Primera reflexión
Ante los repetidos acontecimientos de violencia e inseguridad que vive el país es necesario reflexionar sobre los factores que intervienen en nuestro desarrollo democrático. La libertad, como atributo específico de la condición humana, implica la presencia de diversas cualidades que persiguen finalidades de beneficio personal, la utilidad, la felicidad, la superación y mejoría de la sociedad, entre sus principales fines éticos.
Los ámbitos de la libertad se extienden a las dimensiones económicas, políticas y culturales, con la idea de generar la máxima expansión posible pero “sin lesionar los derechos o aspiraciones de otras personas”. De esta manera sabemos de las libertades de pensamiento, de expresión, de asociación, de tránsito y de reunión, de elección, de educación y de trabajo son principios básicos para nuestro sistema democrático, que sin embargo adolece de un mal ancestral , el sistema de procuración de justicia corrupto y poco eficaz. Este elemento se refleja ahora en inseguridad, impunidad e incluso libertinaje.
Desaliento
México padece una epidemia de desaliento. Es un mal que se contagia con una velocidad pasmosa, crece de manera exponencial. Primero es una persona, después dos, al rato una familia y al poco tiempo una comunidad. No es cobardía, es desánimo, abatimiento, melancolía incluso, por un futuro promisorio que se nos escapa cada vez que parece que lo tenemos a la mano. La gente resiste, persiste, persevera pero sin ilusión como resignada. Entre las asignaturas que quedarán pendientes una vez que se cierre el caso Iguala y sus eslabones de terror destaca precisamente esa , la de inyectar ánimo a la sociedad y hacer eficiente el sistema de impartición de Justicia.
Es una tarea que compete al gobierno en sus tres niveles y a la sociedad en su conjunto, a pesar de que muchos de los políticos más notables también parecen contagiados, habrá que incluirlos, pero también a otros sectores sociales, como los empresarios, los artistas, los periodistas, los autenticos maestros . Todos pueden hacer aportaciones importantes.
Pacto por la justicia
La clave, parece, es sacar fuerza de nuestro interior como nación que ha pasado a lo largo de historia por infinidad de pruebas difíciles de las que ha salido con banderas desplegadas, es la explicación de que hayamos llegado hasta aquí. Los empresarios ya dieron señales de que no bajarán los brazos, toca el turno a la comunidad académica, científica, cultural, deportiva. En el marco de la reciente edición de la Cumbre de Negocios, los líderes de los organismos cúpula del sector privado, el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios y el Consejo Coordinador Empresarial, presididos por Claudio X, González y Gerardo Gutiérrez Candiani, llamaron a la sociedad, comenzando por el gobierno federal, a poner manos a la obra para construir de inmediato un Pacto por México en materia de seguridad y legalidad. La idea, como seguramente adelanta el amable lector, es acceder a un mecanismo similar al Pacto que tanto éxito tuvo para procesar las reformas estructurales hace unos meses, sólo que ahora dirigido al fortalecimiento de las instituciones encargadas de procurar e impartir Justicia que enfrentar una muy grave crisis desde hace años.
Justicia, no venganza
Crisis que ponen en evidencia el dueto diabólico que tiene a México alterado: la corrupción y la impunidad, que conforman un coctel letal que nos impide tomar vuelo como nación próspera y generosa con sus habitantes. La propuesta de la Cumbre es relevante porque no se ha hace a nivel individual sino a un sector. El rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, el doctor José Narro Robles se ha referido en varias ocasiones a los sucesos de Iguala, lo hizo al cierre de la pasada entrega de los Premios Crónica. Dijo varias cosas, por principio de cuentas que las válidas exigencias de esclarecimiento no se realicen mediante actos violentos. Lo que se reclama no es venganza, sino justicia, de modo que no se debe llegar a acciones que alteren a la sociedad. Es terrible que se presente una complicidad entre integrantes del crimen organizado y servidores públicos que no sirven para nada, pero que sí se sirven con la cuchara grande. Sería deseable que otros rectores de escuelas superiores públicas o privadas se sumen a la causa y emitan una posición conjunta, lo que le daría una fuerza magnífica para influir en el ánimo de la sociedad.
Paz y justicia
Lo hizo también en el ámbito religioso el cardenal Norberto Rivera Carrera quien señaló que la patria vive momentos terribles de gran crueldad que debemos rogar al señor para que nos dé un corazón grande para la reconciliación, para establecer paz y justicia en nuestra patria. La verdadera felicidad, dijo, no se fundamenta en lo que se tiene sino en el que somos: hijos de Dios. Es un planteamiento irreprochable, pero lo que se necesita en esta complicada circunstancia no es la voz aislada de alguien , sino de un coro, por lo que otros líderes religiosos se deberían unir en una oración canónica, compartida. Algo similar tiene que ocurrir con los políticos, actuar de manera conjunta, comenzando por los alcaldes del país que se agrupan de diferentes maneras, ya sea por el partido político que representaron en las elecciones, hay por ejemplo organizaciones de alcaldes panistas, priistas y perredistas, que son protagonistas de estos tiempos difíciles y que deben tomar una posición a través de una declaración y acciones conjuntas.
Compromiso de todos
En cuanto a los gobernadores ahí está el espacio de la Conferencia Nacional de Gobernadores que puede jugar un papel determinante en el Pacto sugerido por los empresarios. Lo que no pueden hacer los mandatarios estatales es quedarse mirando con los brazos cruzados. Alcaldes y gobernadores son protagonistas y responsables centrales del fenómeno de la debilidad de las instituciones, ya sean policías o jueces. Y claro los partidos que serán los protagonistas centrales de un nuevo Pacto, claro que antes sus dirigentes tienen que dar muestras fehacientes de altura de miras, de compromiso superior con la nación. Hasta el momento han decepcionado. De hecho aprovecharon la tragedia de Iguala para arrancar la contienda electoral del 2015 y de paso del 2018 lo han hecho lanzándose dardos envenenados unos a otros, con lo que desvían la atención de lo que debe ser el meollo del asunto: cómo fortalecer las instituciones y recuperar para el Estado mexicano el control pleno del territorio nacional. Hoy día hay municipios o regiones en las que el poder real lo ejerce la mafia no los funcionarios electos mediante un procedimiento democrático.
Justicia legal y social
México tiene muchas aspiraciones y medios para alcanzarlas, pero el proceso modernizador de las reformas no tiene oportunidad de transformarnos si el tema de la inseguridad y la justicia no mejora de manera diametral en el corto plazo. La clave está en atacar, ya lo dijimos, a ese dueto miseria: la corrupción y la impunidad. El caso Iguala debe ser el primer paso para comenzar la remontada. El Estado mexicano tiene el compromiso de evitar a toda costa la impunidad, tarea que también debe ser compartida por todos. Hay que seguir hasta arriba la cadena de complicidades sin importar si se afectan a civiles o uniformados. La única medicina contra el desaliento es que haya justicia, que al final del día se imponga el Estado de Derecho, con la captura de esos delitos y de otros en el país el ánimo comenzará a repuntar. La impunidad produce desaliento pero hacer justicia entusiasma, la legal en este caso y la social como una aspiración permanente de todos.