Si la escena no fuera tan grotesca nos movería a la risa. O como decía el filósofo francés, Henri Bergson, ese estado hilarante al cual nos lleva la desgracia ajena.
Si usted no lo sabe, lo relato aquí:
Rodeado de cámaras, micrófonos y hombres y mujeres enardecidos, algunos con los rostros cubiertos con pañuelos, el secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, Jesús Orta, trataba de explicar con el mejor de sus argumentos (estamos de su lado), los esfuerzos por identificar a los méndigos jenízaros, quienes al amparo de la noche ultrajaron tumultuariamente a una menor de edad, a quien llamaremos la señorita “N”, a quien engañaron con una protección convertida en oportunidad de abuso mayor, en una solitaria madrugada de Azcapoptzalco.
Los cuatro elementos, cuyos nombres no se conocen con certeza, porque no hay una denuncia ni una identificación, pues la señorita “N” teme las represalias de una fraternidad policiaca a las cuales se expondría si los acusa formalmente —dicen los muchos “colectivos” inmiscuidos en el caso—, han sido protegidos por los demás policías y por sus jefes, según dicen las furibundas mujeres, cuyos arrebatos ya pusieron en jaque al Gobierno de la ciudad, incluyendo a la señora Claudia Sheinbaum, quien en un mensaje de video habla, dice y promete todo cuanto en estos casos se dice, se habla y se promete.
“…Como lo he dicho, no habrá impunidad pero tampoco fabricación de culpables… somos la única entidad que tiene una abogada disponible para cada una de las mujeres cuando acuden al Ministerio Público a denunciar y que tenemos 27 centros de apoyo psicológico y jurídico, familiar también, para apoyar a la mujeres víctimas de la violencia…”
Pero no, son estas cosas por las cuales uno se ríe con un sentimiento incómodo. Una especie de eso llamado en Alemania schadenfreude, cuyo significado sería una especie de disfrute morboso y no confesado por la desgracia o al menos el ridículo ajeno, porque —dígame usted si no— resulta grotesco el caso de un jefe de Policía a quien bañan de anilina color violeta frenético, y le pintan de colores de la cabeza a la cintura, mientras él quiere decirles cuánto comprende su posición y ofrecerles el auxilio solicitado.
Pero nada, nada, el vandalismo lo pilla con los dedos en la puerta y lo deja como si fuera a participar en esa fiesta Holi, del Indostán, con la cual, en una inmensa batalla colorida con polvos y tinturas brillantes miles de personas celebran la llegada florida de la primavera fecunda y cálida.
Pero no, en este caso no se trataba de una celebración ni de un rito de fe o unidad, fue simplemente un acto grosero, provocativo, nacido del seno de la intransigencia confusa, pues quienes repelan contra la impunidad,hoy quedan impunes por los actos cometidos, y no sólo la decoración de un secretario de “Seguridad”, tan inseguro como para sufrir los ataques de cualquiera, sino de la señora procuradora Ernestina Godoy, quien a sus buenas y tersas maneras agrega hoy una enorme colección de vidrios rotos, cámaras (¿de seguridad?) vandalizadas, y sofocones por parte de ese segmento del “pueblo bueno”,capaz de tomar por asalto el alguna vez inexpugnable “búnker” de la Procuraduría General de Justicia de la CDMX.
Si ni se pueden cuidar ellos, cómo, por Dios, nos van a cuidar a los demás, decía una señora alarmada frente a su televisor.
Total, el ridículo. Tanto como para recibir la confirmación en sus cargos por parte de la señora Sheinbaum, quien quisiera resolverlo todo por la fuerza del verbo encarnado en su redes sociales, pero con el asunto es cada vez más complicado.
Si comenzó como un caso de violación múltiple, sin denuncia formal (resulta farragoso y burocrático hacer, es cierto), responsables a la vista, se ha convertido no en una provocación sino en un ultimátum de extremistas cuya idea de la cosas se resume en un lema global: “Contra el patriarcado y el capitalismo”.
Muy lejos quedan aquellos días, como el 11 de febrero, cuando se le entregó una medalla al policía del mes:
“Como lo anuncié en diciembre, queremos reconocer a todas y todos los policías, no solamente es el policía del mes sino, distintas acciones que vamos a ir desarrollando para premiar a los mejores policías por su valentía, por su acción cotidiana en la defensa de los habitantes de la Ciudad de México”.
INCÓGNITA. Se le cambió de nombre por Secretaría de Seguridad Ciudadana. ¿Y los no ciudadanos, no merecen seguridad?