Mucho se ha hablado en estos días sobre don Manuel Moreno Sánchez, con motivo de la donación de sus documentos al Archivo General de la Nación. Todos los elogios han sido merecidos, muy merecidos, por ejemplo, la clasificación de Porfirio Muñoz Ledo, quien se refiere a MMS como el “precursor de la transición”.
Se ha hablado de su visión democrática, de su compromiso con causas socialmente necesarias y políticamente indispensables, pero poco he escuchado sobre su aliento a la literatura tras la creación del Premio-Beca “Diana Moreno Toscano” para jóvenes poetas, instituido en memoria de su hija y mucho menos de su indispensable contribución para crear el periódico Unomásuno.
De lo primero no hay mucho por comentar, pero de lo segundo sí y guarda relación con el naufragio del 8 de julio de 1976 cuando una centena de periodista similares y conexos nos quedamos a la mitad del mar profesional, sin rumbo y, como suele suceder, sin dinero para sacar adelante los proyectos. Si cada cabeza es un mundo, en aquel tiempo cada testa era una idea para salvarnos y de paso salvar al periodismo nacional y a la patria. Faltaba más.
Repartidos en dos grupos, algunos iniciamos la edición de Proceso y otros la del diario. Unos con Julio Scherer; otros con Manuel Becerra Acosta. Algunos, este redactor entre ellos, militaron en los dos equipos. Como jugar en el Real Madrid y también en el Barcelona.
Para sacar adelante Proceso, José Pagés Llergo nos prestó los pisos superiores de un edificio (lo sabríamos después) con mala suerte. Él ni siquiera lo había estrenado. Esplendían sus alfombras y los muebles blancos de la redacción. Todo olía a nuevo. Había teléfonos y conmutador. Y hasta un Télex cuya línea era del PRI. Después de dar las gracias y mudarse los “procesadores”, el edificio sufrió un incendio y, para colmo de la mala fortuna, quedó reducido a escombros en el terremoto de 1985.
En el caso de Unomásuno, el préstamo de oficinas para planificar el periódico corrió a cargo de don Manuel, quien nos acomodó en una casona de Las Lomas de Chapultepec en la calle de Prado Norte. Nos estábamos muriendo de hambre, pero teníamos oficinas en una de las calles más caras de la Ciudad de México.
Y ahí estuvimos durante mucho tiempo hasta la mudanza a Mixcoac.
Cuando ya íbamos a salir con el diario, diseñado bellamente por Pablo Rulfo, Moreno Sánchez nos hizo una comilona en Ocoyoacac. Abrió para el grupo su finca Los Barandales, y mejor no lo hubiera hecho. Los náufragos le asaltamos la cava y nos bebimos todo el vino de su muy cuidada y escasa producción de los viñedos de Aguascalientes.
Hoy es demasiado tarde para ofrecerle una disculpa por haber sido cómplice en aquel despojo enológico, pero alguien me dijo de su enorme sonrisa cuando se enteró del aleve ingurgitamiento de su producción vinícola por una pandilla de periodistas sedientos tras el naufragio tan cercano, felices por ver al fin la costa de la nueva tierra.
De todos modos gracias.
BLOQUEOS
Recibo esta angustiosa comunicación de los ferrocarriles. La transcribo:
“Durante este mes de julio se han presentado 20 bloqueos (obviamente por la benemérita CNTE) que están afectando el libre tránsito de 100 trenes, con mercancía de las diferentes industrias a las que sirve este medio de transporte. Para dar un orden de magnitud, el equivalente en camiones trailer de un remolque, sumarían un total de 28,000 trailers.
“Entre las empresas afectadas por la demora en la entrega de mercancías, se encuentran la industria alimenticia (incluidos los productores graneleros del noroeste del país), líneas navieras, armadoras automotrices, acereras, cementeras, así como Petróleos Mexicanos (Pemex).
“Estas ineficiencias podrían afectar a familias trabajadoras de dichos sectores industriales; cabe mencionar que algunas de esas industrias se encuentran pasando por situaciones críticas. Además de impactar a la economía nacional, se deteriora seriamente la imagen de México en el exterior.
“Al afectarse nuestro dinámico intercambio comercial, del cual forma parte importante el ferrocarril, se impactan negativamente los flujos internacionales de carga y, por ende, se eleva el “costo país” de inversiones industriales y de operaciones logísticas ferroviarias. La industria ferroviaria respeta cualquier demanda de inconformidad pacífica, dentro de los márgenes que marca la Constitución.
“Asimismo, confiamos en que las autoridades del Gobierno Federal serán sensibles ante la situación que atravesamos e intervendrán para garantizar el servicio de transporte de carga, fundamental para la industria mexicana. Demandamos urgentemente el que se restablezca el derecho al libre tránsito de mercancías.
“Los integrantes de la Asociación Mexicana de Ferrocarriles A. C. (AMF) cumplen cabalmente con la Ley Reglamentaria del Servicio Ferroviario, así como con la normatividad aplicable. La AMF integra a los ferrocarriles de carga mexicanos, los cuales transportan el 26% de la carga terrestre del país (media en ton-km)”.