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Las muchas muertes del PRI



Pieza indispensable para comprender la actualidad del México de nuestros días, el Partido Revolucionario Institucional cumple hoy (sin importar el cambio de sus denominaciones), noventa años y pocos le auguran una fiesta centenaria.

Sumido en la peor de sus desgracias electorales, sin el masivo arrastre de otros tiempos, eclipsado por el populismo creciente y triunfador de Morena, ajeno a la posibilidad de arrebatarle las dos elecciones por venir (Puebla y Baja California); el PRI parece hoy una pieza de museo mal cuidado.

Hoy el PRI sufre una agonía o su se pudiera decir así, una más de sus muertes, pues como Fénix ya una vez se alzó de sus cenizas para llevar a los Pinos (ya ni siquiera ese símbolo del poder existe ahora), a Enrique Peña Nieto cuya estrella refulgente duró cuando más un par de años antes de sucumbir ante el empuje de otras fuerzas sociales cuya habilidad consistió en aprovechar sus muchos yerros y marcar al país con el hierro de Morena.

La situación del PRI es hoy lamentable y sus datos los veremos más adelante, pero ¿cuántas veces se ha muerto el Partido?

¿Murió en Tlatelolco? ¿Se enfermó gravemente cuando ocurrió el avionazo de Carlos Madrazo? ¿Se suicidó cuando comenzó a financiar a sus opositores y a confundir negociación con cesión?, ¿cuando llegó al poder sin simular siquiera una elección?, ¿cuando construyó instituciones con las cuales repartió y compartió su poder?, ¿cuando le entregó el control nacional a un traidor? ¿Pereció cuando su “nomenklatura” asesinó a Luis Donaldo Colosio (Salinas dixit)? ¿O fue cuando mataron al padre de la actual presidenta de su Comité Ejecutivo?

¿Cuántas muertes reales o aparentes?, ¿cuántos misterios? ¿Habrá sido otra de su muertas la consagración de la frivolidad y el despilfarro? ¿Habrá sido la selección de un foráneo en la última elección presidencial la muestra definitiva de su deceso, incapaz de hallar siquiera uno presentable entre todos los suyos?

No se sabe cuándo comenzó a morir o si murió muchas veces, pero hoy la situación es grave como nunca antes.

Empobrecido, sin seguidores, en un pozo electoral al fondo de la tabla, enfilado a la “segunda división” de la chiquillada; con bancadas famélicas en un Congreso dominado por el Ejecutivo y su partido (la nueva aplanadora); desorientado, sin conciencia del valor de su condición opositora, todavía hoy pelea por el hallazgo filosofal de una fórmula para elegir a su nueva dirigencia.

Muchas personas de buena se preguntan no dónde está la cabeza del Partido, sino si el Partido tiene cabeza.

En estas condiciones resulta muy difícil recuperarse como concentrador y distribuidor del Poder Nacional:

Hoy tiene apenas nueve millones de votos (ni la tercera parte de los sufragios de Morena); sus prerrogativas disminuyeron dramáticamente de mil 094 millones de pesos a 811; sus bancadas en el Congreso, no suman, entre las dos, ni siquiera para la mayoría en ninguna de ellas, tiene 47 diputados, 47 senadores. Si bien gobierna en trece estados, nada le garantiza la repetición para las siguientes elecciones casi en ninguno de ellos; tiene 550 presidencias municipales (la cuarta parte del los ayuntamientos del país) y 184 diputaciones locales de las mil 123 de los congresos locales.

La inopia.

Pero si sus males no fuera suficientes, carece de una oferta social significativa. Su carácter asistencialista y benefactor ha suido superado por el ubicuo paternalismo del presidente López Obrador quien ha concentrado todos los programas electorales con cuya denominación de programas sociales se utilizó para sostener el régimen antiguo desde siempre, pero de manera modernizada y eficiente tras la elección de Carlos Salinas y su programa de “Solidaridad”.

Hoy nadie recibe un peso sin darle gracias a López Obrador, quien tiene la mano suelta para la munificencia electorera, como antes la tuvieron los priistas, pero ahora en grado de perfección y amplitud inabarcable.

Tres personas se perfilan para suceder a Claudia Ruiz Massieu: Ivonne Ortega, cuya voz extrañamente no fue escuchada cuando advertía del desastre; José Narro, el bien prestigiado ex rector de la UNAM a la cual acaba de decirle adiós, y el gobernador fe Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas, quien de “Moreno” sólo tiene el apellido.

Quizá estas palabras de “Alternativa APN”, le sirvan a alguien:

“…La democratización de la vida interna del PRI debe garantizar la cultura del esfuerzo, los méritos partidarios para acceder a las dirigencias y los méritos partidarios y ciudadanos para acceder a las candidaturas.

“Olvidarse de la democracia interna y volver a erigir el “dedazo” o el “tapadismo” es una actitud diametralmente opuesta a las inquietudes de la sociedad de nuestro tiempo”.

 


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