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Elecciones 2018. ¿Cambios o crisis política?



El año próximo se llevarán a cabo las elecciones más grandes y complejas de la historia del país. No es una frase grandilocuente, es una descripción rigurosa de lo que viene. Se instalarán a lo largo y ancho del país 156 mil casillas, se capacitarán más de un millón de ciudadanos que deberán fungir como funcionarios de casilla para renovar a nivel federal la Presidencia de la República, el Senado de la República y la Cámara de Diputados, además de gobernadores en estados como Veracruz, Puebla, Zacatecas, Jalisco, Tabasco, Morelos, Guanajuato, Chiapas y la Ciudad de México y elecciones para alcaldes y legisladores locales. Un gran total de más de 3 mil 300 cargos de elección. La más grande prueba que haya tenido la democracia mexicana. De la manera en que se procese dependerá que se consolide o se desvanezca.

El mensaje dominante en las elecciones anteriores del 2016 y del 2017 es que los ciudadanos quieren un cambio. No están dispuestos a pasar por alto actos de corrupción o ineficacia. Se sabe que están hartos y que quieren explorar nuevos derroteros, ¿pero qué tipo de cambio pretenden?, Cambio sí, pero ¿para qué? ¿Hacia dónde? El reto principal de los partidos políticos y también en parte de los medios de comunicación es diagnosticar con certeza qué tipo de cambio quiere la gente. No quieren el discurso gastado de hace décadas, no quieren servidores públicos que comienzan a dar muestras de corrupción meses después de asumir un cargo, no quieren discursos vacíos, sino resultados concretos, verificables.

Si los partidos quieren mantenerse vigentes y aumentar sus posibilidades de triunfo, es necesario que también hagan ajustes, que cambien. Es obvio que llegó el momento de cambiar. Para saberlo hay que preguntar y escuchar a la gente.

Reinventarse, innovar, modificar la comunicación política, presentar candidatos con buena fama pública. Acaso la mayor innovación sea la de poner al ciudadano en el centro de sus afanes, buscar una cercanía real y positiva, dando seguridades de que su actuación tendrá beneficios para la sociedad y no será aprovechada para el enriquecimiento personal o familiar. 

¿CRISIS POLÍTICA?

Conviene retomar los comentarios públicos de Juan Ramón de la Fuente, ex rector universitario y ciudadano de valía, con un gran reconocimiento social por su desempeño y quien es un psiquiatra exitoso. Que mejor para un buen análisis que un buen psiquiatra, que se ha ocupado del estudio de los problemas sociales nacionales con acierto; como lo hizo en el caso del uso medicinal de la mariguana donde logró establecer un buen nivel de discusión del tema y finalmente su reglamentación.

En cuanto a la política, Juan Ramón declaró recientemente que desde su punto de vista la política está en crisis, que los partidos políticos se han distanciado de sus bases y de los temas que le interesan a la sociedad. Las ideologías han dejado de jugar un papel importante, claro no solo en México, en todo el mundo las izquierdas y derechas han perdido sentido.

La gran crisis, afirma Juan Ramón, tiene que ver más con la identidad de los ciudadanos que no encuentra en las expresiones políticas un lugar donde se puedan sentir representados, existe una desconexión entre los instrumentos tradicionales de la política y lo que llamamos ciudadanía. El mismo concepto de nación habrá que reformularlo, agrega, porque el riesgo es que resurjan los nacionalismos trasnochados como en los Estado Unidos y el Reino Unido ya que en México también existen fuerzas que van empujando estos nacionalismos dogmáticos del pasado, que no ven al futuro, ven al pasado, la política tiene que ver al futuro, tiene que imaginar los nuevos escenarios.

La política, dice, tiene que analizar cuáles serían los escenarios en los que la ciudadanía pudiera interesarse e identificarse para participar con los actores que están tomando las decisiones que nos afectan a todos. Actualmente no existe esta dinámica.

De la Fuente, concluye, la mejor alternativa para México es establecer un esquema para una autentica coalición de Gobierno, que no son alianzas electorales, sino acuerdos para armar en conjunto un programa que se convierta en la opción ganadora y que cuente con mecanismos que permitan tener una mayoría estable durante seis años y por lo tanto, una gobernanza que nos permita dejar atrás algunos problemas diagnosticados con certeza, pero con una terapia ineficaz.

FRENTE AMPLIO

Los dirigentes nacionales de PAN, Ricardo Anaya, y del PRD, Alejandra Barrales, por su parte convocaron a la construcción de un frente amplio opositor, con el objetivo explícito de evitar otro triunfo del PRI. La propuesta prendió y desde hace unos días es tema central del quehacer político. Barrales le envió a Andrés Manuel López Obrador de Morena una carta en la que le explica los motivos del frente y lo convoca a “dejar atrás intereses personales y poner por delante los intereses de la patria”.

El tabasqueño rechazó de manera áspera el ofrecimiento y recordó que desde su óptica esos partidos, PAN y PRD, son parte de la “mafia del poder”. Es claro también que los dirigentes de ambos partidos corrieron la invitación con la conciencia de que López Obrador se negaría. De modo que en el caso del frente amplio es asunto de dos: panistas y perredistas. Al interior de cada partido hay resistencias que tienden a crecer.

Los observadores dicen que el verdadero escollo es elegir un candidato presidencial que no sea vetado por panistas ni perredistas, un ciudadano cuya autoridad moral esté fuera de duda. 

CREDIBILIDAD DEL INE

Por su parte, el Instituto Nacional Electoral requiere ser un eficaz árbitro de las elecciones, tener credibilidad y contar con la confianza de los ciudadanos. Lacerar esa confianza es un acto de traición a la democracia, en el que por desgracia incurren partidos políticos, con voz y voto dentro del Consejo General del organismo, ya que cuando pierden explican su derrota diciendo que les hicieron trampa y que el INE fue cómplice. Es absolutamente reprobable, pues ellos, los partidos, son parte central del andamiaje. La Constitución los considera entidades de interés público por lo que financia sus actividades con dinero público, carretas de recursos que tal vez, piensan algunos, podrían usarse de mejor manera.

En su declaración más reciente sobre el tema, Lorenzo Córdova, presidente consejero, consideró que el instituto está suficientemente consolidado para enfrentar el desafío de las elecciones en 2018, pero no basta con eso, tienen que defender su autonomía, y sobre todo reconstruir la confianza que es fundamental para enfrentar los desafíos del futuro. De ello, depende la credibilidad en los resultados de las elecciones y la legitimidad de los gobiernos democráticos. Como ninguna otra instancia del Estado mexicano, el INE depende de la confianza pública, por lo que la desconfianza es sin duda el principal reto que se tiene que enfrentar.

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