Hace unos días, con motivo de una cita inalcanzable cuya precisión necesitaba —para un texto cuya ventura no será de ninguna manera la gloria—, encontré esta pequeña joya de la homosexualidad. La reconocida y la escondida.
Guarda relación con Federico García Lorca quien, en cosas de amor, se las traía, se las traía…
“Quizá lo que había pasado se lo contaría algunos años después Salvador Dalí al escritor Max Aub, quien trabajaba en una novela sobre Buñuel.
… Federico, como todo el mundo sabe, estaba muy enamorado de mí, y probó a darme por el culo dos veces, pero como yo no soy maricón y me hacía un daño terrible, pues lo cancelé en seguida, y se quedó en una cosa puramente platónica y en admiración (Antón Castro).
Ahora vemos cómo los empeños del poeta granadino se estrellaban a causa del “daño terrible” en la zona privada del pintor, quien se rehusaba, pero por lo visto aceptaba aquello de ser machito “calado”, como se dice en los albures mexicanos.
Al parecer no supo completamente las urgencias del poeta, quien le había solicitado —no sabemos cómo ni con cuánta insistencia y hasta en dos ocasiones (al menos las de este relato)—, la dación de eso conocido en el mundo sodomita como “la flor de carne”. Del activo y el pasivo.
Pero como cada quien tiene en este mundo derecho de hacer con esa parte de su cuerpo, tan poco visitada por los rayos del Sol, el papalote de su gusto y lanzarlo al viento de su preferencia, pues para eso somos libres de toda libertad, hay quien presume por la vida su triunfo de habérsela metido “doblada” a quien sabe quién o quiénes, como ha hecho el maestro Paco Ignacio Taibo II; cuyo ingreso al Fondo de Cultura Económica ha quedado precedida por otro viaje de amplio doblez a imaginarias profundidades.
En fin, doblada (quema más la luna, respondería algún lépero alburero).
Pero si usted no sabe el motivo de las líneas anteriores, pues relea este recorte de “La jornada”:
“El lunes estoy tomando posesión del FCE gracias a la ley Francisco Javier Mina (risas y aplausos del público).
“Sea como sea se las metimos doblada; yo sé que me paso de lépero, pero si algo conquistamos este julio pasado fue el derecho a llamar a las cosas por su nombre, a los culeros, culeros, y a los enmascarados, enmascarados”, respondió Paco Ignacio Taibo II a pregunta expresa sobre su llegada a la editorial.
“Durante la presentación su nuevo duo-libro, que contiene las novelas La libertad, la bicicleta y El olor de las magnolias, publicadas en un ejemplar reversible que ya va para su cuarta edición cuando apenas tiene cuatro meses en el mercado, el autor y su hermano Benito Taibo ofrecieron con gracia sus mentadas de madre antisistémicas, festejadas por uno de los públicos más numerosos que se han reunido en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara este año.
“Este es un libro dedicado a los cientos de periodistas que conozco, quienes en los últimos 20 años han estado en la batalla cotidiana en un país con censura e inseguridad también cotidiana”, dijo Taibo II en referencia a La libertad, la bicicleta.
Pero entre tantas cosas claras hay una un tanto turbia, a quien o a quienes se les han metido doblada con la inexistente “Ley Mina”, si para darle acceso a un hombre a un puesto vedado por la ley se cambia la ley, y para ello se usa el nombre de “Mina, el mozo”, como escribió Martín Luis.
Tampoco hay explicación ética entre la doblada o aquella sin doblar, aun cuando expertos en los usos del uranismo me dicen, simplemente, es una cuestión de empaque. Le deberíamos preguntar a Zague, por lo menos.
Lo único cierto en esta echada casi alburera es la jactancia por el cambio de la ley, así se use para ello el nombre de un héroe de la Independencia, esquina con Aldama. Se las metimos doblada. Si me ve Sara se enoja…
¿Quiénes a quiénes? Nadie sabe. Nadie supo.