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No Circula; remedios y enfermedades



El humo, bueno, pues combatimos el humo del tabaco, tenemos edificios libres de humo de tabaco, pero no tenemos una ciudad libre de humos industriales, automotrices; de calderas, de baños públicos, de gimnasios, de tintorerías, y de la enorme cantidad de establecimientos industriales y fabriles que tenemos en el norte, sobre todo en la ciudad, en toda esta conurbación con el Estado de México.

Le llamaremos a ésta restricción generalizada; no universal, porque el universo serían todos los vehículos y uno una parte, por grande como sea, de todos los automóviles y de todos los motores en circulación en la ciudad, pero es universal porque crea su propio universo, y todos quienes tienen las placas con la correspondiente calcomanía color de rosa, pues esos no pueden circular, sin importar el holograma que previamente a la contingencia y la crisis por la que está pasando la ciudad hubieran tenido con la prerrogativa que tenían de poderlo hacer, si eran doble cero, si eran cero, si... cualquier cosa.

Hoy los rabudos y los colones se quejan por parejo.

Hoy se acaban estas definiciones, y durante este lapso anunciado, pues no podrán circular los automóviles tampoco los sábados. Todo eso ya lo sabemos.

Pero hay una parte un poco pasada por alto en el análisis de este problema.

Hemos hablado mucho sobre los problemas más visibles y las circunstancias evidentes, el congestionamiento vial, la dificultad del transporte concesionado, la insuficiencia del transporte público, su mala calidad histórica y al parecer crónica, pero no hemos hablado de algo suficiente en la Ciudad de México para confinar a los fumadores a un oscuro rincón.

Pero no podemos evitar que la ciudad fume, ésta es una ciudad fumarola; todo el tiempo -y no me refiero únicamente a lo que pasa con el Popocatépetl-, todo el tiempo la Ciudad de México está rodeada y cubierta por el humo azuloso y saturado de vapores de ozono, entre otros elementos nocivos.

Octavio Paz, que era experto en asuntos del idioma (aunque algunos se lo atribuyan a Eduardo Césarman), cambió la palabra “smog”, que es un acrónimo de “Smoke” y “Fog”, que son niebla y humo, elementos perniciosos en la atmósfera o el aire, al menos, de la ciudad de Londres, más o menos en los años 40, cuando ellos tuvieron un crack ambiental, como este de nosotros, pero con la diferencia de su tratamiento: ellos sí lo pudieron resolver, o al menos no se les agravó en los años siguientes.

Aquí decía Octavio Paz que vivimos el “polumo”, la mitad es polvo y la otra mitad es humo.

El polvo no lo podemos evitar, viene de los escasos vientos y de las zonas salitrosas de Texcoco, y de la desecación de los lagos, y de la deforestación de las montañas. Entonces el polvo está entre nosotros, el polvo es lo que ha hecho ricos a los dueños de los autolavados, y el polvo está por todas partes.

El humo, bueno, pues combatimos el humo del tabaco, tenemos edificios libres de humo de tabaco, pero no tenemos una ciudad libre de humos industriales, automotrices; de calderas, de baños públicos, de gimnasios, de tintorerías, y de la enorme cantidad de establecimientos industriales y fabriles que tenemos en el norte, sobre todo en la ciudad, en toda esta conurbación con el Estado de México.

Ya no hablamos de cómo estamos ensuciando el agua y cómo estamos degradando el suelo, quedémonos con el humo. Y no tenemos todavía, a pesar de los estudios aislados que hay, no tenemos una confirmación real de cuáles son los daños en el aparato respiratorio de millones de personas que estamos condenados a fumarnos los mofles de todo aquel que tenga un mofle, ¿y cuántos mofles hay en la Ciudad de México?, pues tantos como vehículos automotrices, son varios millones, y ése debería ser el verdadero enfoque del problema.

Un problema de salud pública, más que la mariguana, ¿eh?, superior al aborto. No todos tenemos interés en consumir “mota” ni todos podemos alguna vez sufrir un aborto. Ni un parto. Pero hasta hoy todos respiramos y todos respiramos lo mismo, ricos y pobres. La contaminación sí es universal.

Tanto como ninguna otra de las cosas en las cuales ha intervenido la ciencia médica, ese sí es universal. La circulación de vehículos es un factor; la contaminación del aire es un vehículo para una sociedad enferma, al menos de los pulmones. Ese es el problema de fondo.
Pues ahí están los datos.

Bronquitis, EPOC, enfisema pulmonar, cáncer... síganle, ¿no?

¿Por qué si la medida es buena, aunque no sea absoluta, por qué tres meses? Pues de una vez, de una vez.

Si es conveniente, ¿por qué no va a ser permanente? Es una pregunta.

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