La hora prima, después de “laudes” y “maitines”, es decir, el horario del alba, a las seis de la mañana y un poco más, ha sido el tiempo escogido, casi canónicamente, por el Presidente de la República para ofrecer su cotidiano intercambio con los medios, en el cual nadie sabe, bien a bien, ni cuál es su naturaleza ni cuál es (hacia afuera) su utilidad, más allá de probar la ley de la impenetrabilidad de los cuerpos, por la cual no es posible ocupar dos lugares en el espacio.
Donde yo estoy, no puede estar nadie más. También.
Claro, sus palabras –precisas o equívocas a veces; manipuladas o sinceras– llenan y llenan espacios en los medios y la primera impresión prevalece sobre las siguientes por lo cual ninguna aclaración aclara ni hay explicación suficiente.
Del derecho de réplica se pasará al derecho de súplica.
El dogma no necesita ni certeza ni racionalidad. Se basta a sí mismo. Todo se queda en la estridencia y el mareo de un zumbido incesante de la catarata palabrera de cada mañana, en la cual se equivocan las láminas y se confunden cargos y personas.
Pero el estilo imperante es así y sus consecuencias son peligrosas, porque la polarización social va en aumento, al menos entre la parte del público cuya atención a la palabra presidencial se ha convertido día a día, en una encomienda de confirmación ideológica a través de las redes, donde defensores y atacantes se trenzan en batallas digitales infinitas, incomprensibles y riesgosas.
Los insultos, las descalificaciones y las amenazas ya llegan por docenas a muchos correos y teléfonos digitales. A veces ya se oyen los claros clarines, habría dicho Rubén Darío.
Pero si los troleros y los murmuradores del Twittter (o los vociferantes del Twittter , es lo mismo) implican un peligro, la belicosidad de la palabra presidencial es un mal augurio. No faltará quien confunda sus opiniones con sus intenciones o al menos sus instrucciones.
Hasta ahora el Presidente ha censurado la actuación de muchos órganos autónomos cuya gestión puede ser discutible. Quizá ni en las telecomunicaciones ni en la transparencia haya habido resultados óptimos, pero la descalificación y el linchamiento tampoco son positivos para el desarrollo de una sociedad y la modernización de las instituciones, cuyo funcionamiento cada vez más parece enfilarse rumbo a la autocracia populista plena.
Si los reporteros no dispararan sólo prudentes y simplonas balas de salva, la comparecencia (si tal fuera) podría ser un paredón. Si se llegara a respuestas definitivas y claras, informadas y sin retintines de propaganda, sería un confesionario. Pero así como está elaborado, apenas un púlpito.
Y en la oratoria litúrgica, no hay camino de regreso.
Veamos unos ejemplos:
“…Se crearon estas estancias infantiles, que son parte de la concepción neoliberal de privatizarlo todo, de subrogar servicios, como lo hicieron con las estancias infantiles, las guarderías del Seguro Social.
“Entonces, ahora lo que queremos es que sean los padres los que asuman su responsabilidad, tengan el apoyo y ellos decidan libremente…”
Las madres quejosas por la extinción de las útiles guarderías, en las cuales no ha habido accidentes graves, están en esas condiciones porque han asumido la responsabilidad de trabajar para sostener a sus familias. La responsabilidad no se asume nada más por parte de la sociedad sino también del Estado a través del gobierno.
Y en cuanto a lo dicho en el (inútil) Parlamento abierto del obsecuente Senado: el Presidente ha dicho de quienes critican a la Guardia Nacional:
“…Sí, es que ellos se quedaron en el modelo antiguo que no dio resultados.
“Es la Policía Federal, miren el resultado, lo sabe el Presidente de la Comisión de Derechos Humanos, 230 mil asesinatos en 10 años, más de un millón de víctimas de la violencia, es dolorosísimo lo que sucede; 40 mil desaparecidos.
“Y ahora que queremos nosotros atender este problema gravísimo, en vez de que ayuden nos están poniendo trabas, porque esa es la verdad”.
¿De veras la PF mató a 230 mil personas; causó un millón de víctimas y desapareció a 40 mil mexicanos?
JÍCAMA
En el foro sobre periodismo realizado hace unos días en el Instituto Ortega y Gasset, Carlos Ramírez, Salvador García Soto, Vianey Fernández y este redactor hablamos sobre el ominoso panorama de los medios de información, no sólo en cuanto a sus finanzas sino a la atención del público.
Yo dije, cuando esto se acabe, atenderé un puesto de jícamas. Y ya tengo socios.
Twitter: @CardonaRafael
[email protected]
[email protected]