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El halago y el lagoteo toman el control



El domingo anterior escribí:“…La pregunta es si el gobierno  se está cuidando a sí mismo o está haciendo verdaderos esfuerzos por proteger a la población con  estas cataratas diarias de palabrería. El doctor Hugo López-Gatell, subsecretario de la SSa (convertido en fervoroso “mediólatra”), se ha vuelto —además—, el rey de los lambiscones, para usar la definición de  Porfirio.
 
“¿Recuerda usted los argumentos científicos sobre la proximidad humana?
 
“Pues así dijo, sin rubor ni decoro el 29 de febrero:
 
“… Pero si pasáramos a un escenario dos e inclusive un tres (en ésas estamos),  entonces sí, la recomendación y la aplicación que se le pediría a la población sería no saludar de beso ni abrazo, porque entonces ahora (sic) sí hay (¿o habría?) un riesgo importante en un escenario dos y tres de poder transmitir, o cuando yo saludo de beso, de abrazo, de mano poder trasmitir el virus a una persona (vaya galimatías).
 
“Lo mismo sucedería, por ejemplo, para el tema de los espacios públicos, cerrados y abiertos…”
 
Pero…
 
“…Como decía yo mismo ayer, tenemos un presidente que tiene un sentido social, que está inmerso en su enorme y generoso corazón”.
 
--Aquí no es posible seguir redactando sin analizar esa frase:
 
¿El Señor Presidente  tiene el sentido social “inmerso en su enorme y generoso corazón”? 
 
“… y la población lo quiere; entonces, es un reto, porque la población lo quiere abrazar (¿toda la población nacional de 120 millones de personas lo quiere abrazar al mismo tiempo, doctor?) y a él le gusta abrazar a la población (para abrazarte mejor, le dijo el lobo a Caperucita), lo cual me parece sumamente positivo…
 
“...Hoy en la fase en la que estamos no hay ninguna restricción para que lo haga, ni él ni nadie más…” (¿Entonces todo el rollo de las manitas lavadas y el vade retro?)”. 
 
Algunas personas me reprendieron por llamarle “rey de los lambiscones” a López Gatell. Ofrezco una disculpa por rebajarlo: es el emperador de los “barberos”.
 
El lunes, a la mañana siguiente del texto citado, confirmó lo ya dicho pero con  la elocuencia del halago infinito. De acuerdo con la crónica de Daniel Blancas, el subsecretario ha llegado ya estos extremos de delirio en el  afán de quedar bien con su jefe:
 
—Si el Presidente llegara a ser portador y va a una zona de alta marginación, ¿podría contagiar?
 
—La fuerza del Presidente es moral, no una fuerza de contagio…”
 
Tal razonamiento en el cual luchan la moral y el virus, no se le ocurrió ni a Louis Pasteur,  al insigne Savin o al doctor Rafael Lucio.
 
Y es preocupante. No por los desatinos zalameros, total. Cada quien trepa en la vida de acuerdo con su capacidad de mamar callos o hacer una carrera seria. Es una opción personal. Lo malo en este caso es el escaso respeto a una ciencia cuyo canon el subsecretario dice dominar y conocer.
 
Si esa actitud determina sus decisiones “técnicas”, pues entonces estamos ligeramente jodidísimos. Del Señor Presidente no extraña esa actitud de desenfado. Fue la misma cuando la epidemia del H1N1.
 
Pero este disfraz de las cosas con un supuesto respeto  a las decisiones técnicas, resulta por lo menos mentiroso.
 
Para quien lleve un recuento de los momentos más ridículos de la IV-T, aquí está completo el número del bufón López- Gatell:
 
“… esta enfermedad, igual que una enorme cantidad de las infecciones respiratorias causadas por virus, se curan solas, el sistema de defensas del cuerpo, llamado sistema inmune, genera anticuerpos que son sustancias, moléculas, proteínas que combaten al virus y lo aniquilan solo, y es por eso que la enorme cantidad de la enorme mayoría de las personas se recuperan espontáneamente…”
 
Si estos es así, el señor López  G. y  todos los médicos del mundo son innecesarios.
 
Pero el premio Nobel del “tapetismo” es este:
 
“… si (AMLO) llegara a ser portador y va a las zonas, como usted mencionaba, de alta marginación ¿podría contagiar de alguna manera o no como portador?
 
“--- La fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio, en términos de una persona, un individuo que pudiera contagiar a otros. El presidente tiene la misma probabilidad de contagiar que tiene usted o que tengo yo, y usted también hace recorridos, giras y está en la sociedad. El presidente no es una fuerza de contagio…”
 
Con todo respeto, doctor: no mame.
 
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Twitter: @CardonaRafael
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