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¿La reforma política del DF para ciudadanos o políticos?



Largo camino
La gobernabilidad de la ciudad ha recorrido un largo camino, desde la integración del Ayuntamiento, después el Departamento Central, posteriormente la Regencia de la Ciudad, cargo que terminó durante la gestión de Óscar Espinosa Villarreal, hasta culminar con la elección directa de sus gobernantes, teniendo como figura principal al Jefe de Gobierno y la división en 16 delegaciones del territorio de la Ciudad de México.

Por lo que se refiere a los asambleístas, en 1987 se realizó una reforma constitucional que creó la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, que funcionó de 1988 a 1994. A partir de ese año otra reforma elevó el rango a Asamblea Legislativa del Distrito Federal y sus integrantes se convirtieron en legisladores.

La Reforma Política del Distrito Federal en la actualidad avanza. Está en el tramo final de su recorrido legislativo. En la Cámara de Diputados fue avalada en lo general por una mayoría contundente de 386 votos a favor. Esta reforma no es algo nuevo. Se han presentado más de diez iniciativas diferentes desde 2010, lo que ha derivado en una larga discusión sobre cuál debiera ser el futuro normativo de la entidad. Sin embargo, las discusiones se han hecho —como es habitual—con base en lo más conveniente para cada partido político y no desde lo realmente óptimo para la capital del país y sus habitantes.

¿CUÁL CLAMOR CIUDADANO?
Hasta la fecha, que yo recuerde, ningún capitalino o ciudadano con opinión seria ha expresado que la reforma política es indispensable o necesaria para mejorar la calidad de vida capitalina. Los estudiantes, maestros e incluso la mayoría de los intelectuales radicados en el Distrito Federal, poco o nada les interesa contar con una constitución, con un congreso o una alcaldía. Nada de esto mejorará su calidad de vida, los servicios, la seguridad, la movilidad. Me atrevo a pensar que si se realizara una auténtica encuesta de opinión la mayoría diríamos que la reforma política no está entre nuestras prioridades ciudadanas. Sin embargo, la reforma avanza con un claro desconocimiento de la gran mayoría de los habitantes de la capital y por lo pronto se asegura que es indispensable que la capital cuente con un Congreso local como cualquier otra entidad federativa y que se abra el periodo para forjar una constitución local, trabajo de alcance “histórico”, relanzando el federalismo, con cambios cualitativos largamente demandados por los partidos de oposición y que hoy, en la administración de Miguel Ángel Mancera, está cerca de ser una realidad.

RÉGIMEN DE EXCEPCIÓN
De esta manera, 53 artículos constitucionales serían tocados a fin de cambiar ciertas reglas operativas y de reparto de puestos políticos, así como modificar sin sustancia denominaciones como “delegaciones” por “alcaldías”, o “Distrito Federal” por “Ciudad de México”, en la entidad federativa que, a la fecha, es la casa de los poderes federales del país. Más allá de los entendidos o desentendidos entre los partidos, queda el asunto de fondo: la relación entre el gobierno de la ciudad y el federal, sobre todo cuando están gobernados por partidos distintos. La experiencia de los últimos años no es encomiable y revela las tensiones que han llevado a que otras ciudades capitales del mundo mantengan regímenes de excepción como París o Washington, que preservan estatutos especiales que limitan las facultades del gobierno local. La reforma en ciernes no acaba por resolver este entuerto.

Se tratará, cuando se concrete, de un triunfo político para sus promotores, entre los que destaca el talentoso y controvertido Porfirio Muñoz Ledo, en su momento ave de las tempestades y añejo promotor de la reforma. No ha sido un proceso terso. Al menos no dentro de las filas del partido en el gobierno federal. No todos sus integrantes tienen la misma opinión sobre los cambios y su trascendencia, aunque hay coincidencia de que se trata de un compromiso adquirido en la negociación del “Pacto por México” sobre todo con la tribu dominante del PRD que se debe cumplir hasta sus últimas consecuencias. Morena votó en contra de la reforma política del DF, la cual, dijo, saldrá muy cara. Aprovechó para despotricar en contra del PRD y de la “mafia en el poder”. López Obrador está molesto por la creación de un Congreso Constituyente donde piensa que tendrá menos influencia que en la actual Asamblea Legislativa.

Desde la acera de enfrente, Miguel Ángel Mancera celebró el avance de la reforma y dijo que la capital podrá contar con una Constitución propia que garantice las libertades y los derechos sociales. Además expresó su reconocimiento a las fuerzas políticas que alcanzaron consensos en ambas cámaras para lograr un rediseño constitucional que permitirá a la capital definir con libertad su régimen interior y su organización política.

RESOLVERÁ PROBLEMAS COTIDIANOS…
Los ciudadanos se preguntan ¿y eso ayudará a los problemas estructurales de la ciudad —abasto de agua, carencias en la infraestructura de transporte público, ausencia de un programa integral de movilidad, depredación de los espacios verdes, permisos de construcción otorgados con pocos o nulos criterios de sustentabilidad y, por supuesto, la inseguridad pública—?, ¿cuáles serían los beneficios reales para la ciudadanía?

Para que la Reforma Política del Distrito Federal tenga significado real para los habitantes de la capital, debe tener impacto favorable en la vida diaria de las personas. No se trata de crear instancias burocráticas para que los hombres y mujeres de poder, los políticos profesionales, tengan más fuentes de trabajo y se repartan el control del presupuesto.

Se trata de que mejore la calidad de vida de los citadinos. La idea es que la organización del gobierno se traduzca en mejor calidad de vida para los habitantes del Distrito Federal. De ser así, la reforma será bienvenida como una noticia positiva para todos. El centro del ejercicio del poder público son los ciudadanos, deben serlo al menos. Si los políticos se creen el principio y fin de las cosas se aíslan y propician la baja participación de los ciudadanos en los asuntos públicos, lo que conduce a vulnerar el proceso democrático.

OFENSIVA DE MORENA
La Ciudad encara la segunda parte del mandato de Miguel Ángel Mancera como un mosaico multicolor en materia de preferencias electorales. Aunque hay tendencias, lo cierto es que es muy aventurado adelantar qué puede ocurrir en la elección del 2018. Claro que la irrupción de Morena agita las aguas, pues perfila una ofensiva sin contemplaciones hacia el Palacio del Ayuntamiento. Parte central de la estrategia para lograr que López Obrador continúe en su carrera para la elección Presidencial es que Morena se convierta en la fuerza política hegemónica en la ciudad. Todavía no lo es. Su bancada en la Asamblea Legislativa ha resentido una efectiva estrategia de la oposición que podría replicarse en el futuro próximo, acaso con el lanzamiento de un candidato común en el 2018 que encare a la carta de Morena que está entre Ricardo Monreal y Claudia Sheinbaum, ambos delegados, en Cuauhtémoc y Tlalpan, respectivamente, y cercanos al ánimo del “Peje” que decidirá de manera unilateral, como es su costumbre. Monreal quiere forzar a López Obrador a designarlo, pero podría llevarse una sorpresa ingrata.

ESPECULACIONES FUTURISTAS
En el frente del PRI se han registrado cambios que tienes su jiribilla y que propician especulaciones futuristas. Hace pocos días Mariana Moguel asumió la presidencia del Comité Directivo en el Distrito Federal. El nombre dice poco, a menos que se añada el dato de que es hija de Rosario Robles, actual secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, antes titular de la Sedesol. Como se sabe Rosario, a quien el presidente Enrique Peña Nieto le dijo una vez en público “nos vemos en el 2018”, fue jefa de Gobierno del Distrito Federal y dirigente nacional del PRD, quien ha demostrado capacidad y habilidad política, además de simpatía de muchas mujeres importantes; por lo que se dice, podría ser la candidata del tricolor para intentar detener la marea de Morena.

En el PAN se habla de Xóchitl Gálvez delegada en Miguel Hidalgo que ya mostró que puede ganar con una estructura mínima, por lo que, bien respaldada y con el presupuesto suficiente para las acciones de proselitismo, puede resultar más competitiva que lo que en su momento fue, por ejemplo, la señora Miranda de Wallace que resultó una candidata apenas testimonial. Es curioso que en el PRD, partido que llevó al gobierno del DF a Miguel Mancera todavía no despunte ningún aspirante. Se habla de Patricia Mercado, que llegó hace poco a la Secretaría General del Gobierno y también de Salomón Chertorivski, el inquieto secretario de Desarrollo Económico que percibe adoquinado el camino rumbo al zócalo. Algunos observadores o especuladores profesionales adelantan que ante los escenarios de incertidumbre y con los capitalinos con ganas de votar por un cambio, no sería raro que apareciera en el horizonte la figura de un candidato independiente, que diera el vuelco a las preferencias electorales.

¡Con Constitución o sin ella, los capitalinos deseamos que la calidad de vida mejore!

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