“La humanidad se ha convertido ahora en espectáculo de sí misma”. (Walter Benjamin)
“La época presente es esencialmente sensata, reflexiva, desapasionada, encendiéndose en fugaz entusiasmo e ingeniosamente descansado en la indolencia”. (S. Kierkegaard). Estas palabras de Kierkegaard no podían ser más relevantes en cuanto al tema que tengo intención de discutir. Hay algo que me fastidia cada vez que siento, en mis contemporáneos, la falta de pasión. Parece que la vida misma se ha convertido en tedio y que, en lugar de vivir, en todo el sentido de la palabra, estamos sobreviviendo.
Nos pasamos la vida quejándonos, corriendo hacia la nada, con un bien definido sentido del tener y acumular; y en todo este camino, nos olvidamos de la pasión. “No hay tiempo para la pasión” dirían unos; “no hay dinero para la pasión”, dirían otros; como si la pasión dependería de nuestro confort. La pasión, lo decía Kierkegaard es la forma a través de la cual vivimos nuestra existencia y la asumimos. Pero parece que estamos cansados de vivir y lo único que nos queda es una apática indolencia; un conformismo total y un dulce descanso en la mediocridad.
“Cansada de sus quiméricos esfuerzos, nuestra época descansa a ratos en completa indolencia. Su condición es la del que se queda en cama por la mañana: grandes sueños, luego adormecimiento, finalmente una cómica o ingeniosa idea para excusar el haberse quedado en la cama”. (Kierkegaard)
A todo esto se puede añadir “la gran aportación” de los “grandes” logros de esta misma época. El “gran” avance del mass-media; el “gran” avance de la publicidad; el “gran” logro de la tecnología, y la “gran” cantidad de conocimientos que está a nuestro alcance. Tenemos todo en nuestras manos; sólo falta la gracia de Dios. Y sin esta, nuestra “gran creación” queda vacía.
“Porque la época de los enciclopedistas ha pasado, ahora ha llegado el turno de los ligeramente equipados enciclopedistas que en passant (de paso) disponen de toda la existencia y de todas las ciencias”. (Kierkegaard)
Presentes en los periódicos, en la revistas, en las noticias, en Internet, en las escuelas, en el trabajo, cerca de ti…“los grandes enciclopedistas”, mueven el mundo. Todo lo saben, todo lo juzgan y tienen la verdad. La intromisión en la vida de estos “enciclopedistas”, hace que la vida misma se atormente. Ya no hay criterios: “todo está permitido” – como bien decía Ivan Karamazov. Y para mí, este es el punto donde, de una manera sutil y silenciosa, se da espacio para lo que yo llamo el morbo.
Ya no hay lugar para la pasión, su lugar está ahora ocupado por el morbo.
Pero ¿qué es el morbo? La definición que me ofrece el diccionario es “algo que padece de enfermedad o la podría ocasionar”. Pero esta simple definición no me satisface.
Reflexionemos: si estamos rodeados por lo morbo, si el tema de nuestras discusiones se reduce, en general, al morbo, la pregunta que surge es ¿qué tipo de sociedad somos? Y me vienen en la mente las palabras de Kierkegaard …” la sociedad está enferma”.
Tomando el papel del médico, primero debo analizar la enfermedad, hacer una diagnosis y, luego, intentar buscar el tratamiento.
“La época presente es la época de la publicidad, la época de los miscelános anuncios: no sucede nada y, sin embargo, hay publicidad inmediata”. (Kierkegaard)
Parto de la pregunta…¿cómo hemos llegado a este punto? La respuesta, aunque aparentemente fácil, es el resultado de un proceso de pérdida de pasión y, a la vez, pérdida de sentido.
Cabe decir que el hombre actual, debido a la falta de inter-esse (de estar en la existencia con decisión y asumirla), debido al “gran negocio” que ha hecho con su interioridad, vendiéndola por toda inmediatez (traducida por falsos deseos, confort, aburrimiento, diversión, falsas apariencias, belleza sin fondo, etc) se siente abandonado de su propia existencia.
Dueño, en el fondo, de una gran construcción sin fundamentos sólidos, dueño de una fantasía que en cualquier momento se podría esfumar, el hombre vive engañado. La falta de interioridad da lugar a un espantoso vacío y la única forma de llenarlo es sentirse “muy al día”. A este hombre – prototipo de una época – me gustaría llamarlo el hombre-público. ¿Sus características? Un hombre “muy al corriente”, un hombre que conoce todo, lleno de información, de datos, de noticias. El hombre que sabe en cualquier momento qué pasa en su sociedad. Sin embargo, conocer es muy lejano al saber…
El hombre-público es un hombre “preocupado” por su forma de ser que se extiende entre trabajo, rutina, lectura de revistas, paseo y ocio. Conoce todo y por eso mismo su única forma de comunicar está en relación con la información acumulada, sin reflexión alguna.
Aquí está la causa de esta enfermedad – la falta de reflexión, la falta de interioridad, la falta de pasión real por algo. Recuerdo a Cioran cuando decía que la causa de todo mal es la falta de preguntas….y diría que la falta de preguntas es el modus vivendi de este hombre. El hombre-público no se pregunta sobre el interés de su conocimiento (porque no hay un interés auténtico, sino nada más la ambición de aparentar); no se pregunta sobre la finalidad de sus actos o sobre las consecuencias de estos mismos. Él vive el momento, actúa en virtud de actuar, trabaja para hacer dinero, y no porque el trabajo sea su vocación; está a la moda, es un tipo “cool”, “in touch” y tiene “opiniones”.
¿Y dónde está el morbo? Aquí, rodeando la vida de este hombre, atrapándolo en la seductora apatía ; dándole la ilusión de conocer algo. Por falta de interioridad, esta enfermedad se extiende y se vuelve contagiosa. ¿Cuántas veces no caímos en su trampa? Algunos logran curarse después de darse cuenta del peligro de ésta misma. Algunos, quedan enfermos para siempre, porque sí….es una enfermedad mortal…del espíritu del hombre.
Kierkegaard habla de una sociedad en la cual, debido a esta enfermedad, el individuo se dispersa y lo único que queda es el “hombre-público”. En este caso el individuo ya no tiene voz alguna….porque el público está gritando.
“El público es algo colosal , un vacío abstracto y abandonado, que es todo y nada”. El más peligroso de todos los poderes; es la ilusión de la reflexión; es la leyenda de una época de sensatez que hace a los individuos fantásticamente superiores a un rey; pero el público es, una vez más, aquello por lo cual los individuos serán religiosamente educados – o destruidos”.
No hay criterios, todos hablan de todo y de nada. La voz que grita es la del tweeter. Todo el mundo esta conectado; todo el mundo sabe de todo. Hay un fuerte apego al chismorreo y a la charla. Todos quieren saber de todos; y todos se atreven juzgar. De hecho ya no es una novedad que si algo queda del lenguaje, si todavía hay palabras, las usamos para juzgar por un lado, y por otro para justificarnos. Todo es “opinión”; la verdad queda mutilada. Y lo peor es que “más y más individuos aspiran a ser nada – aspiran a ser público, este público de galería que buscará luego una distracción y se entregará entonces a la ilusión de que todo lo que se realiza, es realizado para que exista algo sobre cual charlar”. (Kierkegaard).
Y otra vez ¿qué es el morbo? El morbo es este “público” que viviendo sin pasión alguna, busca, en cada momento, su víctima – algo sobre lo cual hablar porque ya no somos capaces de hablar sobre y de nosotros mismos; porque no tenemos interioridad, porque no hay nada que decir…porque ya no sabemos comunicar, porque lo único que entendemos por el acto de comunicar es charlar y chismear, porque el hombre se ha abandonado a sí mismo y ha abandonado el silencio del cual está hecho.
“Sólo aquel que esencialmente sabe callar, puede esencialmente hablar; sólo aquel que esencialmente sabe callar, puede esencialmente actuar”. (Kierkegaard). Pasa que la charla teme al silencio, que hace evidente el vacío.
Abandono esta reflexión, ya que sin duda me produce una sensación de temor…de asfixia… Y lo terrible es “la idea de la cantidad de vidas humanas que se pierden o se pueden perder” (Kierkegaard) en este enorme y gran vacío.
Pero, a pesar de todo,… abandono esta reflexión con la esperanza de que este escrito se dirija no al “público”, sino a tí, el individuo, que alejado de la multitud, tienes la suficiente inteligencia de entender y reflexionar sobre las palabras aquí escritas.
Catalina Elena Dobre