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Cuando el prestigio estorba



De entre todas las opiniones hay una notable. Obviamente proviene de Estados Unidos y define muy bien el perfil especializado de Basáñez y por consecuencia sus posibles logros en la misión encomendada.

La designación de Miguel Basáñez como embajador de México en los Estados Unidos es tan acertada como para dejar en ridículo los tonos de acrimonia por parte de quienes nada entienden y dicen no conocer mujer honrada (ni en su familia) ni bella corbata (en su indumentaria).
Los profesionales del encono y la oposición sistemática han hallado en el currículo de Basáñez un pecado imperdonable: no tiene experiencia diplomática. ¡Ah!


Pero otros, con más profundidad en el análisis dicen otras cosas. Por ejemplo, “La voz de América”, cuyo dueño ya sabemos quién es, afirma:


“México anunció esta martes que seleccionó a un académico que reside en EU como su nuevo embajador en Washington, llenando un puesto diplomático clave que llevaba cinco meses vacante”.


“La secretaría de Relaciones Exteriores de México dio a conocer que el nuevo emisario será Miguel Basáñez, quien actualmente se desempeña como profesor adjunto de la escuela Fletcher de la Universidad Tufts… Basáñez de 67 años de edad tiene previsto promover ‘el empoderamiento’ de la comunidad mexicana en Estados Unidos…”.


La escuela Fletcher es para los diplomáticos algo así como la Juilliard para los músicos: si ahí hasta un timbalero primitivo se convierte en percusionista de sinfónica, en aquella se alcanzan grados de especialidad impresionantes, como lo prueba el caso de la señora Roberta Jacobson (una de sus egresadas) quien tras ocupar la Secretaría de Estado para América Latina viene a la embajada americana en el Paseo de la Reforma. En ese centro de educación de élite (no, ahí no hay delegación de la CNTE ni funciona la SEP), Basáñez desarrollaba el Programa de Investigación Especial y Proyectos Educacionales.


Pero a quienes ahora les sirve cualquier pretexto para golpear a Enrique Peña, les viene bien una mancha original en la vida de Basáñez, su “Human stain”; diría Philiph Roth: su paso por la Procuraduría de Justicia del Estado de México y su trabajo (hace años) con Alfredo del Mazo, por no hablar de la confianza y deferencia con las cuales lo trata el presidente de la República.


Por primera vez se entiende la cercanía como un impedimento y el prestigio como un estorbo.


Sin embargo, la sólida designación ha sido vista con buenos ojos por quien debió hacerlo: el gobierno de Estados Unidos, al cual no se debe “complacer” de manera gratuita e incondicional, sino solicitar su parecer, su “placet”, su beneplácito, su admisión, su visto bueno como se acostumbra en el mundo de la diplomacia. Y lo han expresado en términos satisfactorios para ambos países. No para los críticos, no para los hostiles.


Y otro parecer es el del Senado de la República, el cual por mandato constitucional deberá ratificar (o no) el nombramiento en su calidad de supervisor de la política exterior nacional. A nadie más se le debe pedir opinión y si la tiene, la podría guardar donde cupiera un rollo delgado o grueso, según el caso.


La escuela Fletcher prepara especialistas en diplomacia y otras disciplinas… “Junto con la escuela Paul H. Nitze de estudios internacionales (SAIS) de la Universidad Johns Hopkins es una de las dos únicas escuelas de posgrado de los Estados Unidos (sin ser facultades de Derecho) compiten en el Phillip C. Jessup International Law Moot Court Competition. Fletcher ganó la competición regional de 2006, venciendo a escuelas como Harvard, Cornell y Syracuse”.


Pero de entre todas las opiniones hay una notable. Obviamente proviene de Estados Unidos y define muy bien el perfil especializado de Basáñez y por consecuencia sus posibles logros en la misión encomendada.


Dice Alejandra Bilaños, vicepresidenta del Strategic Capacity Group:
“…Es íntimo en Washington de gente que tiene el oído del Congreso casa dos semanas”.


—¿Cuántos de los detractores de Peña a través del nombramiento de Basáñez saben siquiera dónde queda el Capitolio, el departamento de Estado o la Casa Blanca. Si llegan a la puerta los expulsan por indocumentados. O los mandan a platicar con Donald Trump?
Y por cierto, ¿sabrá este señor cuántos diplomáticos americanos se han formado cerca de Basáñez?


Si el prolongado tiempo de espera fue necesario para poner en práctica esta decisión entonces se deberá comprender el caso y aplaudir sin reserva el nombramiento.

 

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