Las alianzas
Tema dominante del debate político durante las últimas semanas, las alianzas electorales se perfilan como rasgo destacado de la jornada electoral del primer domingo de junio, durante la cual se dirimirán 12 gubernaturas, entre ellas algunas importantes para la correlación de fuerzas a nivel nacional, como Veracruz, Puebla, Tamaulipas y Oaxaca. No se trata de un recurso electoral nuevo o inusitado, al contrario hay antecedentes dentro y fuera del país. No es extraño que partidos afines, que comparten una visión similar del mundo, junten fuerzas para derrotar a un adversario poderoso. Coinciden en una ideología, palabra hoy en desuso, pero que se refiere al conjunto de ideas que se consideran valiosas por las que vale la pena luchar, en el caso de la democracia sin armas, en las plazas públicas, primero y después en las urnas.
Las alianzas en México son una práctica que ha ido en aumento. Durante una época, de 1940 a 1980, fue común la alianza de dos partidos con el PRI, partido gobernante. Posteriormente, en 1988, las alianzas se presentaron como una opción viable para los partidos de oposición y nació la figura de la candidatura común.
Las alianzas a nivel local han tenido éxito electoral y han permitido la alternancia partidista en donde difícilmente se preveía ésta. Mientras el marco legal lo permitió, cada entidad de la república legisló en torno a esta materia. Actualmente las leyes estatales locales se han adecuado, en lo general, a los términos de la federal, por lo que están permitidas coaliciones, candidaturas comunes y candidatos independientes.
El Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) establece como derecho de los partidos políticos el “formar coaliciones, tanto para las elecciones federales, como locales, las que en todo caso deberán ser aprobadas por el órgano de dirección nacional que establezca el Estatuto de cada uno de los partidos coaligados” y establece también las reglas para el registro de la coalición, las cuales únicamente se refieren a la forma, mas no a reglas de ética y/o principios.
Izquierda-Derecha
El centro del debate de las alianzas en México es el que protagonizan partidos que tienen visiones del mundo diferentes, incluso antagónicas, al menos en teoría y en el discurso, como el Partido de la Revolución Democrática y el Partido Acción Nacional. Hay asuntos que han provocado debates encendidos, como el matrimonio entre personas del mismo sexo o la interrupción legal del aborto, en los que estos partidos tienen posiciones diametralmente diferentes, a pesar de lo cual se empeñan en presentar un frente común. Pero hay más, el principal motivo de distanciamiento entre la comunidad empresarial durante el primer tramo del gobierno del presidente Peña Nieto fue la reforma fiscal. Un cambio impositivo que el PAN ha rechazado de manera sistemática y el PRD apoyó con todo. Acción Nacional quiere tumbar la reforma fiscal y el PRD sostenerla a cualquier precio. ¿Cómo es que pueden ir juntos?
La respuesta no es sencilla. Cada partido ve las alianzas con el color del cristal de sus intereses. El PRD es un partido político que está en riesgo de volverse irrelevante en materia electoral, por lo que las alianzas con el PAN son una suerte de salvavidas en medio del océano para tener la oportunidad de ganar alguna elección el próximo mes de junio, en este caso la de Oaxaca. A cambio de quedarse con los votos de Acción Nacional, el partido del sol azteca llegó al extremo de aceptar respaldar la candidatura de Miguel Ángel Yunes en Veracruz, esto a pesar de que a lo largo de su carrera ha sido una especie de “bestia negra” de la izquierda mexicana.
Los militantes del PRD en Veracruz tienen dos opciones: comer sapos y sonreírle a Miguel Ángel Yunes o inclinarse por Morena. La corriente dominante al interior del PRD, la que se conoce coloquialmente como “Los Chuchos” se ha unido a la estrategia de Agustín Basave de concretar la mayor cantidad de alianzas posibles. Hasta el momento hay cuatro comprometidas: Zacatecas, Durango, Oaxaca y Veracruz, pues como se sabe las de Tlaxcala y Puebla se desbarrancaron. Basave percibe que se está llegando muy lejos, forzando la máquina, al pedirle a los perredistas que voten por Yunes, pero el objetivo mayor, supone él, lo vale. ¿Cuál es? Que el PRD llegue al 2018, a la elección presidencial, con posibilidades de competir, de que lo tomen en cuenta. Si llega al 2018 con cierta vitalidad podrá apoyar en la presidencial a un candidato que sería Miguel Ángel Mancera o tal vez, no lo pierda de vista, alguna figura con cierta independencia como un ex rector de la UNAM, que se han estado dejando ver. La situación en el partido no da para más. Los desencuentros en Morelos, donde Graco Ramírez tiene abiertos muchos frentes, amenazan con convertirse en otro gran escándalo.
Con Jiribilla
Para el PAN la previa de las alianzas le ha traído dos noticias, una buena y otra mala: la buena, ya se comentó, es que amarró el respaldo del PRD a la candidatura de Miguel Ángel Yunes en Veracruz, entidad prioritaria de la dirigencia nacional, por el amplio padrón electoral que supone una fuente muy importante de recursos, una plataforma nacional de cara a la elección del 2018. La mala es que se malogró la alianza en Puebla donde el PAN no quiere dejar ningún tornillo suelto, pues para que Moreno Valle mantenga su aspiración de ser candidato del PAN para la grande tiene que ganar en su estado; esto es, que el actual alcalde de Puebla, Tony Gali, sea el próximo gobernador.
Ante el fracaso de la alianza surgieron voces que señalan que los errores de negociación cometidos no fueron casuales sino parte de un operativo para sacar a Moreno Valle de la jugada por la grande y abrirle un lugar al propio Ricardo Anaya, presidente Nacional del PAN, quien así las cosas, competiría contra Margarita Zavala por la candidatura presidencial. Otra vez el viejo pleito, que nunca se ha querido arreglar, entre calderonistas y maderistas. ¿Será plan con maña?
En Familia con Chabelo
Por parte del PRI, Manlio Fabio Beltrones ha tocado el tema en varias ocasiones, siempre con descalificaciones contundentes. Dice el sonorense que las alianzas electorales entre PAN y PRD sólo generan incertidumbres y malos gobiernos. Sostiene que las alianzas a las que se compromete el PRI no son coyunturales, para competir en las urnas, sino que están pensadas para gobernar. Fue Beltrones quien describió las alianzas izquierda-derecha como alianzas “contranatura” que recuerdan aquel segmento del programa de Chabelo de la Catafixia, de un intercambio de apoyo porque no son suficientes por sí mismos para poder triunfar, porque no han generado una plataforma ni una estructura política que les haga sobrevivir por sí solos, por lo cual tienen que amalgamarse aunque sea con sus contradicciones para poder salir adelante.
Al realizarse una alianza electoral, no sólo se está ante las propuestas de cada uno de los partidos, sino se está ante estrategias de campaña, para poder obtener el mayor número de votos y así el triunfo electoral. Una característica esencial de las alianzas electorales es su carácter temporal, lo que justifica que en una elección se unifiquen la representación ante los órganos electorales; sin embargo, los partidos políticos miembros de la alianza conservan su individualidad, autonomía y registro propios, e incluso se ha establecido legalmente que las alianzas se extinguen en el momento en que la autoridad electoral competente da a conocer el resultado definitivo de la elección.
Del resultado de las alianzas electorales en junio dependerá que siga viva la posibilidad de que se valore una alianza entre izquierda y derecha, para la elección presidencial del 2018, claro que tendrían que limarse demasiadas asperezas y procesar contradicciones evidentes, pero la victoria suele evitar la molesta necesidad de dar explicaciones. Si las alianzas entregan buenas cuentas, las seguiremos viendo, potencializadas, en la elección para presidente. Si por el contrario fallan, no quedará más remedio de que, en el 2018, PRD y PAN se atengan a sus fuerzas
¿Y los ciudadanos?
La pregunta que queda en el aire: ¿qué pasa con las promesas realizadas en campaña, con el trabajo conjunto, con los principios básicos de cada partido?
Estas alianzas, aunque válidas, representan parte de las grandes mentiras de los partidos políticos, mentiras que van más allá de promesas ofrecidas en campaña, mentiras sobre los principios básicos, especialmente de éstos diametralmente opuestos: durante años el PAN no logró grandes triunfos electorales, supo convivir como opositor, basado en sus principios ideológicos, ayudó a la apertura democrática presentando a los ciudadanos una ideología clara y firme, demostró congruencia entre lo que se piensa y lo que se hace y logró la aceptación ciudadana en la elección presidencial en dos ocasiones.
El PRD por su parte se integró con diversos grupos de izquierda, comunistas, socialistas, priistas desbancados y un buen grupo, ahora llamado tribus de supuestos líderes sociales. Presentaron ante el electorado, en el momento de su creación, una opción fresca y atractiva de cambio. Lograron uno de los triunfos más significativos: gobernar la ahora Ciudad de México. Aliados con el PAN cambian su fisonomía y también mienten, al aceptar candidatos poco afines a sus principios y aspiraciones de lucha social. Bien calificó Manlio Fabio Beltrones esta alianza como CONTRANATURA, es decir contrario a lo natural, a la esencia ideológica original de estos partidos políticos.
Lejos del triunfo electoral estas alianzas representan el desencanto de los ciudadanos y seguidores de uno y otro y se confirma que en las contiendas electorales lo que menos importa son los ciudadanos, si anteponen sus principios por las prerrogativas económicas que otorga la ley a los ganadores, con facilidad mentirán en sus compromisos con los que quieren gobernar; la credibilidad de los partidos políticos se erosiona cada día más, después que no reclamen la falta de participación ciudadana o lo que en la elección no pudieron lograr. Bien lo decía un viejo maestro “a mejores partidos mejores gobernantes”.