase, obviamente, no es de esta columna: México es una monarquía sexenal hereditaria en línea transversal. Su autor, fue don Daniel Cosío Villegas quien hoy se sentiría, no escandalizado, pero sí traicionado por el futuro previsible del Fondo de Cultura Económica, entre otras desgracias nacionales.
La definición del maestro fue hecha en plenitud del absolutismo priista contra el cual se rebelaron no sólo las pocas fuerzas políticas opositoras (el PAN, los partidos de izquierda durante muchos años proscritos y perseguidos, algunos empresarios y muchos intelectuales) las cuales lucharon por desmontar un sistema por el cual todo se quedaba en manos de una sola persona, quien acumulaba la comandancia de las fuerzas armadas, la dirigencia del partido, la agenda parlamentaria y legislativa; la designación de los gobernadores y de los jueces; la inclinación de los platillos de una justicia desbalanceada y hasta la escritura de la historia y los programas educativos, los programas de televisión y los campeonatos de futbol, las desventuras de las telenovelas (como dictaba el Patriarca en la novela de GGM), y la elección de las reinas de la belleza.
El presidente movía la tierra y poco le faltaba para mover los astros con el solo impulso de su dedo índice.
La democracia, en México, significó, durante muchos años, la utópica necesidad de terminar con ese mayúsculo poder unipersonal, concentrador e incontestable. El “ultra-hiper-presidencialismo”.
Y se logró, dicen, cuando se creó un sistema electoral seguro, independiente del Ejecutivo y confiable en sus resultados. Sin embargo, aun con elecciones libres, por lo menos en dos ocasiones recientes ha habido sospecha de fraudes mayores. Sospechas, nada más.
Pero muchas veces el remedio lleva consigo el germen mutante de la nueva enfermedad. En México la democracia nos ha llevado de nuevo al escenario del cual quisimos escapar durante tantos años. El país de un solo hombre, como dijo Enrique González Pedrero, de Antonio López de Santa Anna.
Hoy el presidente López Obrador tiene la última decisión en todo y para todo. Él le dicta al Congreso las instrucciones para aprobar el presupuesto.
“No nos vamos a mover ni un centímetro”; dijo a voz en cuello el señor Alfonso Ramírez Cuéllar, presidente de la Comisión presupuestaria de la Cámara de Diputados. Punto.
De la Reforma Educativa no va a quedar ni una coma, dijo Mario Delgado, coordinador de la mayoría Morena en San Lázaro. Y lo ejecutó para hacer posible la otra declaración: “Compromiso cumplido”, les dijo el presidente a los maestros cuando abatió las evaluaciones y hasta el instituto dedicado a medir el avance magisterial. Todo vuelve a ser como antes.
El gatopardo se viste de noche.
Pero algunos han corcoveado. Es el caso de los ministros de la Corte y magistrados de distintos tribunales quienes se ven afectados no sólo por los salarios sino por las posibles afectaciones a su autonomía. No lo harán más porque paulatinamente los ministros serán sustituidos por personas designadas por el Presidente, quien mediante la simulación de la calificación senatorial (en un Senado dócil y militante en su favor), aprobarán sólo a quien aparezca en esos tríos.
Por eso estas declaraciones son de carcajada.
Dice Loretta Ortiz (esposa de José Agustín Ortiz Pinchetti, gran consejero de AMLO): “como muestra de mi compromiso con la imparcialidad e independencia que se requiere (a) la aspiración de ocupar la altísima responsabilidad de ser ministra de la SCJN, presento mi renuncia a Morena, para disipar cualquier duda sobre la idoneidad de mi candidatura.”
Pues esa idoneidad no depende de una credencial o un carnet sino de una identidad política y una gratitud. Quién la propone y a quién le debe el favor. A una persona y a una corriente política.
Y por otra parte Celia Maya García, quien no pudo ser gobernadora de Querétaro, propuesta por Morena, deja muy en clara su amistad con el presidente de la República, pero no la considera, de ninguna manera, obstáculo en su pretensión (la de él o la de ella o ambas) de ocupar un asiento en el tribunal constitucional.
“El señor López Obrador, el presidente de la República no me ha llamado para decirme: ‘mira que te puse en la terna, pero me vas a obedecer’, porque en ese momento me voy de la terna.”
Eso suena lindo. Pero es una farsa.
CAPITALIDAD
Temen la desaparición del Fondo de Capitalidad, logro de Miguel Ángel Mancera, tanto como la culminación de un proceso de elevación del salario mínimo, ahora tan celebrado.
Pero de Mancera, ahora nadie se acuerda. Al menos no por esos logros.