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El candidato del PRI



Hoy domingo, en la explanada de la sede nacional del PRI, José Antonio Meade se registrará ante la Comisión Nacional de Procesos Internos de ese partido como aspirante a la candidatura presidencial. Será un acto público, masivo, que servirá en los hechos para lanzar oficialmente su postulación, aunque todavía falta un par de semanas para emprender de manera formal las precampañas.

De hecho, Meade publicó en redes sociales una imagen en la que aparece con algunos integrantes de su equipo, todos muy jóvenes, preparando el discurso que pronunciará hoy. El primer paso firme de Meade a la candidatura se realizó el martes 8 de agosto cuando, en la Mesa Nacional de Estatutos de la Asamblea Nacional del PRI, se aprobaron los cambios para que simpatizantes de ese partido, sin tener que ser militantes, pudieran acceder a las candidaturas, incluida la de la Presidencia de la República.

Un par de semanas después, el experimentado e inteligente Emilio Gamboa Patrón, líder de la bancada priista en el Senado y hombre muy cercano al ánimo presidencial, incluyó a José Antonio Meade en la lista de los cinco posibles candidatos del tricolor a la Presidencia, en la que también estaban Miguel Osorio, Aurelio Nuño, José Narro y Enrique De la Madrid. Los analistas, al tanto de la experiencia del legislador, asumieron que el principal beneficiario de ese cambio era el secretario de Hacienda, Meade, debido a que, sin ser priista, entraba entre los posibles y contaba con experiencia sobresaliente en la función pública, por lo que, de manera formal, estaba en la competencia. Desde ese día se le vio como uno de los aspirantes con más posibilidades.

Los candidatos del PRI presentaban entonces características diferentes: Osorio, su militancia en el partido; Aurelio Nuño, su juventud y cercanía con el Presidente; Narro, su inteligencia y autoridad moral; y De la Madrid, su carisma y dinamismo.

El 21 de noviembre, durante una serie de conferencias de funcionarios mexicanos ante el cuerpo diplomático acreditado en nuestro país, el canciller Luis Videgaray dijo que, bajo el liderazgo de Meade, México tiene rumbo y claridad, entre otros elogios que en muchos espacios de opinión se tomaron como un predestape de su viejo amigo de los tiempos estudiantiles. El asunto creció y tuvo que ser atajado por el propio presidente Enrique Peña Nieto, quien dijo a los reporteros que el PRI no decidiría a su candidato por elogios y aplausos. “Yo creo que andan bien despistados todos”. Como era de esperar, se multiplicaron los comentarios en los corrillos y en las columnas políticas y se entró en una etapa de incertidumbre que duró pocos días, porque desde el domingo 26 en la tarde comenzaron a circular mensajes en las redes, adelantando que el presidente Peña Nieto daría un mensaje a la nación el lunes 27 por la mañana.

En la misma noche del domingo se conoció que el secretario de Gobernación dijo a su equipo de trabajo que él no sería el candidato. Se filtró también que José Antonio Meade renunciaría a la Secretaría de Hacienda y que José Antonio González, director general de Pemex, tomaría su lugar. No había certeza de si Meade iría por la candidatura presidencial del PRI o por el gubernatura del Banco de México. El día 27 de noviembre, cabalístico para el presidente Peña Nieto, en Los Pinos, anunció la renuncia de Meade y el nombre de los nuevos titulares de Hacienda y de Pemex e incluso les dio instrucciones para sus nuevas tareas. A Meade le deseó la mejor de las suertes en el camino que emprendería, sin mencionarlo. Poco después, mientras hacía entrega del despacho de la Secretaría de Hacienda a José Antonio González, Meade anunció que buscaría la nominación presidencial por el PRI.

A partir de entonces la liturgia tricolor tomó forma. Arrancó una serie de encuentros para solicitar el apoyo y aprobación a los sectores obrero, campesino y popular del partido; también se reunió con mujeres y jóvenes y con dirigentes de la estructura territorial que será clave en esta competencia. Al mismo tiempo concertó una larga lista de entrevistas de radio y televisión, en las que informó que había recibido la aceptación de los priistas para considerarlo como precandidato.

Para los observadores, lo más relevante de estos primeros días fueron sus acercamientos con los otros aspirantes, como Miguel Osorio Chong, secretario de Gobernación; Enrique de la Madrid, secretario de Turismo; José Narro, secretario de Salud; Eruviel Ávila, encargado del PRI en la Ciudad de México y con la exgobernadora de Yucatán, Ivonne Ortega, con lo que logró desactivar posibles resistencias que en esta coyuntura se magnificarían.

Se reunió también con los expresidentes del PRI y algunos delegados y figuras del priismo, con lo que ha logrado de manera ordenada y tersa la aprobación interna de la llamada militancia priista.

A pesar de que, como era de esperar, los candidatos y dirigentes de partidos opositores se lanzaron contra Meade en diferentes tonos, lo que no debe de sorprender porque es parte de su chamba, personajes opositores al PRI reconocieron su capacidad, honestidad y sencillez, expresando su simpatía por su precandidatura.

Es posible que este domingo se conozca al que será su coordinador de campaña e incluso, dicen, comenzará a dilucidarse el nombre del candidato priista para la Ciudad de México.

Los retos que enfrentará José Antonio Meade durante la campaña serán muchos y variados, entre otros: la comunicación pública, en la que tendrá que convencer y trasmitir emociones positivas a los electores; la propaganda partidista, que tendrá que ser eficiente utilizando los medios de manera inteligente, especialmente las redes sociales, tan permeables, gracias al anonimato, a la transmisión de injurias y medias verdades; la designación acertada de hombres y mujeres que lo acompañarán en su campaña; la adecuada selección de los temas que le preocupan a la sociedad, presentando propuestas verdaderas y posibles; la confrontación provocadora y guerra sucia de otros candidatos en campaña permanente; la percepción pública de los gastos de campaña, evitando excesos cuestionables; paciencia y capacidad de diálogo con propios y extraños; sus propuestas sobre seguridad y combate a la delincuencia; en fin, será un tramo de prueba a su inteligencia, capacidad y experiencia.

Un elemento fundamental será la percepción social de la corrupción que ha contaminado a toda la clase política y que ha vulnerado a los Gobiernos estatales y algunas instituciones, creando un gran rechazo y crítica de la sociedad.

La limpia trayectoria de Meade, su sólida preparación académica, su armónica vida personal y su importante experiencia institucional lo presentan como un personaje con muchas fortalezas que estarán a prueba en ésta, que será quizá, la campaña electoral por la Presidencia de México, más disputada de los últimos tiempos.

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