Larga, muy larga es la tradición mexicana de hacerse pendejo, si se me permite tan constitucional definición asentada en la sencillez y sonora contundencia del habla popular.
Pero quienes mejor dominan esta especialidad, ahora asociada mediante interminables y por lo mismo innumerables “programas sociales” (es decir, compras anticipadas de votos y voluntades de pobres agradecidos), han sido los gobiernos urbanos en esta sufrida capital a la cual el advenimiento de la democracia no le alivió los males de un gobierno central y unipersonal, como fue hasta hace pocos años, sino por el contrario, la coinvirtió en zona de tolerancia para todo aquello de lo cual se puedan obtener ventajas electorales.
La izquierda, cuyo advenimiento desplazó al PRI de la Regencia, ahora se hunde en la pastosa demagogia de Pilares y otras ocurrencias festivas de la señora Sheinbaum.
Y una de las áreas de la administración más proclive al ejercicio demagógico (el “hacersependejismo”), es el transporte. Eso ahora llamado en el lenguaje de los postmodernos, la movilidad.
Como si no fuera suficiente con la plaga ciclista; ahora brotan por todas las calles, en especial de la delegación Cuauhtémoc, con sus reductos para el buen comportamiento y la corrección política en las colonias Roma, Juárez, Condesa y aledañas, los patines del diablo a los cuales se les llama scooters; las motocicletitas tipo “motorino” italiano y las bicis de alquiler de todo modelo, las del gobierno y las de abusivos empresarios particulares, cuyas estaciones degradan los camellones del Paseo de la Reforma, cuando no estorban libres de “anclajes”, de cualquier tipo; bicicletas con ruedas de colores, con diseños modernos, dejadas a la buena de dios también sobre banquetas y calles.
Total: un amasijo de servicios para jugar a la ciudad o jugar en la ciudad. Cada vez más esta CDMX, la capital de los dos clips, se parece más a Kidsania, pero con una enorme dosis de insania.
Pero lo más jocoso (por no decir pendejo) es cómo el gobierno permite todo bajo el umbroso paraguas de la provisionalidad, porque para jugar al tío Lolo se ha inventado el “permiso administrativo temporal revocable”, con cuya letra nos ahorramos los reglamentos, los cuales de por sí no se observan ni se atienden. Lo mismo, da, pues...
Lea usted por favor esto:
“...La Secretaría de Movilidad (Semovi) de la Ciudad de México emitió una serie de lineamientos temporales para la fase piloto del servicio de bicicletas y monopatines eléctricos sin anclaje que deberán observar las cuatro empresas a las que se les otorgará un permiso para operar durante 45 días, en tanto se concreta la regulación formal de este sistema de transporte individual que se prevé tener lista en marzo próximo.
“Las empresas que han solicitado autorización son MoBike, Vbike, Dezba y Motum, las cuales tendrán una misma área de operación, por lo que ya no se les asignará una específica, como ocurrió en la pasada gestión, señaló la dependencia.
“El polígono establecido para la prestación del servicio abarca las demarcaciones Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo y Benito Juárez, e incluye vialidades como Legaria, Insurgentes, Paseo de la Reforma, Bucareli, Cuauhtémoc, Chapultepec, Xola, Lázaro Cárdenas, Universidad y Patriotismo, por citar algunas”.
Así pues, se otorgan permisos para algo no reglamentado, como si no fuera mejor hacer una norma y después conceder los permisos por ella determinados. Los bueyes y la carreta. Pero en la Semovi los bueyes no están ni delante ni detrás del carro; están dentro.
Pero no; se otorga un plazo para enquistarlo en los usos urbanos y después hacer un reglamento post factum, cuando lo más sencillo sería impedir tal proliferación de vehiculitos con ruedas cuya escuálida condición convierte a quienes viajan sobre sus ruedas, en peatones, como si dedicaran pedestre afán a su locomoción, porque sabe usted, para el analfabestismo de la izquierda mexicana un señor en patineta o cualquier cosa con ruedas chiquitas, es un peatón.
Al menos eso dice el reglamento de tránsito (cito):
“XXIV.- Peatón, persona que transita por la vía a pie y/o que utiliza ayudas técnicas por su condición de discapacidad o movilidad limitada, así como en patines, patineta u otros vehículos recreativos; incluye a niños menores de doce años a bordo de un vehículo no motorizado”.
Un bebé en una carriola no es un infante. Es un peatón, aunque no sepa caminar.
¿Y para esto los llevaron a Harvard o a la Facultad de Ciencias de la UNAM? ¿Dónde estás, Hermenegildo Torres?
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