No importa desde dónde se aprecie el panorama político.
La sórdida realidad sobrepasa las previsiones y hasta la imaginación tanto en México como en el norte frío.
Quizá una sola palabra lo contenga todo: brutalidad. Ausencia de razón y de razonamiento. Puro instinto depredador. Pura crueldad. Crueldad pura.
Si aquí se despedazan cuerpos en la interminable lucha de los cárteles de la droga y su distribución al menudeo, el inclemente gotero de las adicciones va en aumento (mientras los bien portados pugnan por legalizarlo todo con tal de evitarse el problema de aplicar la ley), en Estados Unidos el supremacismo blanco se impone de la manera más alevosa: contra los niños hijos, nietos o sobrinos de migrantes.
En el país del “pozoleo”, nos horroriza la imagen del Puente de Nonoalco, ahí cerca de donde Luis Buñuel filmó “Los olvidados”. Pronto todos caeremos en el olvido. Amnesia de la justicia, amnesia de la piedad.
Las recientes imágenes del llanto infantil de niños separados de sus mayores, (quienes, si se quiere, peligrosamente los expusieron al viaje de la migración, pero nada justifica la crueldad deliberada), resultan absolutamente desgarradoras.
A esa sensación de vergüenza se suma la indignación absoluta por los gestos neuróticos del Gran Dragón instalado en la Casa Blanca quien con orgullo y helada determinación, como quien corta el césped de un jardín, advierte: nunca seremos campamento de refugiados.
La “cero tolerancia” es el monumento a la inhumanidad total.
Por encima del cumplimiento de la ley, o como requisito mínimo para aplicarla, debe estar el respeto a la condición esencial de las personas y sus derechos inalienables.
No hay ley por dura que sea cuya aplicación justifique las jaulas de perrera en las cuales se confina sin garantía alguna a centenares de menores de edad sin atención o consuelo ante su estupefacta condición de acoso y abandono.
El gobierno de los Estados Unidos actúa inconsultamente y de manera arbitraria. Hace cuánto le viene en gana y no hay contrapeso en ninguna parte, ni desde alguna organización útil para frenar su barbarie.
Hoy quisiéramos ver a la alcahueta Comisión Interamericana de los Derechos Humanos actuar (no emitir pías declaraciones ni expresar inútiles muestras de “preocupación”), en contra de Washington. No lo hará porque ese país los mantiene con casi el 70 por ciento de su presupuesto.
No es lo mismo el GIEI en México a su ausencia en la frontera del sur estadunidense. Y las otras comisiones, como por ejemplo la mexicana, sólo pueden (por territorialidad) conjugar el verbo lamentar.
Dice la hipócrita OEA:
“…La Comisión (CIDH) también expresa su profunda preocupación por la nueva política de “cero tolerancia” anunciada el 7 de abril de 2018, que establece que todas las personas que crucen la frontera ilegalmente serán procesadas.
“Debido a esta política, niños y niñas son separados de sus padres y madres y derivados a la Oficina de Reubicación de Refugiados, donde podrían ser entregados a un patrocinador adulto en Estados Unidos, una familia de acogida, o ubicados en un refugio.
“La CIDH reafirma que niños y niñas tienen derecho a no ser separados de sus padres porque la detención nunca responde al interés superior del niño.
“La Comisión solicita (ni siquiera insta o exige) a las autoridades de Estados Unidos que identifiquen a los niños migrantes que requieren protección internacional y no recurran a la privación de la libertad de los niños en ninguna circunstancia, incluso con el objetivo de garantizar la unidad familiar (¿?).
“La CIDH reitera que el principio de no devolución contenido en el Derecho Internacional de Refugiados establece la prohibición de expulsar o devolver a personas cuyas vidas y libertades podrían estar amenazadas por motivos de raza, religión, nacionalidad, grupo social u opinión política, bla, bla, bla…”
La declaración furibunda de Donald Trump es gravísima, no sólo por la inhumanidad contenida sino por la manera como estimula a su base electoral, cuyos fanáticos racistas miran los campamentos de niños con la misma sevicia con la cual hace siglos se disfrutaba el circo en la Roma Imperial.
Ante eso, la Secretaría de Relaciones Exterior halla un consuelo en la estadística: apenas el uno por ciento de los niños enjaulados son mexicanos, como si los Derechos Humanos dependieran del color de un pasaporte.
MAGDALENA
Fernando Mercado, jefe delegacional de Magdalena Contreras, recibió treinta monedas y decidió públicamente votar por Claudia Sheinbaum (bien se lo podría haber guardado sin hacer ruido, pero entonces no le pagarían).
Mercado se ha metido al mercado.
Vendió su escasa mercancía en los pocos dineros ofrecidos y ahora Morena lo tendrá en la segunda o tercera fila. El PRI lo cobijó para la delegación, pero no hay remedio contra los traidores.