OPORTUNIDAD
Con la toma de posesión del nuevo gobernador, Héctor Astudillo Flores que emerge de un proceso democrático cuyo resultado fue aceptado por todas las fuerzas que participaron y validado por los organismos electorales, se abre para el estado de Guerrero, uno de los más pobres y violentos del país, una pequeña ventana de oportunidad para recuperar la vida institucional, el imperio de la ley, desconocido para varias generaciones de guerrerenses. La entidad ocupa con regularidad los últimos lugares en el listado nacional de desarrollo, lo que no es extraño pues condensa dentro de su territorio males ancestrales. El nombre de este estado es en honor y recuerdo a Vicente Guerrero Saldaña (1783-1831) destacado héroe de la Independencia y Presidente de México en 1829, nacido en Tixtla, Guerrero. El Congreso de la Unión declara el 27 de Octubre de 1849 legalmente constituido el Estado Libre y Soberano de Guerrero, y se nombra al General Juan N. Álvarez como Comandante General Interino. El Estado está dividido en siete regiones: Acapulco, Costa Chica, Costa Grande, Centro, la Montaña, Tierra Caliente y Región Norte.
Conforme al INEGI, Guerrero se encuentra entre las tres entidades más pobres del país y se conjugan los tres tipos de pobreza identificados por el Coneval: alimentaria, de capacidades y patrimonial. Hay un indicador tan ilustrativo como inquietante: el porcentaje de niños y adolescentes en condiciones de pobreza multidimensional, lo colocan en el segundo lugar nacional con el 75.9 por ciento.
A la pobreza habría que agregarle la debilidad de las instituciones como otro signo distintivo. La ingobernabilidad no ha sido una expresión abstracta: la incapacidad, negligencia e ineficacia de sus gobiernos han sido una constante.
PROSPERIDAD EFÍMERA
Guerrero tuvo una oportunidad de prosperidad en el periodo presidencial de Miguel Alemán Valdés, con el lanzamiento de Acapulco, en la década de los años 50 como el referente turístico de México en el concierto internacional, y acaso también a nivel de América Latina. El éxito del puerto, con la bahía más bella del mundo, fue notable y mostró que el turismo puede ser la opción para sacar a la entidad del marasmo en que se encuentra. Pero Acapulco fue en buena medida un espejismo reducido a la Costera, pues en otros lados de la ciudad y en el interior del estado se fraguó una tormenta perfecta en la que se combinaban varios elementos: cacicazgos violentos, guerrilla, y cientos de miles de campesinos en la pobreza extrema, cuya única opción real era cuidar cultivos de amapola y mariguana que ahí estaban y ahí siguen. Los extremos son la regla. Fortunas de dimensiones inmorales con pobreza lacerante.
Si a ello se añaden, la poderosa presencia del crimen organizado, tenemos ante nosotros todos los elementos para una tormenta perfecta.
Viéndolo con la perspectiva del tiempo, a nadie sorprende la aparición de grupos guerrilleros que han operado en la zona desde los años 60 hasta la actualidad. El estado es protagonista permanente de las páginas de nota roja. Los asesinatos se repiten un día y otro también. La violencia no da tregua, como se ha demostrado en los últimos días. El desgaste propició una crisis institucional que mostró su cara más fea, horripilante, la noche del 26 de septiembre del 2014, cuando un grupo de normalistas de Ayotzinapa cayó en manos de los Guerreros Unidos, banda criminal conformada sobre todo por policías de Iguala y Cocula. Peor, imposible.
LA GUERRILLA
El punto culminante del activismo de la guerrilla en Guerrero, al menos del grupo armado vinculado al Partido de los Pobres y cuyo líder era el maestro rural Lucio Cabañas, fue el secuestro, en 1974, de Rubén Figueroa Figueroa, entonces candidato del PRI a gobernador del estado y miembro de una de las familias más poderosas de la entidad que todavía hoy sigue teniendo peso en el estado. Fue un secuestro sui géneris que acepta múltiples lecturas, la versión más conocida es que Rubén Figueroa le solicitó al presidente de la República en turno, Luis Echeverría, intentar dialogar con los guerrilleros; autorizado, fue a buscar a Lucio a su guarida en las montañas y ya estando cara a cara con el guerrillero, decidieron retenerlo como rehén para presionar al gobierno en sus peticiones, como respuesta a la guerrilla se ordenó una enorme y eficaz movilización del Ejército, que logró liberar al secuestrado en septiembre de 1974, siendo éste el principio del fin para la guerrilla en Guerrero.
La gente de Lucio siguió movilizada pero perdió capacidad de intimidación y tuvo que pasar a la defensiva. Oriundo de Atoyac, Lucio fue un maestro rural, egresado de la Escuela Normal de Ayotzinapa, desde joven destacó por su liderazgo en la zona, lo que lo hizo acercarse a las filas del comunismo activo. Su primera opción fue la política, pero la cerrazón del gobierno de aquel entonces y los reiterados actos de corrupción lo empujaron a la clandestinidad. Tuvo éxito gracias al apoyo de la población que respaldaba su lucha planteada como una guerra de los pobres contra los ricos, considerando al Ejército custodio de los intereses de los poderosos. Creó una milicia denominada brigada de ajusticiamiento. Murió en un combate contra soldados en diciembre del mismo año 1974.
Por su parte, otro egresado de la Normal de Ayotzinapa, Genaro Vázquez Rojas fue cabeza de la Asociación Cívica Guerrerense y la Central Campesina Independiente que integró otro grupo guerrillero en las montañas de Guerrero. Le daba por asaltar bancos para “financiar” su movimiento. Genaro habría muerto, como consecuencia de un accidente automovilístico cerca de Morelia, Michoacán en 1972.
La guerrilla actual, es el llamado Ejército Popular Revolucionario, salió a la luz pública en el primer aniversario de la matanza de Aguas Blancas, ocurrida a mediados de 1995, cuando un grupo de policías del gobierno de Rubén Figueroa Alcocer disparó sobre un grupo de integrantes de la Organización Campesina de La Sierra del Sur. Hubo 17 muertos. Todavía circula por las redes sociales un video sobre los hechos que derivaron en la salida del Gobernador Figueroa Alcocer y la llegada, quién lo diría, de Ángel H. Aguirre.
ELECCIONES 2015
En las elecciones de junio de este año, celebradas en un entorno particularmente complejo, con Rogelio Ortega como gobernador interino, quien por cierto, fue rebasado por un grupo del magisterio guerrerense que, aunque carente de argumentos, convirtió sus protestas contra la reforma educativa en revuelta social.
Héctor Astudillo, candidato del PRI, derrotó a Beatriz Mojica del PRD, a Jorge Camacho del PAN y a Luis Walton de Movimiento Ciudadano, entre otros. La victoria de Astudillo fue superior a seis puntos porcentuales, lo que inhibió los conflictos post electorales. El PRI también ganó la mayoría de los ayuntamientos y los lugares en el Congreso local. La gente salió a votar y dio un inequívoco mensaje de cambio y a favor de la vida institucional. Astudillo es un político experimentado que ha sido alcalde de Chilpancingo y senador de la República. Se formó al lado de José Francisco Ruiz Massieu de quien fue por un tiempo su secretario particular. Ya antes había sido candidato a gobernador, aunque en su primer intento perdió con Zeferino Torreblanca, del PRD.
DESALIENTO
Señal lastimosa de que muchas lecciones no se han aprendido, es la información de que el pasado jueves en la ciudad de Cuernavaca, personal militar detuvo a Eric Ulises Ruiz, alcalde perredista de Cocula, en compañía de un delincuente apodado “El Tomate”, hermano del ex jefe de la banda criminal de Guerreros Unidos, grupo al que se atribuye, según la versión oficial, el asesinato de los normalistas de Ayotzinapa. ¿Cómo fue posible que Ulises se presentara como candidato del PRD y ganara la elección? precisamente en esa localidad, sede de la historia nacional de la infamia, municipio con todos sus elementos policiacos coludidos con el crimen, sin que ninguna oficina de inteligencia del gobierno mexicano lo impidiera. Alguien en el Cisen no está haciendo bien su chamba. Algo, francamente reprochable, México, y muy particularmente el presidente Enrique Peña Nieto están pagando un precio altísimo a nivel nacional e internacional por los sucesos de Iguala como para bajar la guardia. Según la información divulgada, el alcalde y el narco fueron sorprendidos en posesión de armas y quizá droga. Una nota francamente desalentadora.
EVITAR LA TORMENTA
Las regiones más pobres del país son las más propensas a conflictos y revueltas sociales. La incompetencia gubernamental para diseñar e implementar planes de desarrollo y políticas públicas adecuadas y eficaces, constituyen un obstáculo infranqueable para el crecimiento económico y el bienestar social.
En este sentido, el caso de Guerrero es un triste ejemplo. Con destinos turísticos de primer orden y recursos naturales de enorme riqueza, sus gobiernos han sido incapaces de agregar valor a éstos y otros procesos productivos, e incluir en ellos a los grupos más vulnerables de la entidad.
Esperemos, por bien de los guerrerenses, que ya se lo merecen, un futuro mejor. Por lo pronto el nuevo gobierno cuenta con el voto popular, que le otorga la legalidad y legitimidad para gobernar y, a decir del nuevo gobernador, los retos son:
1. Establecer el estado de derecho dada la inseguridad pública.
2. Programa económico para la reactivación del empleo.
3. Transparencia y rendición de cuentas; y
4. La aplicación de la reforma educativa; algunos guerrerenses, han agregado: combate a la desigualdad social, retomar la gobernabilidad, combate a la impunidad, impulsar el desarrollo sustentable, respeto a los derechos humanos, mejorar la administración de justicia, combate a la pobreza y desempleo.
Deseamos que el nuevo gobierno estatal cuente con un efectivo apoyo del gobierno federal y juntos puedan encontrar la fórmula para evitar la tormenta.