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Las fiestas y la memoria



La historia de México, sin intento alguno de plagiar a Rosario Sansores o al Duque de Otranto, bien podría escribirse con el recuento de la Ensalada Popoff de Agustín Barrios Gómez (lo más fifí de la prensa fifí, antes del ¡Hola!, de la Cuarta Transformación) o las crónicas de fiestas, saraos, tertulias y demás, consignados en muchos trozos de obra importantes, como Días de guardar, de Monsi.

De una de tantas obras, la correspondencia entre Maximiliano y Carlota,  de Konrad Ratz, extraigo dos fragmentos interesantes.

“Ángel bienamado (escribe don Max): Te escribo tras haber sobrevivido la tertulia o, dicho de modo más elegante, el sarao. Resultó perfecto. La casa, que es en la que vivimos, estaba arreglada de un modo encantador con muchas flores y lámparas, la música perfecta y la concurrencia muy numerosa y más elegante que el año pasado. Había también muchos extranjeros, franceses y todos los ingleses del ferrocarril con sus esposas. La concurrencia estuvo muy alegre y se bailó hasta la mañana, al principio en los salones y después, por consejo mío, en el patio que se veía encantador. Yo bailé una cuadrilla con la esposa de Herrera, el prefecto municipal que está en el último mes del embarazo (la esposa; no Herrera, se entiende), y esperaba el nacimiento en cualquier momento durante el baile. Al felicitar al “crapaud” —sapo— (horrendo hombre) por ese estado de bendición se sintió muy halagado. Entre los muchos trabajos que tengo ahora aquí, me ocupo de la organización final del desorganizado gabinete. Abrazándote con profundo amor, tu siempre fiel Max.”

Pero otros problemas ha tenido la patria cuando se trata de organizar fiestas y festejos. Doña Carlota le escribe a su desventurado cónyuge:

“…Los inválidos están vestidos, contentos, y se les ofrece mañana una comida en Minería, que “pues bien” (nombre en clave para Joaquín Velásquez de León), tuvo que facilitar de “bonne gráce” (no hay acento circunflejo). Lo encargué todo a través del (general Mariano) Salas y presenté el menú al consejo de ministros. Al final el restaurantero quería hacer gratis unos platillos finos (puesto que la comida es mexicana) para los EE.SS. ministros. Pero todos se rieron “á se tordre” (hasta torcerse) y se decidió dar extra, frijoles, pulque y tortillas  a todos (no había langosta).

“Ramírez está muy satisfecho porque solo sea una fiesta. Acerca de esto, enviaremos a todos los prefectos una circular a tu nombre, dando las razones; naturalmente “pues bien” la redactó a fin de suavizarla lo más posible. No tiene importancia el que sea más o menos conciliadora. Evitamos un gasto a las ciudades, ya que las fiestas de aquí representan a todo el país. Con esto se ahorrarían al Estado 4 mil y más pesos. Corta está feliz y Ramírez igual. La gente misma debe pagar si quiere ser patriota”.

La carta está fechada un 15 de septiembre; el de 1864.

MEMORIA

Hoy, cuando en este país se discute sobre la memoria y el olvido; el perdón y la justa indignación por la injusticia, vale la pena revisar algunas ideas de Pierre Nora. Cito a Letras Libres y reproduzco esta ficha y este fragmento de una entrevista publicada en febrero de este año:

“Pierre Nora (París, 1931) es historiador, fundador de la revista intelectual francesa Le Débat y uno de los grandes renovadores de la historiografía de la segunda mitad del siglo XX. Es autor y director de la obra colectiva Les lieux de mémoire (Gallimard, 1984-1992), un proyecto colosal que instauró en la disciplina histórica el concepto de “memoria”, diferenciándolo de la noción de “historia”. En esta conversación recuerda cómo se convirtió en el “historiador de la memoria” y advierte sobre los abusos a los que hoy se la somete”.

Ésta es la cita:

P.-Cuando Tzvetan Todorov visitó en 2010 un centro de tortura de la dictadura argentina y un parque donde se exhiben los nombres de las víctimas, reclamó que en esos lugares se exponía una memoria sin historia: no se explicaba ni se mostraba el contexto en que toda esa gente fue asesinada. Eran “víctimas pasivas”, nombres sin relato histórico, afirmó. ¿Está de acuerdo con esa visión crítica ante este tipo de espacios?

R.- Siempre es así. Es parte de los abusos de la memoria de nuestra sociedad. Eso me impactó mucho durante la visita a Auschwitz que hizo en 2005 la política francesa y sobreviviente del Holocausto Simone Veil para un reportaje de la revista Paris Match. Era chocante. La televisión hacía programas sobre el horror de los campos de exterminio, sobre la monstruosidad y la tragedia, pero no explicaba nada acerca de cómo ocurrió todo. Es una forma de banalización aterradora de la memoria, que hace que la gente se horrorice con lo que pasó, pero sin explicar las cosas. Es un poco la ley de los medios; ése es un problema inmenso: la televisión cambia todo, porque en general privilegia la memoria y no la historia. Sólo se favorece a la historia cuando se hacen investigaciones serias”.

Quizá por esa falta de seriedad se repite el coro, Dos de octubre no se olvida. Lo demás tampoco.

 

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