TAN LEJOS DE DIOS Y TAN CERCA DE ESTADOS UNIDOS
La frase que ilustra lo que muchos mexicanos piensan del vecino del norte se atribuye al general oaxaqueño Porfirio Díaz, quien así planteó el desafío permanente de compartir miles de kilómetros de frontera con un país cuyos líderes se formaron en el espíritu del Destino Manifiesto que se sintetiza en la frase de “América para los americanos”, entendiendo por americanos los ciudadanos de la Unión Americana.
La expresión más contundente de esa doctrina la padeció México en la Guerra del 47, resultado de la cual los norteamericanos le arrebataron a nuestro país los territorios que hoy ocupan Nuevo México Nevada, Arizona, y claro California, la joya de la corona. Se dice poco, porque duele recordarlo, pero en septiembre de 1847 la bandera de las barras y las estrellas ondeó en Palacio Nacional arriba de la campana que tocó el cura Hidalgo.
A partir de este hecho histórico México construyó su nacionalismo en un sentimiento anti-norteamericano que se consolida con la expropiación petrolera.
Dentro de las mentiras más frecuentes que estamos acostumbrados a escuchar está que Estados Unidos es “amigo” de México. Nada más falso que eso. Más bien, como lo señaló en su momento Adolfo Aguilar Zínser, “México es el patio trasero de Estados Unidos”. Las relaciones con el vecino del norte han sido desiguales y conflictivas. Parte de nuestro conflicto es ser vecino de un país expansionista, históricamente discriminador y líder del capitalismo.
LOS TEMAS VIGENTES
Tres son los temas que siguen vigentes: el intercambio comercial; la migración y el narcotráfico. En el primero, durante la presidencia de Carlos Salinas de Gortari, se firmó el Tratado de Libre Comercio —TLCAN— con el presidente estadunidense George H. W. Bush, y el primer ministro canadiense Brian Mulroney, el 17 de diciembre de 1992 y entró en vigencia el 1 de enero de 1994.
El segundo es un fenómeno que tiene que ver con el alto número de migrantes nacionales, quienes en busca del “sueño americano” acceden de manera ilegal a territorio norteamericano y que, muchos de ellos, aportan trabajo de calidad e ingresos a la sociedad norteamericana; sin embargo, las medidas adoptadas en Estados Unidos para detener esta inmigración han intensificado el debate, especialmente por la construcción de un muro que separa físicamente a los dos países y el acuerdo migratorio sigue siendo un tema pendiente.
El tercero, el narcotráfico, que al igual que los otros temas tiene miles de aristas y enfoques, en éste se ha considerado históricamente a los Estados Unidos como el país de los consumidores y México como el gran productor, pero para desgracia de los mexicanos ahora también somos consumidores. Se han firmado acuerdos que han dado pie a operaciones encubiertas, a participación de agentes norteamericanos en México y a una gran violencia entre los grupos delictivos, sin gran éxito.
LA AMENAZA
El actual presidente Barack Obama, que está a punto de concluir su segundo mandato en la Casa Blanca, no ha tenido a México en el radar, pero cada encuentro con un presidente mexicano, sea Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto, reparte palmaditas en la espalda y palabras melosas. No obstante, el inicio formal de la campaña para las elecciones presidenciales estadunidenses del año que entra, ha puesto a México en el centro del debate político de la peor manera, gracias a que uno de los contendientes del Partido Republicano, el magnate Donald Trump, tuvo la ocurrencia de centrar su discurso en una crítica a la migración que alcanzó tintes francamente fascistoides y que incluye el amago de construir un muro a todo lo largo de la frontera, muro que Trump se aseguraría que los mexicanos pagaran.
Lo que comenzó como una anécdota incómoda se transformó en poco tiempo en una alarma porque Trump comenzó a subir como espuma en las encuestas hasta colocarse, por un tiempo al menos, a la cabeza de las preferencias entre los republicanos. Después del tema del muro, Trump fue más allá, dijo que al ganar las elecciones emprendería un programa de deportación masiva que podría alcanzar 11 millones de personas, lo que ha sido considerado una locura por líderes de opinión, pero aceptado por un sector del electorado norteamericano.
LOS INTELECTUALES
Ante esto, un grupo de 67 intelectuales de América Latina, España y Estados Unidos publicaron una carta para descalificar la conducta del candidato republicano. La carta fue idea de Enrique Krauze y de Carmelo Mesa un maestro de la Universidad de Pittsburg. La carta, de la que rescatamos pasajes destacados, dice que los intelectuales se niegan a seguir guardando silencio frente a las alarmantes declaraciones del candidato presidencial, quien desde el anuncio de su candidatura ha acusado a los inmigrantes mexicanos de ser criminales, violadores y traficantes de droga. Su discurso de odio apela a las más bajas pasiones, como la xenofobia, el machismo, la intolerancia política y el dogmatismo religioso. Todo lo cual inevitablemente recuerda campañas que en el pasado se han dirigido contra otros grupos étnicos y cuya consecuencia fue la muerte de millones de personas.
Desde la perspectiva de los pensadores, los ataques verbales del Sr. Trump no se basan en estadísticas y hechos comprobados sino en su muy personal e infundada opinión. No sólo desdeña a los inmigrantes hispanos (después podrían seguir otros grupos étnicos) sino que exhibe una peligrosa actitud contra sus oponentes, a quienes tacha de estúpidos o débiles. Desde el punto de vista de los intelectuales, la expulsión de los inmigrantes mexicanos sería catastrófica para estados como California, Arizona, Nuevo México y Texas, donde la mayor parte del trabajo manual es mexicano. La conducta del Sr. Trump es indigna de un candidato a la presidencia del país más poderoso del mundo. Condenamos esa actitud y esperamos que el pueblo estadunidense cese de tolerar sus absurdas posturas.
EL GOBIERNO DE MÉXICO
La canciller mexicana, Claudia Ruiz Massieu, por su parte, presentó durante una gira de trabajo por Nueva York, a finales de octubre pasado, una estrategia para contrarrestar la serie de mensajes peyorativos expresados por algunos políticos y aspirantes presidenciales en Estados Unidos, dijo, sin mencionar a Trump por su nombre, contra los migrantes de México. La estrategia consiste en multiplicar las voces de la comunidad mexicana y mexicano-estadunidense, así como de los socios de México en Estados Unidos, para que difundan la realidad de las contribuciones de la migración.
La intención sería refutar con hechos e información las declaraciones denigrantes expresadas en contra de mexicanos en Estados Unidos. La funcionaria mexicana destacó que en la reunión que sostuvo con organizaciones y líderes de migrantes, empresarios, ejecutivos de negocios y miembros del Consejo de las Américas, pidió difundir los hechos sobre los mexicanos en Estados Unidos y generar así un “efecto multiplicador”.
¿SERA MEJOR?
Hace unos días, la comisión de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos aprobó el nombramiento de Roberta Jacobson, propuesta por Barack Obama, como nueva embajadora en México, en sustitución de Tony Wayne. El camino de Roberta ha estado plagado de obstáculos a pesar de ser uno de los mejores cuadros del servicio diplomático norteamericano. De hecho todavía le falta un paso más: la aprobación del pleno senatorial.
En México, Miguel Basáñez, un hombre con muchas cualidades, libró la aduana del Senado mexicano casi sin despeinarse y ya despacha en Washington como embajador de nuestro país. Jacobson obtuvo notoriedad porque tuvo a su cargo directo las negociaciones que condujeron a la reanudación de relaciones entre Estados Unidos y el régimen de Cuba. Puede afirmarse, sin exagerar, que es la funcionaria del Departamento de Estado que mejor conoce México, incluso las tripas del Tratado de Libre Comercio y habla bien español.
Antes de Wayne estuvo en la embajada Carlos Pascual, a quien le estalló en las manos el escándalo de los cables de “WikiLeaks”, por lo que el gobierno de México pidió formalmente su salida, ocasionando un enfriamiento notable en las relaciones justo cuando Hillary Clinton era secretaria de Estado. Antes estuvo un tiempo entre nosotros Tony Garza, que tuvo un papel muy gris como diplomático pero luminoso en el terreno sentimental, pues se casó con Asunción Aramburuzabala, que según cuenta la leyenda es la mujer más rica del país. El enlace duró poco y hoy día los dos andan con diferentes parejas. En la comunidad diplomática se dice que el mejor embajador norteamericano en México fue Jeffrey Davidow que estuvo en nuestro país de 1998 al 2002. El gobierno mexicano, en tiempos de Vicente Fox, le concedió la condecoración Águila Azteca. Se la entregó el entonces embajador en Washington, Juan José Bremer.
QUÉ VIENE
Las relaciones México-Estados Unidos han sido siempre complicadas. Vecinos siempre seremos, pero socios comerciales en igualdad de condiciones difícilmente. Se ha dicho que nuestro vecino del norte no tiene amigos, sino intereses, lo cual en nuestras relaciones diplomáticas se ha hecho presente. La política exterior norteamericana es meramente de conveniencias, basada en términos materiales: dólares, barriles de petróleo, etc.
Vale recordar la afirmación del Gral. Lázaro Cárdenas: “más difíciles y complejas las negociaciones para indemnizar a los norteamericanos que ocupaban tierras en franjas fronterizas y costeras, donde la constitución prohíbe la propiedad de extranjeros, que las llevadas a cabo con motivo de la expropiación petrolera”.
En nuestra relación hay mucho trabajo por hacer en la búsqueda de soluciones equitativas, pero, a pesar de lo que piensa el señor Trump, la migración es un recurso importante para las economías de los dos países. Las declaraciones intolerantes únicamente persiguen notoriedad, pero sin duda cómo alimentan el sentimiento anti-norteamericano y hacen recordar nuestra historia.