La escena realmente fue conmovedora.
Manuel Velasco, el gobernador Chiapas, quien para ganarse los futuros favores de Andrés Manuel le entregó el gobierno del estado en unas elecciones cuyas contras —desde el Partido Verde y contra el PRI— jugaban en favor de Morena, convertido en una especie de diligente y obsequioso chambelán o camarlengo de un palacio inexistente, en reverencia a un rey todavía no ungido. Manuelito, “El Güero”.
Pero no le fueron atrás los demás integrantes de la CONAGO, quienes se disputaban la escena a empujones en la fotografía, como personajes de Jorge Ibargüengoitia en estos relámpagos, no de agosto, pero sí de julio…
En este caso, como en muchos otros del día electoral a esta fecha; el futuro presidente de México no ha necesitado ni la mano dura ni la presión sobre el cuello de nadie: solitos se han ido a entregar todos en una competencia de adhesiones como no se veía desde los tiempos idos del Partido Revolucionario Institucional y quizá del Partido Nacional Revolucionario.
Los gobernadores de todo el país, con excepción del extravagante Bronco de Nuevo León y el conflictivo Aristóteles Sandoval, de Jalisco, acudieron presurosos al besamanos, ceremonia en la cual les fue leída una cartilla cuyo contenido más importante es el futuro nombramiento de un vicegobernador en los Estados, a la manera de los viejos “jefes políticos” del porfiriato o los oidores del virreinato.
Los “jefes políticos”, según nos cuenta Mario Ramírez Rancaño (Históricas, UNAM), tuvieron funciones casi de corte exclusivamente militar o de seguridad interior, como diríamos ahora, pero su aportación a la consolidación del régimen fue importante.
“…Colocado en la base del sistema, el jefe político apareció en las crónicas de la época —sobre todo en las revolucionarias y en la literatura prorrevolucionaria— como el elemento más opresivo del régimen. Fue convertido en un tirano local al servicio del gobierno. Pero también hubo un matiz positivo.
“Si el régimen de Porfirio Díaz se consolidó, fue gracias a que los jefes políticos utilizaron su capacidad de negociación para resolver conflictos locales, en lugar de utilizar la fuerza. Incluso, en vísperas de la revolución, su nivel cultural y social se había elevado. Eran las personas más preparadas y conscientes de la realidad, aunque la leyenda negra sea real…”
Para nadie es un secreto que el magnífico “animal político” llamado Andrés Manuel López Obrador todo lo hace con una sola finalidad (además del combate a la corrupción; el bienestar y la felicidad del pueblo, claro está), extender y afianzar su movimiento (no su partido) y consolidar su poder en todos los rincones del país.
Por eso —entre otras cosas—, ha anunciado la cancelación de las delegaciones secretariales, la centralización de la representación federal en una sola persona bajo su control y la sobrevigilancia en el gasto y oportunidad de las participaciones federales.
Sin mover una ceja desbarató cualquier asomo de influencia, poder, presión o importancia como hubiera podido tener la CONAGO, cuya historia, ya con estatutos hechos, en verdad, sobre las rodillas, para justificar el bloque de presión contra Vicente Fox, cuya presencia, con el inútil secretario de Gobernación de entonces, Santiago Creel, no se dio sino hasta el año 2003.
La dicha conferencia nunca tuvo importancia más allá de la otorgada por un presidente poco entendido de estas maniobras, como Fox; marrullero como Calderón, quien quiso sumar (de dicho y en declaraciones mediáticas), a los gobiernos estatales en su equivocada lucha contra el crimen y los convirtió en aprovechados espectadores pasivos de la lucha del Ejército contra el crimen organizado, circunstancia gracias a la cual sisaron millones y millones de pesos para mejorar fuerzas policías tan inexistentes como su escaso resultado demuestra.
La CONAGO no ha sido otra cosa sino un cártel de gobernadores.
Sin embargo algunos, no en el extremo de Jaime Rodríguez,quien desde lejos calificó la nueva presencia federal en los Estados como “una idiotez”, han sugerido tímidas dudas al estilo de Silvano Aureoles, de Michoacán, quien invocó el pacto federal y su posible violación, como si la citada conferencia fuera genuina representante del dicho acuerdo nacional, cuya vigilancia le corresponde, en todo caso, al Senado.
Dijo Silvano (ya sin Belinda ni helicóptero):
“…Delegar en coordinadores de gobierno que se puedan convertir en gobernadores paralelos violenta los principios básicos del pacto federal. Y eso ojalá que se revise con cuidado para evitar confusiones.
“En la misma línea fue la crítica del mandatario de Guerrero, Héctor Astudillo, del PRI.
“No todo lo innovador puede ser bueno, tampoco puede ser malo. Hay que tener una buena relación. Y a eso precisamente vinimos”, dijo (ADN) ; o sea, ni nos beneficia ni nos perjudica sino todo lo contrario, como dijo el inolvidable Manuel Bernardo Aguirre.
Pero el resto, la unánime unanimidad…