En su tercer informe de gobierno, Felipe Calderón “estaba cerca de los mil días” dijo esta maravilla:
“Durante esta administración se han logrado alinear las capacidades del Estado mexicano contra la delincuencia, fortaleciendo las competencias de las instituciones encargadas de desarticular a las organizaciones delictivas.
“Asimismo, se han realizado acciones para proteger la economía familiar, la planta productiva y el empleo para hacer frente a la crisis económica originada en el exterior, y se ha promovido una política social integral para propiciar la igualdad de oportunidades a la población.
“De esta manera se han establecido bases que permitirán el restablecimiento de mejores condiciones de seguridad para la población”.
Casi una década después, en los primeros cien días de un gobierno, lapso insignificante hasta para esbozar una posibilidad futura, pero propicio para la autocelebración, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo algo estremecedor: en materia de seguridad vivimos en la indefensión. Es decir, nadie nos puede defender. Indefensos, vulnerables.
Así queda dicho:
“En los hechos la población del país se encuentra en estado de indefensión; esto explica en parte —no es justificación— por qué sólo se ha logrado contener la incidencia delictiva, pero no reducirla significativamente como lo deseamos”.
Pero las palabras presidenciales tuvieron antecedentes y ofertas. Como todas las ofertas, sustentada en el invisible piso del infalible futuro.
Nadie se puede equivocar, cuando habla del porvenir, aunque (como les sucedió a Calderón y a Peña y casi a todos), la realidad llegue y los desmienta de manera categórica:
“…Fue un importante avance el que se haya aprobado la Reforma Constitucional para crear la Guardia Nacional…
“No olvidemos que el Ejército y la Marina no podían hacer labores de seguridad pública (y sin embargo las hacen todos los días), y que estaban dedicados básicamente a la realización de operativos contra el narcotráfico…
“Digo esto porque se mantiene prácticamente el mismo número de homicidios y de robo de vehículos de antes de que llegáramos al gobierno. En homicidios el promedio diario de enero a noviembre de 2008 fue de 91.3 homicidios diarios; y de diciembre a marzo de 2019 ha sido de 88.2.
“El robo de vehículo, en el mismo periodo del gobierno anterior fue de 669.6 robos diarios de vehículos, y ahora 636.1.
“Por eso estoy seguro que cuando se avance más con los Programas de Bienestar y logremos con la Guardia Nacional —la suma de elementos son 220 mil elementos del Ejército, 40 mil de la Marina, más los 10 mil efectivos de la Policía Federal, todos juntos en 266 coordinaciones en todo el país— esta suma de elementos, de recursos, de voluntades, el que tengamos presencia en todo el territorio nacional, permitirá proteger a la gente y se reducirá sustancialmente el número de homicidios, robos, secuestros y otros delitos”.
Así pues la oferta y la apuesta por los esplendores del porvenir, resultan una constante en los discursos políticos. Todos los presidentes han cambiado la Constitución; todos la han amoldado a sus estrategias y todos han fracasado.
Lo importante del futuro, es su segura llegada. Con toda su verdad en el equipaje. Veremos.
La Operación Conjunta Michoacán —la más grande desde la Operación Cóndor—, respondía a los señalamientos del mandatario estatal y acaso mostraba la voluntad del nuevo Presidente para atacar el fenómeno de las drogas en el estado en que nació. No obstante, no hubo datos que confirmaran un trabajo de Inteligencia elaborado previamente para asegurar la eficacia de los operativos (Astorga, 2007). Tiempo después, se ordenaron despliegues similares en el norte y occidente del país por tiempo indefinido (Astorga, 2007), que suscitaron elogios al mismo tiempo que críticas. Los cuestionamientos que acompañaron a la estrategia durante todo el sexenio, conjuntamente con la violencia y los resultados electorales, nos permiten contar con un marco de interpretación de las estrategias de legitimación en la producción discursiva y sus modificaciones. Como ya se señaló, algunos académicos y especialistas, enfatizaron que la “guerra contra el narcotráfico”, era más una acción espectacular (ante la necesidad del Presidente de legitimarse en términos políticos), que una política de seguridad para combatir un problema deliberadamente magnificado (Aguilar y Castañeda, 2009; 2012), aunado a la presión ejercida por parte del gobierno de los Estados Unidos al mexicano (Wolf, 2011). A partir de 2008, se modificó la tasa nacional de homicidios, que se había mantenido constante por veinte años, pasando de ocho a dieciocho homicidios por cada cien mil habitantes.
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