"Los voladores somos espíritu libre, noble y entregados a este oficio, podemos sentirnos
grandes y ser grandes pero nunca para desdeñar ni hacer menos a nadie. Ser volador es
formar parte de uno de los símbolos más importantes y reconocidos de México en el mundo
entero".
Anastasio Tiburcio Santiago, volador, caporal, huahua, negrito y flautista.
A los Voladores de Papantla, la mayoría de los mexicanos los hemos visto más de una vez
y hemos hecho alarde de su destreza y valentía, pero esta danza, que tiene sus orígenes en
el periodo pre-clásico Medio mesoamericano ( se han encontrado representaciones de este
ritual en la cerámica funeraria de las culturas de Occidente: Colima, Jalisco y Nayarit) va
mucho más allá del valor, ya que para ellos, es una genuina plegaria a los dioses por medio
de la cual se busca obtener su benevolencia en las lluvias y por ende fertilidad en las
cosechas y siembras.
Ya que el conocimiento de los ciclos y de los astros está reflejado en el arte de los
voladores. Es importante recordar que el arte anahuaca para poderse considerar arte debía
llevar intrínseco una enseñanza científica o la perpetuación de un conocimiento.
En la Ceremonia Ritual los voladores (kosne = el que vuela) de Papantla, marcan los 4
puntos cardinales y representan la renovación cósmica que dan 13 vueltas cada uno de ellos
simulando descender por los 13 cielos del dios sol hasta llegar a la tierra 4x13 da 52 y
tradicionalmente sabemos que en los calendarios de nuestros viejos abuelos (Xiuhmolpilli),
cada 52 años se forma un ciclo solar y cada año está compuesto de 52 semanas, después de
las cuales un nuevo sol nace, con lo cual la vida sigue su curso. Todo en está danza (viaje)
está relacionado con cerrar ciclos y renacer
Ella es también una oda a los 4 puntos cardinales, que va marcando con su melodiosa
música, tocando la flauta de carrizo o el tambor, el danzante (caporal) que es el que está de
pie o sentado sobre el tronco del palo sagrado en el ritual del vuelo y hace reverencias hacia
los cuatro puntos cardinales girando hacia la izquierda, empezando por el oriente, que es
donde se supone que inicia la vida. Cada señal que el caporal hace es un tipo de acrobacia,
en una de ellas cada danzante volador salta al vacío, sujetado por la cintura, boca abajo y
afianzándose con las piernas. Finaliza cuando los participantes empiezan a abrir el círculo
hasta tocar el suelo. Si los espectadores aplauden alguno de los voladores dobla las piernas
y se toca los pies con las manos, siendo esta una maniobra muy difícil que solo puede durar
unos segundos, en raras ocasiones algunos danzantes haciendo muestra de gran valentía se
atreven a lanzarse sin amarre alguno en la cintura, hacen un círculo con el lazo a manera
que no se desate e introducen solamente una pierna, ésta es una maniobra muy peligrosa, lo
hacen con el fin de innovar y distinguirse de los demás grupos. Los danzantes visten trajes
muy coloridos que representan a aves tropicales. Por lo que ser huahua (volador) es ser
quetzal en la danza que representa la imitación que los campesinos hacían de esas aves,
cuando en una sequía ancestral volaron de otras latitudes hacia Papantla para comer las
semillas que los agricultores sembraban, y que con la flauta los ahuyentaban.
El ritual del volador no se limita a la danza, ya que la obtención e instalación del palo de 20
metros de altura conlleva gran solemnidad, pues este es cortado en terrenos fuera de la
región de la comunidad y se utilizan sólo tres variedades de árbol para obtener el palo:
Zuelania ghidonia, Megalocarpon y Carpodiptera por la resistencia que estos tienen, pero
como señalábamos esto requiere otro ritual, conocida como “el rito del corte”, en la que
primero se hace una ceremonia para pedir perdón al bosque por tomar la vida de uno de sus
seres y se le ofrecen ofrendas mientras los danzantes bailan alrededor del árbol. El caporal
inicia el corte con hacha y le siguen los danzantes, pero toda la comunidad participa. Según
la tradición el palo debe ser trasladado sin tocar el suelo hasta el lugar donde se colocará o
“sembrará”, y en el hoyo donde se instalará también se depositan ofrendas. La instalación y
arreglo del palo también va acompañada de música. Actualmente y debido entre otras cosas
a la tala inmoderada del árbol, se ha generalizado al empleo de postes de acero con
pequeños peldaños metálicos, conservándose únicamente de madera el bastidor y el
tecomate. La altura puede ser variable de un palo a otro aunque lo tradicional son 20.
Siendo así que nos encontramos con ejemplos de diferentes: el que se encuentra en la
explanada de la iglesia de Papantla mide aproximadamente 37 m; el localizado en El Tajin
tiene casi 27 m; y el del Museo Nacional de Antropología de la ciudad de México alcanza
los 25 m.(1).
La danza de los voladores cuenta con una gran cantidad de sones, que son la cantidad de
lenguas indígenas que se hablan en nuestro país, pero al igual que las lenguas no todos los
sones son bailados por los voladores, pues con el paso de los años nuestros antepasados no
las comunican a las demás generaciones. Un dato curioso es que las mujeres tenían
prohibido tocarlo ya que era una señal de mal augurio.
Danzan desde más de 20 metros de altura a la armonía cósmica. ¿Albanza al “dios sol”?
No, ciencia, arte y cultura que ha prevalecido hasta nuestros días. Ya que sobrevive en la
actualidad entre los nahuas y los totonacos de la Sierra Norte de Puebla y Totonacapan.
Veracruzano. A la ciudad de Papantla, en el Estado de Veracruz, en el 2009 se le dio el
título de Patrimonio de la Humanidad y a la ceremonia Bien Cultural inmaterial en la lista
de Patrimonio Mundial de la UNESCO (2).
Referencias:
1) «Los voladores de Papantla”. México Desconocido. Consultado el 21 de septiembre de
2013
a.
2) “ La ceremonia ritual de los voladores”.UNESCO Culture Sector. Consultado el 18
de agosto de 2010