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¿Y cuándo los regresen?



Las buenas conciencias se sintieron purificadas con el agua lustral de sus actos píos: les llevaron a los hondureños ropa usada, agua limpia; comida de lata y colmaron con su piedad estacional los amplios espacios de la Ciudad Deportiva y le dieron un uso humanista al estadio del Palillo Martínez.

Presumieron, por tanto, la muy celebrada solidaridad del pueblo mexicano, la cual es una planta cuyas flores brotan y embellecen nuestras miserias, cuando hay terremotos, inundaciones nayaritas o sinaloenses, sismos, cataclismos, onanismos, y nos hacen sentir bien porque somos hermanos del hermano. Y cuando los hondureños se fueron, pues ya habían pasado los tres días suficientes para comenzar a arrepentirse del arrimado y el arrimón.

Pero entre los servicios médicos de urgencia, las vacunas contra la influenza y los horrores de ver bailando a ­Layda Sansores, la alcaldesa de Álvaro Obregón, quien recibía rebanadas de oportunismo y entrababa moronas solidarias, envueltas en la música trompetera del mariachi de alquiler, como si eso no fuera suficiente, como si la desgracia del éxodo no estuviera repleta de sufrimientos, de pronto se les aparecen a los caminantes exhaustos, los “Tacubos”, quienes les meten el ruido infernal de su música, lo cual es como para regresarse a Tegucigalpa o San Pedro Sula.

Triste cosa ésa de abandonar el terruño para enfrentarse en la Ciudad de México a semejantes espantos, como si la ­terrible realidad no fuera sino anticipo de los horrores americanos, de una lejanísima frontera para mirar de frente los fusiles, alambradas de navajas y púas de Donald Trump.

Pero mientras tanto a los hondureños, como si no hubiera mañana o no se pudiera prever el futuro —cuando les impidan la entrada a Estados Unidos—, los ha cubierto la mexicana alegría y se les han distribuido despensas y se les han dado cobijas y mariguana; canciones y medicinas, pues para algo somos como somos y pásele usted a lo barrido, pues esta humilde casa es su casa también, no faltaba más.

Y con esa inquebrantable vocación de encender las farolas de la calle y ahorrar en el quinqué de la casa, vemos cómo el caso del albergue se presta para una más de las rencillas con el gobierno federal pues a él se le adjudican la insensibilidad inexistente en las alcaldías de Morena y por eso ­Armando Quintero, jefe de Iztacalco, habla de lo emergente de estas medidas y la imposibilidad de proseguir con ellas hasta el fin de los tiempos, pues ni el horno está para bollos, ni la patria para tafetanes y bien harían los hombres de Bucareli o al menos los del instituto migratorio, en hacerse cargo de estos desheredados de Lempira quienes son los peregrinos de la miseria (linda frase) y los hermanos en desgracia.

Y hoy por mí, mañana por ti, pues si la alborada de la Cuarta Transformación nos sorprende con las filas y filas de hondureños pobres en la caravana famélica, ya veremos cómo se comporta la realidad cuando dentro de unos cuantos días ya no haya gobierno neoliberal e insensible al cual echarle la culpa de la desatención de nuestros fraternos caminantes, porque si a Peña le tocó la ida, a López Obrador le tocará el regreso y pronto los veremos asimilarse con nuestra población local, como los haitianos hicieron en Tijuana y otros lugares del norte, pues la puerta está abierta de par en par y con echarle un poco de agua a los frijolitos es suficiente.

A fin de cuentas México ya ha aceptado, por razones de geografía y docilidad, convertirse en el amortiguador y la cámara de asimilación del problema, razón por la cual todo viene a caer en el suelo nacional, en esta patria generosa donde cuatro pueden comer, en la mesa para dos.

Por eso vale la pena leer este cable:

(SE).-El presidente de E.E.U.U., Donald Trump asegura este día (11), una vez más, que los migrantes de la caravana no pasarán ilegalmente y que la contratación del muro se tiene que hacer lo más pronto posible mientras el ejército va a frenar a los ilegales.

O dicho de otra forma, a la manera de Lorenzo Meyer:

“…La migración centroamericana que pasa por México ha sido definida por Trump como una invasión que debe pararse por la fuerza. La propuesta de AMLO de enfrentar el problema mediante un plan de desarrollo que ataque las causas materiales del éxodo no ha tenido respuesta de Trump y es difícil suponer que, de tenerla, sea positiva”.

Y si la tuviera, esa política de fomento, empleo, inversión  y desarrollo tardaría mucho tiempo en arraigar a los desarraigados de hoy, de mañana. Por lo menos dos o tres generaciones.

Y para entonces…

 

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