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La sucesión, ¿atributo del Presidente?



LA ELECCIÓN QUE VIENE

Se aproxima la fecha en que los partidos políticos deberán definir a sus candidatos a la Presidencia de la República. Algunos ya lo han hecho, desde luego, como Morena que irá con Andrés Manuel López Obrador quien se encuentra muy adelantado y en campaña desde hace años, quizá la más larga de la historia de las elecciones presidenciales de nuestro País.

Cuarenta y ocho ciudadanos que pretenden registrarse como independientes, entre los que destacan Margarita Zavala de Calderón, Armando Ríos Piter conocido como El Jaguar y Jaime Rodríguez El Bronco, gobernador del Estado de Nuevo León; claro deberán cumplir con el requisito de lograr la firma de más de ochocientos mil ciudadanos que respalden su candidatura.

En el Partido Acción Nacional todo parece indicar que su controvertido presidente, el joven Ricardo Anaya, se postulará dejando atrás a Rafael Moreno Valle, exgobernador de Puebla y el acuerdo con Movimiento Ciudadano y el PRD de presentar un candidato único.

Quedan pendientes las definiciones del PRI y el PRD, en el primero se han mencionado cinco posibles: el secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong; José Antonio Meade, secretario de Hacienda; José Narro Robles, secretario de Salud; Aurelio Nuño, secretario de Educación Pública y Enrique De la Madrid, secretario de Turismo.

En el PRD se han anotado Silvano Aureoles, gobernador de Michoacán; Graco Ramírez, de Morelos, y Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno de la Ciudad de México, de quien se ha dicho abandonará sus aspiraciones presidenciales para cumplir con la reconstrucción de la Ciudad de México; sin embargo, aún no se ha definido.

De acuerdo con el calendario electoral, las precampañas deberán iniciarse el 14 de diciembre del 2017, fecha en la que ya deberán estar registrados los candidatos, tanto de las coaliciones entre partidos o alianzas, así como los independientes.

EL TAPADO, CANDIDATO ÚNICO

Esta elección presidencial del 2018, consideran los especialistas, será la más competida en la Historia de México que contrasta con la elección de José López Portillo en 1976, quien fue un candidato casi único, sólo con un contendiente, sin registro legal:  Valentín Campa, del Partido Comunista Mexicano, por lo que la verdadera lucha se dio dentro del gabinete del entonces presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, apegados a la liturgia del “Tapado” en la que el Presidente en turno definía quién sería el candidato del PRI y, por ende, su sucesor.

En esa época, los años 70, mi juventud, un grupo de universitarios trabajábamos en la secretaría particular del presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, lo que nos permitió conocer de cerca a los actores políticos y algunos de los procesos de decisión, entre ellos el “Tapadismo”. Mario Moya Palencia, secretario de Gobernación; Hugo Cervantes del Río, secretario de la Presidencia, y Augusto Gómez Villanueva, secretario de la Reforma Agraria, eran los contendientes más visibles y mencionados para la candidatura presidencial. Debido a su cargo, el más aludido como posible era Moya Palencia, quien había desplegado una organización nacional que lo promovía a través de la llamada “Plataforma de Profesionales de México”. Todos tenían diferentes cualidades y los especuladores, conforme se acercaba la fecha del destape, daban por hecho que el Secretario de Gobernación sería el lógico candidato del PRI y sucesor de Echeverría.

El 17 de septiembre, Echeverría visitaba el Estado de Guerrero acompañado de su amigo el gobernador Rubén Figueroa F. concluyendo su gira en Acapulco; de manera poco usual, sus actividades públicas fueron suspendidas a las 18:00 horas y se decidió que durmiera en la llamada casa de visitas que la Presidencia de la República tenía en ese puerto, despidiendo tempranamente a todos sus acompañantes e indicándoles que regresaran a la Ciudad de México.

Más tarde, sin estar programado, apareció en Acapulco su secretario de Hacienda, José López Portillo, pocas veces convocado a las extenuantes giras del primer mandatario. La reunión de estos dos personajes fue muy jovial y duró varias horas, sin testigos. Nadie supo de qué hablaron, pero se dijo que fue una reunión de trabajo para analizar la economía del país.

Al tiempo que la reunión se desarrollaba, en el Distrito Federal el diario La Extra de circulación vespertina y nocturna en sus ocho columnas publicaba las declaraciones del director del IMSS que había acompañado al presidente durante su gira: “Estoy preparado para ser y para no ser”. Carlos Gálvez Betancourt. Los analistas serios y los especuladores de café se apresuraron entonces a agregar un nombre más a la lista de los posibles candidatos: Carlos Gálvez Betancourt, discutiendo sus cualidades y ventajas para aspirar a la candidatura.

El 22 de septiembre, el presidente Echeverría asistió en compañía de la mayoría de los integrantes de su gabinete al aniversario de la Casa del Obrero Mundial, en la que, de manera notable, el líder máximo del movimiento obrero, Fidel Velázquez, no asistió; durante el desayuno y los discursos, el Presidente se acercó a Mario Moya Palencia para decirle algo al oído en voz baja, que sólo algunos percibimos: “Señor Secretario, me acaban de informar que los sectores de nuestro partido se encuentran en el despacho del Secretario de Hacienda para invitarlo a ser nuestro candidato a la Presidencia de la República… creo que sería conveniente que se fuera a felicitarlo”. La sorpresa fue mayúscula y quizá su enojo se reflejó en su rostro, no lo podía creer, seguramente pensaba: “López Portillo no sabe  de política está alejado de los problemas reales…” pero Moya de inmediato cumplió con la sugerencia de Echeverría.

De esta manera el destape se había consumado. Fidel Velázquez, secretario de la CTM, y un grupo de dirigentes campesinos de la CNC se reunían con José López Portillo en su oficina para informarle que los sectores del PRI habían decidido que él fuera el candidato del partido a la Presidencia de la República; a partir de ese momento se inició una campaña inédita donde ni el candidato ni el partido tenían enfrente un adversario que amenazara al régimen, por lo que el triunfo estaba garantizado.

La situación actual es muy diferente, como consecuencia de las reformas que paulatinamente desde 1977 se han generado, ya no existe un partido único y la transformación democrática ha permitido la creación de nuevos partidos políticos, contando con una legislación sólida en materia electoral, con instituciones confiables y con una competencia electoral real. La alternancia política es ahora un resultado común en los procesos electorales, por lo que el triunfo no está asegurado con la sola nominación del candidato presidencial.

El tapadismo dejó de ser garantía de éxito y sólo persiste en la designación de los candidatos internos de cada partido, que tendrán que enfrentar una contienda real y convencer al electorado. La sucesión presidencial dejó de ser un atributo del presidente en turno.

La elección del 2018 pondrá a prueba a los partidos, a sus candidatos, a las instituciones electorales y, de manera importante, a los ciudadanos, que tendrán que elegir diputados, senadores, gobernadores y Presidente de la República.

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