"México atraviesa por una etapa de consolidación de su democracia, de reafirmación de sus libertades y de una amplia participación social”.
Bella frase que supone un país en franco desarrollo político como un buen camino para el bienestar social y el ejercicio pleno de las libertades. Pero vale preguntarnos si en aras de la democracia es aceptable que la tolerancia propicie la violación del Estado de Derecho, que el sentido coercitivo de la ley se aplique a conveniencia de unos cuantos, que se lesione el orden social y se perjudique a ciudadanos y, en muchos casos, a niños y jóvenes a los que nuestro marco jurídico dice proteger.
Que en aras de la democracia los partidos políticos postulen y apoyen a personajes que demagógicamente engañan a la sociedad y usan el poder de la política para enriquecerse, traficando con influencias y aprovechando los presupuestos públicos para acumular propiedades y fortunas insultantes. Que a la primera oportunidad se pongan el antifaz y actúen como verdaderos bandoleros. Que ante la pobreza y necesidades de muchos, la mejor oferta sea incorporarse a las organizaciones criminales, que dan empleo fácil y bien remunerado.
¡Algo falla, algo no está bien! Ningún sistema político podrá ser exitoso si no cuenta con una verdadera conciencia de la sociedad, que respete y enarbole los valores, que condene la corrupción, que se imponga a los intereses y acciones de unos pocos en contra de la mayoría.
En aras de la democracia, debe llegar el momento en que la sociedad luche con firmeza por mantener los valores nacionales, por rechazar las provocaciones de unos pocos, de solapar la corrupción de los políticos con antifaz, de luchar contra la corrupción, rompiendo la tolerancia que la auspicia.
Para levantar el ánimo veamos algunos ejemplos de lo que llaman el México real.
Oaxaca, el poder de los insurrectos
El telón de fondo de la crisis política permanente en Oaxaca, de su creciente déficit de gobernabilidad, de la rapacidad de sus liderazgos, es la pobreza. Esto se refleja de manera contundente en los diversos indicadores de desarrollo social. Digamos el bajo índice de escolaridad y el alto índice de analfabetismo.
Oaxaca, es una de las tres entidades más pobres del país. Casi el 70 por ciento de la población se encuentra en esa adversa situación. La pobreza es un factor que impide la construcción de una ciudadanía exigente y alerta y, por el contrario, es determinante en la creación de clientelas políticas basadas en la repartición de dádivas que hagan posible la sobrevivencia.
Esto es un factor clave para entender la proliferación de grupos políticos que recurren a la presión callejera para obtener dividendos de cualquier tipo. Ante la falta de incentivos para la producción económica, la gente no se organiza para trabajar en fábricas o parcelas, sino para exigir benefactores mínimos. La protesta es, en consecuencia, una chamba bizarra pero segura.
¿Qué ha hecho la clase política en las últimas décadas para revertir esta situación? La respuesta es que no hace prácticamente nada. De hecho la administra políticamente. Vista desde lejos, la crisis de gobernabilidad parecería fruto de la disputa entre diversos partidos políticos antagónicos, pero en realidad la oposición organizada, no la anti sistémica vinculada a la guerrilla, sino la institucional, es muy reciente. Todos sus gobernantes han sido priistas, el actual, Gabino Cué, que también se forjó en el PRI llegó al gobierno impulsado por una coalición anti natural encabezada por el PRD y el PAN.
Lo que explica el caos, fue una explosión al interior de los diversos grupos políticos del tricolor de la entidad, que pasaron del desacuerdo al antagonismo abierto. Las divisiones comenzaron a sentirse desde la década de los años 80, durante el periodo de Pedro Vázquez Colmenares, fallecido en el 2012, quien fue un político tradicional que incluso consolidó el sistema de inteligencia para la seguridad nacional.
En la siguiente década, la de los 90, las diferencias entre los priistas se hicieron mucho más nítidas. Cada grupo comenzó a instrumentar medias de presión, a patrocinar alborotadores, a dejarse sentir por las malas. Los gobernadores Diodóro Carrasco, José Murat y Ulises Ruiz, los tres afamados por haber alcanzado una posición económica y social más que cómoda, le dieron la puntilla.
Diódioro tiene fama de ser un político fino, inteligente, culto. Tal vez lo sea, puede discutirse, pero lo que no tiene discusión es que es un tránsfuga que sólo ve por su beneficio personal. Su partido original, el PRI, lo llevó a la gubernatura del estado y a la Secretaría de Gobernación. No fue suficiente, quiso más y se convirtió, como si nada, en panista. Dicen que ni siquiera se sonrojó. Diódoro es padrino político de Gabino. El triunfo electoral de Gabino fue su triunfo, pero también los fracasos son suyos. De José Murat se puede afirmar que la política lo sacó de pobre a él y a sus hijos y lo encumbró en la pirámide social. Ruiz está agazapado, hace bien en no dejarse ver.
Faltó generosidad, abundó la rapiña. Lo anterior, combinado con las agudas demandas sociales, conformaron un caldo político propicio para todo tipo de aventuras, como la protagonizada por la APPO, que son las siglas de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca. Este grupo surgió al quehacer nacional, después de un fallido intento de desalojo de maestros de la Sección 22 que, fieles a su costumbre, estaban acampando en el Centro Histórico de Oaxaca. Es fama que esos mentores pasan mucho más tiempo en protestas que dando clases, pero esa es otra historia.
Los hechos ocurrieron a mediados de junio del 2006, pocos días antes de la jornada electoral por la presidencia de la República que protagonizarían Felipe Calderón y López Obrador. El candidato del PRI, Roberto Madrazo, quedó en un lejano tercer lugar.
El fallido intento de desalojo abrió las puertas a la APPO y de un día para otro la demanda ya no era la tradicional de aumento de sueldo para los mentores, sino que se fueron por todas las canicas: querían la cabeza del gobernador Ulises Ruiz, de infausta memoria. Se montó una verdadera insurrección. Los choques entre activistas y agentes de seguridad fueron de los más violentos de los últimos años. En uno de ellos murió en circunstancias extrañas, el periodista norteamericano Brad Will.
Hacemos mal en olvidar la furia desatada, porque ese fue el germen del gobierno de Gabino Cué. No es exagerado decir que lo catapultó al poder una insurrección y, en consecuencia, no es extraño que los insurrectos se hayan hecho del poder real mientras que los detentadores del poder formal viven una quimera. Quedó claro el día de la toma de posesión de Gabino cuando en el presídium, en calidad de diputado local, apersonó muy orondo Flavio Sosa, que poco tiempo atrás encabezó a los grupos que lucharon contra las fuerzas federales. La institucionalidad se diluyó y grupos de poder, comenzando por los activistas de la sección 22 del CNTE, asumieron el mando.
Sonora, el fondo de la presa
Una pregunta recorre las calles de Hermosillo, en Sonora, ¿El gobernador Guillermo Padrés podrá resistir una auditoría a sus finanzas personales y las de sus familiares más cercanos? ¿Una vez que concluya su mandato tendrá que gastar parte del botín en contratar al mejor bufete de abogados?
Y es que por aquellos lares hay gente con buena memoria, que recuerda que Padrés llegó al gobierno, hace casi seis años, en la medianía republicana y está por salir con viejas propiedades familiares remodeladas y una aureola de prosperidad inocultable. Se afirma que hasta sus empleados manejan autos de súper lujo. A decir de la prensa local, la remodelación de ranchos abandonados y la construcción de la presa que tanto incomodó a los sonorenses supone inversiones por encima de los 100 millones de pesos, que no es una cantidad menor.
Como no se olvida, Padrés triunfó por el golpe que sufrió el gobierno priista a causa del torpe manejo de la tragedia de la guardería ABC. A pesar de lo cual no se le dio seguimiento adecuado a las demandas de los padres de las víctimas y el problema de empantanó. Aunque se reconoce que es un operador político eficiente, Padrés llega a la recta final de su gobierno aislado y bajo sospecha. Los jefes panistas no quieren aparecer cerca de él por aquello de los contagios y la población espera su turno para calificarlo en las urnas.
Guerrero, el PRD sin candidatos
La decisión del gobierno federal de emprender acción legal en contra de gente del primer círculo del gobernador con licencia Ángel Aguirre Rivero, tendrá impacto inmediato en el proceso de selección del candidato del PRD al gobierno de Guerrero.
Por la cercanía de los detenidos, uno de ellos su hermano, la suerte de Ángel está echada. Todo lo que toque equivaldrá a que lo tocó el diablo. De manera que Sofío Ramírez, que gusta de presentarse en todos lados como escudero de Aguirre, parece fuera de la jugada. Sólo quedan dos: Víctor Aguirre y Beatriz Mojica, que parece la indicada.
Lo cierto es que la elección en Guerrero ya se convirtió en un volado. Las posibilidades del PRD siguen siendo altas, pero ya pocos se apostarían a que repetirá en el Palacio de Gobierno. El PRI con Astudillo es el mejor perfilado, pero no se debe descartar ningún escenario
Guerrero es el ejemplo claro de ingobernabilidad, corrupción, tolerancia negativa y cuna de delincuentes del narcotráfico...