De un tiempo a esta parte, en las escuelas, sobre todo en las privadas, se acostumbra celebrar la graduación de los alumnos. No importa si terminan la primaria o la secundaria, a todo se le llama graduación. Pronto festejarán hasta la graduación de los espejuelos.
Así, con cualquier pretexto, como hacen quienes ofrecen viajes de graduación, festejos y hasta trajes de gala para sacarle dinero a los padres de familia, el gobierno busca cualquier oportunidad para convocar a magnas concentraciones, de preferencia en el Zócalo, y celebrar, como en el caso próximo, los primeros seis meses de gobierno. El arrancón, digamos.
Se trata de una fiesta. Nada distrae más la atención del pueblo, como invitarlo a una pachanga. Un mitote, como se decía desde los tiempos lejanos, con música y discursos floridos o sin flores, basta y sobra con la arenga patriótica y renovadora. La gente es feliz en la calle.
Hace apenas unos días se reunió la patria en Tijuana para defender la soberanía nacional amenazada por Trump (a quien obedecemos, según dice el enojo de don Porfirio), y ahora se convoca al pueblo a revisar cómo se cumplen los primeros seis meses de la IV Transformación.
Y cuando no acaben aún su labor los barrenderos, se comenzará a preparar la fiesta del aniversario, como se hizo con la gran asamblea de la victoria de julio del año pasado y la toma de posesión de diciembre anterior.
Fiesta y fiesta. Y no es para menos.
Pero en medio del júbilo, se escucha una voz discordante en el coro del triunfalismo festivo en cuyos dulces brazos se mueve la autocomplacencia. Ricardo Monreal dice en voz alta, las murmuraciones de muchos compañeros de Morena: el gabinete es inepto, limitado y en muchas carteras, decepcionante.
No lo dice con esa crudeza ni hay en su diagnóstico la descortesía de quien apunta con el índice de flama a los ineficientes cuyo carro se volcó en la peligrosa curva del aprendizaje, expresión ésta un tanto comedida para decirle ignorante a quien llega a la madurez o de plano la senectud, con intenciones de aprender todo cuanto en la vida no acumuló o a quien ha hecho de la verborrea su mejor capital en la riesgosa tarea encomendada.
Dijo Monreal en su ejercicio de evaluación semestral: “…Veo al presidente muy activo, muy proactivo, un Presidente muy dinámico, no descansa, no ha descansado un solo momento…”
Pero frente a los méritos de la resistencia sin reposo, hay algo más:
“…Y veo un gabinete que no está en el acompañamiento, veo un gabinete (para él) que la curva de aprendizaje ha sido larga, pesada y me gustaría ver un gabinete más cercano con él.
“Siento al Presidente que hace todo, conduce todo y necesita que su gabinete lo acompañe más”.
Y de remate dijo sobre los faltantes y los riesgos: “…mejorar algunas situaciones de relación con los medios, relación con los inversionistas y empresarios”.
Si estos temas están flacos o mal atendidos, pues es responsabilidad de Jesús Ramírez, Graciela Márquez y Alfonso Romo, quienes tienen a su cargo esas importantes materias.
Pero la claridad de Monreal no sólo produjo urticaria en el gabinete, especialmente en la Avenida Xola o en Bucareli; Lieja y Reforma, la colonia Condesa, el Zócalo y otros rumbos.
También un ceño fruncido en el humor presidencial, porque empujado durante la mañanera del miércoles, el Señor Presidente le metió un rapapolvos al señor senador zacatecano, a quien le cantó aquella pícara canción llamada “No te metas con mi cu-cu”. Impelido a calificar sucintamente a su equipo, el Señor Presidente respondió con inusitada brevedad:
“...Muy bien, es un buen equipo, muy buen equipo.
“Y respeto la opinión también del senador Monreal, pero no la comparto.
“Yo no me meto a decir nada acerca de si hacen su trabajo o no los senadores, porque soy respetuoso, porque es otro poder”. ¡Sopas!
JLP.- Leo a López Portillo: “…Había que darle carne a la renovación moral; acabar con el prestigio revolucionario con que concluyó el anterior Presidente. El discurso expresaba criterio, «línea»; garantizaba impunidad y hasta simpatía. ¡Adelante con la cruzada sacralizada por el buen Jesús!
“Y así, gallardas, se elevaron todas las voces críticas, las acusaciones, sentencias y condenas y retumbaron en todos los tímpanos.
“Así las de la Prensa oficialista, como las de la oposición y aun la profesional, a las que se sumaron las de los pasquines; las de los libros de fortuna que explotaban el morbo.
“Todo lo que fuera acusar y condenar a López Portillo, era éxito editorial…”
La vara y la medida. ¿Será en verdad un círculo el tiempo?