La fila colmaba varias cuadras.
Casi todo lo largo de la colonia San José Insurgentes. La avenida, rumbo al sur, después del edificio de la Secretaría de la Contraloría era un tedioso estacionamiento lineal. Quienes gozaban la supremacía de un tanque colmado, miraban a los demás con egoísta superioridad.
La situación (quizá no tan seria como para llamarla crisis, excepto en lo político), recordaba aquella frase de Albert Camus, en La Peste:
“…las plagas, en efecto, son una cosa común, pero es difícil creer en ellas cuando una nos cae sobre la cabeza”.
Hace apenas unos días ya alguien tuvo la feliz ocurrencia de iniciar un racionamiento en la venta de gasolina, para evitar compras excesivas cuyo volumen, de litro en litro, puede dislocar aún más la torpe distribución con los ductos cerrados. Eso decía el diario de anteayer:
“ (EoL).- La Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) autorizó a algunos expendedores de gasolina a limitar la venta de combustible a entre diez y 40 litros por automovilista.
“Tras explicar que la medida es temporal y busca evitar caos vial por las largas filas de autos (sic), Ricardo Sheffield Padilla, titular de la dependencia, detalló que el permiso es válido para al menos 10% de las gasolinerías de los estados afectados por el desabasto.
“Dijo que en al menos siete estados hay un operativo para evitar especulación, reventa y alza desmedida en el precio de los combustibles”.
La feliz ocurrencia sólo aumentará la irritación de quien necesite combustible, pero la realidad ha superado a la impreparada administración del gobierno transformador, cuya sana intención de anular a los ladrones de combustibles, se ha visto opacada e incomprendida por las malas consecuencias de hacerlo sin medidas de protección a los consumidores.
Como en aquel viejo tango de Homero Espósito, hay quienes van de rodillas para no gastar “tamangos” (zapatos), el gobierno se hunde cada día más en un pantano de explicaciones insuficientes, pero el problema se extiende.
La pureza de las intenciones no le dice nada a quien mira estaciones de servicio cerradas, congestionadas, abarrotadas y ahora restringidas para la venta a cantidades ínfimas o insuficientes. La palabra racionamiento es altamente irritante.
—Hace unos meses, decía un aburrido automovilista cuya radio divulgaba las noticias de la cruzada contra el huachicol, acarreando tambos de agua; ahora de gasolina.
Y ahora se le agregan elementos para la desconfianza, como por ejemplo, la relación de Javier Jiménez Espriú, secretario de Comunicaciones, en la compañía Idesa, concesionaria —entre otras cosas—, de transporte de petrolíferos.
El coletazo de la escasez por el cierre de ductos y la insuficiencia del transporte terrestre, ya comienzan a golpear en la distribución de mercancías.
Una a una van cayendo las fichas de un dominó cuya caída no favorece ni a los propósitos de la Cuarta Transformación moralizante, ni al discurso oficial de mesura sensatez y serenidad.
“El viernes estará todo en orden”, ha dicho Jesús Ramírez Cuevas, mientras los diputados tratan de complacer a sus dos amos: el Presidente de la República y su condición legislativa y de control político; y severos, con el índice en el aire llaman a comparecer a todo mundo, a la secretaria de Energía, Rocío Nahle; al director de Pemex y a quien se les ocurra, para exigirles explicaciones, como si tal pantomima sirviera para algo.
GUARDIA
Pero mientras se adivina eso, vale la pena destacar algo cuya importancia ha quedado sepultada por el desgarriate gasolinero: los foros sobre la Guardia Nacional, en San Lázaro, en los cuales fue notable la postura del gobernador de Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas, quien advirtió el riesgo de simplemente “clonar” un modo de actuación y un sentido castrense de las cosas, en lugar de ofrecer un marco constitucional claro, sin ambigüedades, con respeto a los derechos humanos y sumisión al poder civil y con respeto a las autoridades locales. La guardia debe tener esos elementos.
“Hay que formar y capacitar —dijo— a la policía, tener clara la aplicación de los exámenes de control de confianza, pues los encargados de proteger y cuidar a los ciudadanos, no se compran en una tienda de conveniencia; se forman todos los días y a lo largo de muchos años.
Moreno Cárdenas expresó el compromiso de no renunciar a su responsabilidad de garantizar la seguridad en su territorio (por cierto, con los mejores índices del país en paz y tranquilidad), e insistió en que se debe distribuir la carga entre los municipios, la federación y los gobiernos estatales.
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