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Terrorismo, protesta, violencia



La palabra castellana más próxima a la francesa “Bataclán” es barahúnda.  “Ruido y confusión grandes”, dice de ésta el diccionario cuyos alcances idiomáticos no satisfacen las proporciones de una carnicería como la ocurrida hace unas noches en la avenida Voltaire de la ciudad de París, donde se ubica una sala de espectáculos (su nombre proviene de “Ba-ta-clan”, opereta feliz de Jacques Offenbach) cuya concurrencia alborozada y aturdida por el sonido metálico de una banda estrepitosa, se vio de pronto metida en el atentado más grave en la historia terrorista de Francia.


“Le président de la République a décrété ce samedi 3 jours de deuil national. C’est seulement la sixième fois qu’un deuil national est décrété dans l’histoire de la Ve République, la première fois qu’il s’étendra sur trois jours”, dice “Le Figaro” cuando informa de la sexta ocasión durante los años de la Quinta República, en decretarse un duelo francés generalizado por tres días.


Boulevard Voltaire, en el XI Distrito parisino, desde cuyas puertas, bajo la fachada amarillenta hoy ennegrecida por el fuego, uno podría con calma caminar hasta “La Cigale” a probar maravillosos caracoles con vino de Burdeos y si marchara un tanto más llegaría al Cementerio del Pére Lachaise, si tiene aficiones mortuorias o gusta del paisaje de tumbas famosas. Pero hoy son otros los muertos en la atención del mundo.
En el Pére Lachaise se puede hablar con Balzac o escuchar la rasposa voz de Jim Morrison o saludar al irónico Oscar Wilde.


En el humeante “Bataclán” de hoy (la palabra persiguió por años a bailarinas de pestañas postizas y piernas devaluadas; a las actrices de la vida alegre, “bataclanas”, al fin), los muertos son comunes y simples, silenciosos y extrañamente enviados al otro mundo por alguien capaz de gritar “Alá es grande”, sin haber revisado una vez más las blasfemias de Charlie Hebdo.


La mano de los seguidores fanáticos de un Alá vengativo, inventado por cada uno de ellos, para sostener al Estado Islámico (pesadilla y dolor de cabeza de la culta Europa, objetivo de todos los bombardeos franceses o rusos; tema de la cruzada contemporánea en contra de los infieles quienes descreen de la democracia del dólar o del euro), estuvo detrás de ese y de los otros seis atentados en la capital francesa, incluidos los realizados en las inmediaciones del estadio donde Alemania y Francia disputaban sus diferencias en calzoncillos y cuya suma en muertes repentinas, violentas, innecesarias e irracionales ya se acerca a las 200 y permite ver los componentes indispensables del terrorismo contemporáneo.


Ya no fue el terror de la post revolución cuya ola de sangre llenó las calles del París antepasado hoy cosmopolita, altanero, jactancioso, canalla y musical; rockero y deportivo en cuyos puentes aún resuenan las ruedas de los carros cuyos vagones de jaula y prisión llevaban a los hombres acusados de cualquier actividad contrarrevolucionaria a la guillotina por órdenes del Comité de Salud Pública (dos mil cayeron en sólo tres meses), órgano institucional del terror y la sangre del siglo XVIII.


El “mitrailleur de Lyon”; Joseph Fouché, Duque de Otranto, “El carnicero”, enfrascado en una batalla contra Robespierre, cuya cabeza habría de caer también en un cesto de paja al pie de la oscura guillotina, quizá haya caminado hace ya mucho tiempo bajo el mismo cielo, asombrado por la explosión de tres hombres atados a chalecos explosivos, en una ciudad cuyos más viejos gritos ahora se escuchan de nuevo: ¡a las barricadas, a la guerra!; “…formez vos bataillon… marchez, marchez”, dice la Marsellesa de tonos tristes esta noche.


Pero no se forman las ideas nada más con la exaltación guerrillera de “La Marsellesa” sino con la evocación de la herencia de François Marie Arouet, “Voltaire” (puede significar voluntario o revoltoso o ser un simple anagrama, nadie lo sabe) quien en célebre tratado sobre la tolerancia dijo las palabras precursoras y hasta ahora, por lo visto, infecundas, pues su tesis sobre esa actitud es universalmente conocida pero mundialmente desdeñada, a pesar de estas palabras también surgidas de su pluma:
“…Es preciso que todos los musulmanes sean por naturaleza muy sucios, puesto que Dios se ha visto obligado a ordenarles que se laven cinco veces al día…”, como le dijo a la princesa de Talmont en una carta privada el 23 de septiembre de 1771.


Pero en fin, ya algunos tratadistas podrán explicar este estallido violento atribuido, equivocadamente, a la naturaleza misma del Islam y no al mal aprovechamiento de las suras coránicas como pretexto infalible para fomentar la ciega obediencia de combatientes suicidas, cuyo viaje al jardín de las huríes queda garantizado por la sangre de los enemigos.


Pero así como ahora se invoca con error el nombre de Alá y de su profeta, otros credos le han abonado a la historia su cuota de fanatismo con el ropaje de la religión: citemos, para concluir, al mismo Voltaire, una vez más:
“Un dulce inquisidor, crucifijo en mano,
al fuego por caridad arroja a su prójimo
y, llorando con él un fin tan trágico,
le quita para consolarse el dinero y se lo guarda,
mientras contagiado por la gracia ardiente,
el pueblo danza en torno a la pira alabando a Dios.
Más de una vez se vio presa de santa embriaguez,
A más de un buen católico al salir de la misa,
Lanzarse sobre su vecino en honor de la fe,
Gritando, “¡Muere impío o piensa como yo!”


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Comienza la investigación social en Tamaulipas. Las encuestas hablan con su sibilina palabra, los augurios se inician en los medios y los grupos políticos.


De acuerdo con Sigmados, si en este momento fueran las elecciones, el PRI alcanzaría 53 por ciento de los votos. El más cercano vendría siendo el Partido Acción Nacional con 31. 5 por ciento de las preferencias. De acuerdo con “Hora Cero, encuestas”, esta ventaja se mantiene pero con diferentes cantidades: 39.2 para el PRI y 28.7 para el PAN.


Y en cuanto a los candidatos, Enrique Cárdenas del Avellano (Hora Cero) tiene 49 por ciento de las preferencias actuales. La otra casa encuestadora, le otorga 28.0 contra Baltazar Hinojosa del PAN, quien cuenta, de acuerdo con esa medición, 14.1 del porcentaje.
En esas encuestas, en promedio, un hipotético candidato “independiente”, tendría apenas el 8 por ciento de las preferencias.


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En México, dicen los optimistas de la dicha aparente, no tenemos estos problemas.


No, tenemos numéricamente algunos peores. Poco significan los casi 150 muertos de un atentado repentino si se comparan con los goterones cotidianos de la contabilidad fúnebre en México: fosas clandestinas, cadáveres desconocidos, personas desaparecidas o disueltas en macabros pozoles, y un reguero de más de cien mil muertos recientes por lo largo y lo ancho del país.


Los horribles hechos de París, bajo la suave sombra de la torre Eiffel, no son nada si se suman nada más los muertos acapulqueños durante los últimos meses; un promedio de tres asesinatos diarios en la ciudad más peligrosa del mundo.


— ¿Dónde está el terror?


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Cuando en el auge del salinismo se urbanizó Santa Fe, sobre minas de arena y blandos basureros de relleno incompleto, muchas voces advirtieron sobre el riesgo y la inestabilidad por venir. Hoy se desgajan los taludes y se informa de dos mil construcciones bajo peligro, ahí y en otros lugares de la ciudad.


Preocupa y enoja un niño ahogado en un drenaje por destapar o robarse una coladera, pero nadie se da cuenta cuando se hunde una parte de la ciudad entre los residuos de las minas de arena.


— ¿Y este pozo quién lo va a tapar?

 

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