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El asombro por el beisbol



Hay muchas cosas en la vida incomprensibles para los ingleses.
 
Su primera sorpresa  consiste en saber que hay algunos no ingleses en el mundo. O al menos británicos. Y eso, un tanto cuanto relativo. Sus problemas con escoceses, irlandeses y galeses son para llevar estantes y bibliotecas.
 
La literatura  inglesa, majestuosa en muchísimas expresiones, nos dice mucho de ese carácter. Sus aventuras por el mundo también.
 
Cuenta William Goldin en El señor de las moscas, cómo se punzaba al más desvalido de los niños solos: no puedes tener miedo; eres inglés. En otra obra Goldin dijo sobre su cultura y su lengua:
 
“…En nuestro país, pese a toda su grandeza, hay algo que no se puede hacer, y es trasladar a alguien totalmente de una clase a otra. La traducción perfecta de un idioma a otro es imposible. El idioma de la Gran Bretaña es la clase…”
Imposible, por otra parte olvidar cómo estimulaba y llamaba al valor el capitán Hardley a los músicos durante el hundimiento del Titanic. Los impelía a seguir con arpegios y acordes (ahora sí, “sobre las olas”), con la simple arenga: “¡Be british!”.
 
Pero si los ingleses a veces no ven el mundo sino con el color de sus cristales, si se esfuerzan en salirse del pacto europeo, tras una consulta populista, y probarse a sí mismos su lejanía con el “aislado” continente; si insisten en manejar por la izquierda y mantener sus libras esterlinas y su ceremonia de te a las cinco de la tarde (en el caso de Su Majestad Isabel II, también un par de Gin and Tonic a la hora del véspero; si les parece muy estético y ornamental, adornar a sus jueces con  pelucas y comer riñones horneados y pepinillos amargos, nosotros tampoco los entendemos a ellos y sus sainetes monárquicos .
 
Es más, desde 1824 y 1867, cuando murieron fusilados los únicos dos emperadores (Iturbide y Maximiliano)  no entendemos la monarquía aun  hoy, por ejemplo, vivamos rodeados de cortesanos de la República, en torno del Palacio (no Real) Nacional. 
 
Pero entre las muchas cosas desdeñadas e incomprendidas por los ingleses, está, obviamente, el juego de beisbol, cuya varonil elegancia dista mucho de las poses feminoides del “cricket”.  Y si no entienden el rey de los deportes, menos comprenden cómo en un país cuyo gobierno quiere ahorrar en todo hasta la tacañería y el “cuentachilismo”, se gasta dinero a manos llenas en la promoción de un deporte yanqui. Absolutamente yanqui.
 
La revista The economist ha publicado un  artículo entre la crítica y la sorna, relacionado con los afanes de promoción del beisbol, emprendidos por el Señor Presidente. Esto dicen:
 
“Baseball-mad Andrés Manuel López Obrador throws money at the game” (Loco por el beisbol, Andrés Manuel López Obrador le arroja dinero a su juego)
 
“Mexico’s penny-pinching president makes an exception for his favourite sport. (El presidente “pica peniques” —cuentachiles entre nosotros—, Hace una excepción con su deporte favorito”.
 
El beisbol ejerce una atracción especial entre los hombres costeños y del Caribe. Una vez Camilo Cienfuegos rechazó formar una novena para enfrentar a Fidel Castro y dijo con falsa sinceridad: contra mi comandante ni en el beisbol. Murió poco después en un extraño accidente.
 
Durante una inspección en la Escuela de las Américas, en La Habana, el comandante Hugo Chávez me invitó a ver un juego de beisbol como colofón de la XX  Cumbre  Iberoamericana, y me prometió una victoria sobre Fidel
 
—“Ahora le voy a entrar a palos a Fidel”, me dijo. Perdió el juego contra los barbudos de Castro, quien miró todo desee la tribuna.
 
“(The Economist).- Traidor, eres un traidor”, le dijo el escritor uruguayo Eduardo Galeano a Ernesto Ché Guevara en los tempranos años 60, cuando los presentaron en La Habana. El crimen del argentino fue haber abandonado el espectáculo deportivo  favorito de los latinoamericanos, el futbol (soccer, inglés) a cambio del beisbol estadunidense, de acuerdo con una fotografía publicada por la prensa cubana en esos días.
 
“Galeano, dijo tiempo después Guevara, es el único que me ha llamado traidor y sigue vivo. El Che aprendió beisbol en las largas charlas de la cárcel cuando estaba detenido en México con Fidel Castro”.
 
En agosto del año pasado El Economista (México), publicó lo siguiente:
 
“La Secretaría de Hacienda y Crédito Público ya autorizó la liberación de los fondos para la compra de dos estadios de beisbol en Sonora, anunció el presidente Andrés Manuel López Obrador.”
 
Twitter: @CardonaRafael
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