“…Querido Lupe:
Como te habrás enterado por los periódicos,
gané las elecciones por una mayoría aplastante.
“Creo que esto es uno de los grandes triunfos de la Revolución. Como quien dice, estoy otra vez en el candelero. Vente a México lo más pronto que puedas para que platiquemos. Quiero que te encargues de mi Secretaría Particular.
“Marcos González, General de Div. (Rúbrica).”
Con estas líneas comienza la maravillosa sátira de Jorge Ibargüengoitia, Los relámpagos de agosto. Cualquier similitud con personajes repentinamente elevados hoy a las altas cimas de la burocracia nacional, es una simple coincidencia. Aquello era una farsa. Esto es el comienzo de una historia real.
En México pueden ocurrir cosas muy extrañas, como por ejemplo el caso de un coordinador de los senadores de un partido, al cual jamás ha pertenecido, ni ha militado ni ha llegado al cargo legislativo por esa organización, sino por otra con la cual hubo una alianza de pipiripau.
Y sin ser ni de uno ni de otro, ahora coordina a un grupo de ocho patricios, los cuales podrían sesionar en una camioneta y les sobraría espacio. No son minoritarios, son “microritarios”.
En cualquier parte del mundo eso causaría revuelo, al menos. Aquí no, porque los mexicanos somos distintos de cualquier nacionalidad o etnia. Ya lo han dicho los investigadores del genoma humano: con los mexicanos se presentan diversidades muy complejas.
“…Esta diversidad se entiende como producto de la cantidad del componente indígena (hay más de 60 grupos en México), que a su vez presentan características distintas y que se estudian actualmente por su distinto comportamiento demográfico, y por las muchas diferencias que existen entre los mayas de la península de Yucatán, los tepehuanos de Durango o los zapotecos de Oaxaca:
“Estamos haciendo el análisis de esas poblaciones en contraste con las mestizas de las mismas regiones para hacer correlaciones más profundas”.
“Y aquí el punto importante: la población mexicana tiene apenas poco más de 500 años, muy inferior a los millones de años de la población africana, los cientos de miles de la asiática y las decenas de miles de la caucásica.
“De ahí la inspiración y la trascendencia de echar a andar el HapMap mexicano, pues, como explica el director de INMEGEN, hay regiones del HapMap internacional (HI) que no son aplicables a las poblaciones mestizas y amerindias, “no porque seamos tan diferentes, sino porque no se puede aplicar del todo a nuestros genes”.
Y si bien las aplicaciones del conocimiento de nuestro mapa genómico (HapMap) tiene como finalidad prevenir enfermedades y tratar males del cuerpo, también nos ayuda a deducir cómo también somos diferentes en lo psicológico, pues las funciones cerebrales, a fin de cuentas, sólo se producen dentro del cuerpo y el pensamiento, las reacciones y las motivaciones tienen influencias del comportamiento social.
Resultado: somos muy complicados.
En ese sentido hay algunos datos recientes muy reveladores de esto.
Así como en el telegrama del inicio de esta columna se avisaba del triunfo arrollador de Marcos González, hoy todos sabemos del altísimo porcentaje electoral del actual Presidente Electo. Eso ya fue una novedad, pues eso significa la obtención de los votos de quienes siempre lo quisieron (cerca de 15 millones de ciudadanos), pero ahora sumada a los sufragios de quienes no lo querían y hasta de algunos opositores recalcitrantes (30 millones en total).
Pero eso no es todo: de acuerdo con una encuesta levantada hace muy poco tiempo y publicada por El universal, la aceptación en el mes y días transcurridos, subió de manera significativa. Más de quince puntos al alza.
Y eso, solamente por la catarata de anuncios, proyectos, nombramientos e hiperactividad del futuro Presidente, lo cual nos hace creer en la ilusión confirmada de un espacio lleno de aire. No se conocen actos de gobierno, pero se acepta ciegamente a quien los va a cometer.
Si bien una campaña se nutre de ofertas, promesas y proyectos, estos días se han construido a partir de la repetición de esas ideas y la designación de los personajes escogidos para llevarlas a cabo. Pero el futuro gobierno ni siquiera actúa todavía y ya ha roto las marcas de aceptación.
El pescador no regresa al puerto con las redes llenas y ya nos comimos el huachinango.
Por eso ni siquiera los relativos tropiezos de la transición abaten el entusiasmo del primero de julio. Si en la campaña de prometía poner en activo a una Guardia Nacional para combatir a la delincuencia desatada y organizada, hoy el secretario (futuro) de Seguridad Pública, Alfonso Durazo nos dice muy orondo; no habrá guardia por ahora. Eso, lo vamos a dejar para después.
Y no pasa nada.
MACHETES
El machete, se llamaba el periódico del Partido Comunista Mexicano. Quizá Alejandro Encinas tenga una colección. Una reliquia.
Pero ese instrumento de labor campesina (o arma homicida de uso tan frecuente), es el símbolo de la resistencia contra el aeropuerto de Texcoco. Cuando el actual Presidente Electo era un activista, los hombres de Atenco lo seguían. Hoy le reclaman:
Una de dos: o se hizo una protesta pactada o se debe apaciguar a las bases más beligerantes y radicales, como los macheteros.