Se afirma que la historia del Ejército mexicano es también la del país; por ello, creímos conveniente recordar el proceso histórico de nuestras Fuerzas Armadas y tratar de comprender mejor el papel que les ha tocado desempeñar en nuestro contexto social.
LAS RAÍCES
Para los aztecas, la preparación militar era obligatoria, los jóvenes recibían educación de acuerdo a su nivel social, los nobles al Calmecac destinada a la formación de oficiales, sacerdotes y gobernantes; los plebeyos acudían al Tepochcalli que aportaba los contingentes para la defensa, la conquista y las guerras. La actividad bélica era el único camino para el ascenso social, los grupos armados cumplían un rol relevante y contaban con sistemas para el reclutamiento y adiestramiento de tropas.
LA COLONIA
En la época colonial para integrar la tropa se recurrió al sorteo entre vecinos, que sin censos y con ocultamiento de pobladores no tuvo éxito, por lo que se aplicó el reclutamiento por leva; reclutamiento forzado, que muchas veces fue utilizado para la venganza, despojo de bienes y eliminación de personas indeseables para los poderosos. Este sistema se mantuvo durante todo el tiempo de la colonia y sobrevivió en varias etapas del México independiente.
LA INDEPENDENCIA
Durante la Independencia se formó un ejército popular con voluntarios, los primeros fueron los sirvientes de Miguel Hidalgo, presos liberados, una compañía de dragones del Regimiento de la Reina y centenares de campesinos, empleados y artesanos. El Ejército Insurgente se formó el 16 de septiembre de 1810 y fue encabezado por el cura de Dolores como Generalísimo, por el Capitán General Ignacio Allende y el Teniente General Mariano Abasolo; posteriormente sería dirigido por José María Morelos.
EJÉRCITO TRIGARANTE
El 27 de septiembre de 1821 Iturbide entró a la cabeza del Ejército Trigarante triunfalmente a la ciudad de México. Se trataba del primer Ejército más o menos organizado del México Independiente. Tuvo dos acontecimientos destacados: el rechazo de la armada española guarecida en San Juan de Ulúa que pretendía desembarcar en Veracruz y la creación en octubre de 1822 de la Academia de Cadetes, que sería el precedente de lo que hoy es el Colegio Militar.
EJÉRCITO LIBERAL
De 1825 a 1829, el llamado Ejército Nacional enfrentó los intentos españoles de reconquista de México, la Guerra de Texas, la Guerra de los Pasteles y la invasión estadunidense, siendo un ejército que resultó poco apto para el combate, según las reseñas históricas. Siendo hasta 1857 cuando surge un Ejército Liberal que enfrentó al ejército más poderoso de la época de los franceses. Tras una larga guerra, se vieron obligados a salir de México, y el ya derrotado Ejército Conservador sucumbió en Querétaro, restaurando entonces la República.
EJÉRCITO PORFIRIANO
Los generales triunfantes, con pleno dominio en las estructuras del ejército, reabrieron el Colegio Militar e hicieron sentir su influencia, sobre todo con la declaratoria del Plan de La Noria y el Plan de Tuxtepec, los cuales dieron origen a la conformación del Ejército Federal y la Guardia Nacional. Este ejército, conocido coloquialmente como el “porfiriano”, se dedicó a mantener el orden y aplastar toda disidencia.
EJÉRCITO CONSTITUCIONALISTA
El actual Ejército mexicano es producto de la Revolución Mexicana. Aunque pocos lo recuerdan, correspondió al Congreso del estado de Coahuila iniciar el procedimiento del que emergió el Ejército mexicano en febrero de 1913, formado por ciudadanos comunes y corrientes. Fue la reacción del gobernador de ese estado, Venustiano Carranza, al asesinato del presidente Francisco I. Madero y la traición de Victoriano Huerta. Traición fraguada, por si alguien lo ha olvidado, en la embajada de Estados Unidos.
EJÉRCITO INSTITUCIONAL
Dicen que origen es destino. En el caso del Ejército llama la atención que haya nacido para reintegrar al país la institucionalidad perdida por medio de un golpe de Estado. La victoria del Ejército sobre los mercenarios leales al usurpador Victoriano Huerta marcó el camino por el que ha transitado durante un siglo el instituto armado. La lealtad es su origen. De manera que si bien su misión formal es defender la soberanía nacional de acechanzas exteriores y proteger al pueblo ante los golpes de la naturaleza, el Ejército es también garante de la vida institucional del país, de la posibilidad de aplicar en la vida cotidiana el proyecto de nación que establece la Constitución, que es el otro gran fruto de la Revolución que dio lugar al México de nuestros días.
EJÉRCITO DEL PUEBLO
No es casual que el primer apelativo del instituto fuera el de Ejército Constitucionalista. La creación de un Ejército nacional fue clave en el proceso de pacificación del país. Contribuyó de manera determinante a terminar con las aventuras militares de caciques locales reacios a seguir el camino marcado por el poder federal. El país logró pacificarse después del desenfreno violento de la Revolución. No se recurrió en aquellos primeros momentos a la élite para conformar al Ejército que, hay que decirlo aunque suene a frase hecha, surgió del pueblo y para el pueblo, que es un rasgo que lo distingue en el concierto de las naciones. Hay quienes intentan, con alevosía, separar al Ejército del pueblo, con lo que tratan de quebrar su esencia.
AUXILIO A LA POBLACIÓN
De manera sistemática, cuando se realizan sondeos de opinión sobre las instituciones nacionales, el Ejército ocupa el primer lugar en aceptación. Una relación funcional entre el pueblo y los uniformados es vital para que puedan cumplir sus delicadas tareas.
Uno de los factores que explican el aprecio es el Plan DN III, diseñado para asistir a la población en caso de desastre. Su efectividad está fuera de toda duda. El primer caso documentado de asistencia dentro de esta modalidad se registró, dicen los anales, en la década de los años 60 como consecuencia del desbordamiento del Río Pánuco. Los soldados que participan en el Plan son expertos en búsqueda y rescate de personas, en la evacuación rápida de comunidades en riesgo, en administración de albergues, aplicación de primeros auxilios, preparación de comidas y en vigilancia de áreas afectadas, entre otras acciones humanitarias.
SÓLIDA FORMACIÓN PROFESIONAL
Una de las fortalezas del Ejército es su profesionalización, derivado de la consolidación del Sistema Educativo Militar que se ha ubicado en la vanguardia continental. Educación es sinónimo de modernidad. Se trata de un proceso de transformación física, mental y cultural de los hombres y mujeres que deciden enrolarse. Su propósito fundamental es capacitar a los futuros cuadros de mando para servir mejor a la patria. Se forman profesionales en diversas ramas del conocimiento, como pilotos aviadores, ingenieros, médicos, odontólogos, entre otros. Se entrena a los jóvenes para ser profesionistas con honda formación nacionalista. La preparación cada vez más exigente de sus mandos hace del instituto armado un ejemplo de profesionalismo.
CLIMA DE TENSIÓN
Se dice que febrero es el mes del Ejército, pues en el periodo se encuentran efemérides relevantes como la Marcha de la Lealtad y el aniversario de su creación. El pasado día 19 de febrero cumplió 102 años. En las celebraciones de este año imperó un clima de tensión, de incomodidad, pues el instituto ha recibido una andanada de críticas, de descalificaciones severas, por los casos de Tlatlaya y Ayotzinapa que han ocupado las primeras planas de los diarios nacionales en los últimos meses. ¿Cómo se llegó a esta situación?
DESGASTE
Hay que recordar que desde el año 2006 como parte de los Operativos Conjuntos el entonces comandante en jefe, el presidente Felipe Calderón, sacó a los soldados de los cuarteles y los ubicó en la primera línea de combate en la lucha del Estado en contra de las bandas del crimen organizado. Se dijo entonces que sería algo transitorio, un trabajo de contención en lo que las policías se reorganizaban para poder cumplir con su trabajo. Pasaron los años, el PAN salió de Los Pinos, regresó el PRI y los soldados siguen ahí pues las policías eficaces siguen siendo una quimera. Esta situación es anómala. No hay, ni siquiera, un marco legal que regule con claridad el trabajo de los soldados en las calles. El desgaste era y es la consecuencia lógica.
Los tiempos que corren son complejos, de eso no hay duda. Las instituciones nacionales crujen. Su fortaleza está a prueba. Las situaciones sensibles se multiplican. El Ejército no ha salido indemne.
SALVAGUARDAR LAS INSTITUCIONES
Es claro que los uniformados que se equivoquen tienen que enfrentar las consecuencias de sus actos. Para nadie es un secreto que existan mandos que tienen en el retiro un nivel de vida incompatible con sus ingresos. Dinero inexplicable. En cualquier institución hay mala hierba. Lo valioso del Ejército es que como institución no se ha contaminado. De las 46 zonas militares que hay en el país, hay problemas severos en un puñado de ellas ubicados en zonas de alta presencia de actividades delictivas como en estados fronterizos o Guerrero y Michoacán. Mantiene en lo más alto la bandera del servicio a la patria hasta el grado del sacrificio. Su concurso para salvaguardar las instituciones y darle una oportunidad real a la democracia está más allá de cualquier ataque insidioso.
No se trata de quemar incienso. Se trata de reconocer el trabajo desplegado, de exigir que las desviaciones se corrijan y sobre todo de mantener una cercanía entre los uniformados y el pueblo del que emana y al que sirve… Honor a quien honor merece.