Viernes 22 de Noviembre, 2024 - México / España
Un vínculo entre México y el Mundo
Facebook Twitter Whatsapp

Caroline Schlegel-Schelling y el valor de la inteligencia femenina



Con razón afirmaba Simone de Beauvoir que “no se nace mujer, se llega a serlo” en el sentido de que el destino de la mujer no debe ser aquello de repetir la vida, sino de vivirla desde su propia inteligencia y decisión.

No es mi intención en estas páginas la de hacer una apología del feminismo, sólo quiero recordar la vida de una mujer que, como otras, ha vivido al servicio del pensamiento, logrando mediante la inteligencia romper las barreras, traspasar los límites. Hoy, cuando hablamos de pensamiento femenino, tenemos varias referencias: desde Simone de Beauvoir a Hannah Arendt o a Virginia Woolf para mencionar algunas, pero el pensamiento femenino tiene una raíz más profunda, que se identifica, en particular, con el inicio de la modernidad.

La explosión de estas mujeres escritoras, surge al final de silgo XVIII en Prusia. Se trata de mujeres que lograron nuevos estilos literarios que, después, los grandes escritores adoptaron sin, a veces, reconocer el valor de sus contemporáneas. Eran mujeres de tipología diferente; algunas judías, algunas cristianas; algunas ricas, algunas no tanto, pero también mujeres con puntos de vista diferentes, asunto todavía más enriquecedor que hizo que cada una sea única en un cierto sentido, aunque las unían la misma “batalla”. Este atrevimiento no fue muy bien recibido, pero no paso desapercibida su presencia en los círculos intelectuales de la época donde llegaron a ser admiradas. Es verdad que estas mujeres tuvieron la suerte de vivir en unos tiempos muy prolíficos desde un punto de vista cultural -la época después de la revolución francesa, el final de la ilustración, el romanticismo y la “época de Goethe”- pero muy difíciles desde un punto de vista “moral” y social. Se trata de una tensión que tuvieron que confrontar entre la pasión interna por la cultura y la limitación externa por ser mujeres.

Elegí hablar en estas páginas sobre Caroline Schlegel-Schelling considerada, desde mi punto de vista y no sólo, un personaje interesante al cual el romanticismo de Jena le debe casi todo, ya que “el círculo de Jena” fue creado, en parte, por su decisión.

Conocida como autora de más de 400 cartas, se destacó entre las mujeres de su tiempo por su labor de difundir un modo de pensar y de escribir, donde el arte y el conocimiento deben estar relacionados con la experiencia de la vida. Con razón, es una de las más destacadas escritoras de cartas de su época. Pero el tiempo y los historiadores no hicieron mucha “justicia” a una mujer como Caroline, considerando que su estilo no cumple con ciertos cánones literarios.

Este aura de escritora de su tiempo se logró después de una vida no muy fácil y tras un profundo sufrimiento provocado por una rígida mentalidad, contra la cual tuvieron que luchar otras amigas suyas, mujeres que se atrevieron a afirmar su propia personalidad e independencia. Sin embargo, es precisamente este sufrimiento lo que provocó en Caroline escribir de una manera peculiar, es decir, con un lenguaje apasionado que no sólo atrajo la admiración de su época, sino que aún hoy impacta.

En general, sobre esta mujer, se sabe bastante poco, en comparación con lo que se merece, ya que fue una figura muy importante en su época y tuvo un papel fundamental para el pensamiento de los románticos; en especial para los hermanos Schlegel. Se sabe que perteneció al círculo romántico de Jena, como mencione, que tuvo una gran influencia sobre Friedrich Schlegel; se caso con el hermano de éste, August Wilhelm Schlegel, para después ser la esposa del famoso filósofo Schelling. Como afirma Sara Friedrichsmeyer debido a estas relaciones con filósofos tan importantes a veces se reduce la importancia de Caroline y se descuida su propia labor y su propia obra  pocos sabiendo de su aporte a la filosofía romántica. (Friedrichsmeyer, p. 116).


LOS PRIMEROS AÑOS
La vida de Caroline no fue fácil, ya que no sólo llegó a ser la esposa de famosos intelectuales, pero fue también la hija de un famoso orientalista y teólogo Johann David Michaelis, profesor en Göttingen considerado en aquel momento la ciudad de la Ilustración, donde ella misma nace en el día de  2 de septiembre de 1763. Es en esta ciudad donde pasa su infancia, siendo educada por su propio padre y también por varios tutores. Como la mayoría de las mujeres de clase medio-alta de su tiempo, Caroline llegó a ser muy educada, de tal manera que sabía varios idiomas (francés, italiano e ingles) así como era una conocedora de la literatura europea y del teatro.

Como joven mujer siempre luchó por su independencia en relación con las limitaciones sociales. Soñaba no casarse y servir al mundo de otra manera así como expresaba en una carta a una amiga cercana (Friedrichsmeyer, p. 116); es decir soñaba con ser una mujer dedicada al pensamiento.  Pero en 1785 se casa, más por presión de la familia, con un médico, cuyo nombre era Johann Franz Wilhelm Böhmer y con él cual tendrá dos hijos. El más pequeño morirá después de unas semanas de vida.

Las cartas de esta época, de su primer matrimonio, reflejan una mujer que añoraba con nostalgia haber hecho algo más importante en la vida; en otras palabras sufre tremendamente por “falta de estimulación intelectual” (Benhabib, p. 37).  Pero su matrimonio no duró mucho y, está situación de vivir atrapada en una relación no deseada, se acaba con la muerte repentina de su esposo.

Viuda, Caroline decide disfrutar de su independencia y entregarse a sus intereses intelectuales, teniendo una mirada crítica hacia la sociedad en la cual vivía. No cabe duda que Caroline no era el tipo de mujer para la vida doméstica; en ella se creaban sueños y nacían ideales, por lo cual no es una sorpresa verla comprometida con los nuevos ideales de la época, meterse en la vida política de aquel momento, inclusive acabar, por un tiempo, en prisión (Friedrichsmeyer, p. 118). 

Debido a este tipo de compromiso y de forma de vida, poco común para una mujer en aquella época, ya que la sociedad no aceptaba una mujer en la vida política, Caroline fue rechazada y criticada por muchos de sus contemporáneos. Más que queda embarazada con un militar francés, hecho que la llevó a pensar en el suicidio, ya que le pesaba que los demás se podían enterar de este asunto. Pero fue ayudada por su hermano y por su entonces amigo, August Wilhelm Schlegel. Para poder confrontar la critica, evitar un escándalo y para satisfacer el deseo de su madre, se casa en 1796 con August Wilhelm Schlegel, encontrándose otra vez atrapada en un matrimonio que no deseaba porque no amaba a este hombre, sólo los unía una relación de amistad. El hijo que nació, tras la relación con el francés, sobrevive muy poco y después de dos años, muere. 

 

EL CÍRCULO DE JENA
A pesar de que no amaba a Wilhelm, sabiendo muy bien el motivo de su relación, trató de construir una vida junto a su esposo en Jena donde crean el “círculo de Jena” ya que su casa “se transformó en el lugar de encuentros para un grupo de poetas e intelectuales quienes querían transformar la sociedad y crear una nuevo tipo de arte” (Friedrichsmeyer, p. 119). El círculo aunque giraba alrededor de hombres, en el fondo es Caroline la creadora y estimuladora del mismo. Es aquí, en Jena, donde Caroline se implica en la actividad de los románticos que se reunían alrededor de la revista Athenäum y ayuda a su esposo a traducir a Shakespeare Es más, Sara Friederichsmeyer, considera que sin Caroline no hubiera existido el círculo de Jena, así como lo conocemos hoy, afirmando que: “fue ella quién ayudo a crear este círculo en concordancia con aquello que pensaba importante para ella y para la sociedad” (Friedrichsmeyer, p. 132).


Su casa se vuelve el centro de actividad de los románticos visitada en especial por Novalis y por Friedrich Schlegel, el hermano de August. A Friedrich, esta mujer le produjo una gran impresión de tal modo que su obra la va a plasmar también en diálogo con Caroline. Parte de este diálogo se guardo en algunas cartas intercambiadas entre ellos; cartas llenas de reflexiones e ideas relacionadas con las del romanticismo. Para Friedrich Schlegel, Caroline no era sólo una interlocutor de diálogo sino que muchas veces era su guía, ya que era ella quien se encargaba varias veces de sugerir ciertas lecturas a Fritz como lo llamaba.

No extraña que Caroline se destaca como una mujer que tenía un conocimiento profundo de las ideas de su época. Atraído por su inteligencia, el mismo Friedrich Schlegel va a dedicar partes de su escrito Lucinde a la caracterización de ella. De hecho, a Schlegel le interesaba más las ideas y consejos de Caroline que de su propio hermano. A pesar de que la novela Lucinde, fue muy criticada en la época, considerada escandalosa porque reflejaba el amor libre, sin prejuicios, entre una mujer madura y un hombre que redime su vida mediante ella, entendemos que tras esta novela está el juicio definitivo de Caroline.

Pero toda esta efervescencia de pensamiento alrededor de la revista Athenäum se acaba con la muerte de su única hija que sobrevivió. Devastada y después de un tiempo de sufrimiento conoce a Friedrich Schelling y empieza a enamorarse de él. En todo este proceso de cambio tuvo el apoyo de su viejo amigo Friedrich Schlegel y de Goethe. Se divorcia de August Schlegel y se casa con Schelling en 1803 moviéndose a Berlín. Unos años, el matrimonio Schelling, vivirá en la misma casa con el aquel entonces joven Hegel.

 

UNA VIDA, UNA INSPIRACIÓN
A pesar de una vida atormentada, se resalta la necesidad, siempre manifestada por Caroline de tener libertad e independencia. Entendemos por qué hasta la fecha se recuerda a Caroline como una representante del feminismo, no en un sentido ideológico, sino más bien como una mujer que mediante su vida y sus ideas liberales anuncia una nueva “era” para las mujeres.

Sin embargo, se preguntarán: ¿cómo es posible que una mujer que se casa varias veces, que tiene un hijo fuera del matrimonio y que escribe cartas, podrá ser un ejemplo para la mujeres de nuestros tiempos, en un contexto donde nos enseñaron que “el matrimonio dura para toda la vida, que una joven debe esperar su príncipe azul, con la cual se va a casar y vivirán felices para siempre”?

Es verdad que el matrimonio puede durar toda la vida cuando uno se casa por amor y por libre decisión. Pero en la época en la cual vivió Caroline, los matrimonios eran por conveniencias, es decir, un puro contrato firmado entre dos representantes de sexo opuesto, donde la mujer se volvía propiedad del hombre, buena para cuidar de la vida doméstica y para la reproducción de la especie. En otras palabras, la mujer no tenía acceso a la vida pública, su actividad siendo limitada solo al cuidado de la casa.

Entonces ¿cómo no entender la rebeldía de estas mujeres, sus vidas cargadas de sufrimientos, de rechazos, pero también de pasiones?

Esta es la razón por la cual quise recordar a Caroline y resaltar la fuerza de su carácter así como la determinación de romper prejuicios, luchando contra la doble moral, contra las leyes de una moral débil, mediante la inteligencia. En relación a esto, el mismo Friedrich Schlegel remarcaba “la superioridad de su inteligencia en relación con la mía” según nos dice Sara Friedrichsmeyer (p. 122). 

Como he dicho, Caroline es la autora de una obra epistolar, igual que las otras contemporáneas. Su correspondencia, bastante extensa, empieza en el año 1778 y duró hasta el año de su muerte, 1809. Se carteo con varias personalidades de la época –Goethe, Friedrich Schlegel, Wilhelm Schlegel, Friedrich Schleiermacher, Dorothea Veit o Hegel-  logrando captar no sólo sus vidas como intelectuales pero también su faceta de hombres comunes y corrientes, lo que ayuda mucho a formarnos una idea sobre sus vidas diarias. También en sus cartas, existen detalles sobre su personalidad, sobre problemas de su tiempo pero también ideas que están relacionadas con el romanticismo de Jena.

No escribió novelas pero esto sí, es la primera que trata de escribir una autobiografía, cuestión que tampoco fue bien visto en la época ya que “las mujeres alrededor de 1800 no estaban acostumbradas a abrir las puertas de sus vidas para el público” (Friederichsmeyer, p. 123).  La autobiografía quedo inconclusa ya que prefirió seguir escribiendo cartas, porque que éstas la ayudaban a comprenderse más a sí misma y desarrollar su vida interior, ya que en las cartas uno se podía reflejar a sí mismo de muchas maneras y representaban un puente entre la realidad y la idealidad. Entre las personalidades de su correspondencia se destacan Schiller –que veía en Caroline un gran talento, pero también llego a llamarla Madame Lucifer, por su personalidad muy fuerte-, Goethe, Novalis y Friedrich Schlegel, Dorothea Veit o Friedrich Schleiermacher. Más que una novela, las cartas le daban la oportunidad de expresar no sólo su vida interior pero también ideas sobre la cultura y hechos de la vida diaria.

Caroline Schlegel no puede pasar desapercibida en un mundo en el cual la mujer, con sufrimiento, pero también con dignidad y sutileza, logró conquistar su lugar y ser una presencia y una inspiración para la vida cultural de Alemania de aquel siglo. No fue la única, ya que desde Sophie von LaRoche, hasta Betina von Arnim o Rahel Levín, las mujeres protestaron contra su condición limitada e impuesta por la sociedad. A pesar de esto, lograron remarcarse como intelectuales y fueron la inspiración de muchos filósofos y escritores. Sin decir que fueron pioneras en varios ámbitos, pero el más importante es la “lucha” para que la mujer pueda tener, más que “derechos”, respeto para su dignidad como persona, respeto para su libertad de pensamiento. Un camino muy difícil que ni a la fecha se ve muy bien logrado ya que, a pesar de que nos separan más de 200 años de aquella época, los cambios no son definitivos. Todavía hay hombres que consideran que la mujer es y debería ser un mero ornato; y, desafortunadamente, todavía hay mujeres que se casan por ciertas “obligaciones”; sin mencionar que existe todavía un rechazo, no sólo por parte de los hombres sino también de las otras mujeres, hacia una mujer inteligente que quiere vivir y asumir su vida sin seguir las “leyes” de una moral sin fundamentos.

Dado esto, lo que me enseña una mujer como Caroline Schlegel es que uno debe vivir desde aquello que está llamado a ser y ésta es la única vía de poder vivir una vida auténtica como persona. Es decir, la mujer como de persona tiene el derecho de vivir su vida no en función de normas escritas por una sociedad que no conoce más que una vida de etiquetas y vive en función de leyes ancestrales; en otras palabras una mujer no debe vivir en función de lo que la sociedad quiere de ella, sino debe vivir su vida con la libertad, con dignidad y con inteligencia.

Por eso creo que la vida de Caroline puede ser un ejemplo para la mujer contemporánea, un ejemplo de una vida que se puede vivir con libertad cuando se asume con inteligencia. Desde luego, la lección que de Caroline para las mujeres de nuestros tiempos, según mi modo de entender, consiste en el hecho de que lo que más debería esforzarse tener la mujer es la capacidad de pensar por sí misma, la formación de su carácter y la libertad de actuar y vivir. La mujer, igual que el hombre, debe formar su carácter mediante la formación permanente y la inteligencia. Sólo así, logrará la mujer ser respetada. El respecto viene de la firmeza del carácter, de la nobleza del espíritu, de la inteligencia y no de la posición social y la riqueza; estas últimas son adornos, pero no determinan el carácter de una persona y menos de una mujer.

Para las mujeres de final del siglo XVIII –inicio del siglo XIX, fue muy importante la formación de su carácter y lucharon para tener la libertad de formarse y ser sí mismas a pesar de los prejuicios; es decir lucharon para tener derecho a vivir en relación con el ideal de lograr la nobleza del espíritu. Su arma más feroz y más peligrosa, fue la escritura.

No gritaron para exigir derechos como hoy en día la mujer está acostumbrada hacer, sólo escribían y mediante la inteligencia y el ingenio, lograron destacarse en el arte de la conversación así como en conversaciones sobre la literatura, la filosofía, la música o el teatro y ser admiradas y valoradas por varios intelectuales del momento.

Por eso creo que vale la pena redescubrir la vida de este tipo de mujeres como Caroline, para entender que una mujer se hace respetable no por el estatus social o por el matrimonio, como se pensaba y todavía se piensa, sino por su inteligencia y su capacidad de poner en práctica su valiosa virtud de crear comunidades de amor.

Escribí estas páginas para recordar la fuerza de carácter de una mujer como Caroline, que es la fuerza de muchas de sus contemporáneas que no sólo lograron conquistar un lugar dentro del mundo de la literatura, dominado en general por figuras masculinas, pero son ellas, estas mujeres, las creadoras de comunidades de diálogo, de amistad y de amor como fueron los grupos de Weimar, de Berlín y de Jena, grupos en los cuales si se destacaron los hombres –Goethe, Friedrich Schlegel, Schleiermacher, Novalis, Tieck, etc.-  fue debido a la virtud  y capacidad de estas mujeres.


Bibliografía:
Bitter Healing. German Women Writers 1700-1830. An Anthology. Edited by Jannine Blackwell and Susanne Zantop, Lincoln-London: University of Nebraska Press, 1990.

Friedrichsmeyer S., “Caroline Schlegel-Schelling: A Good Woman, and no Heroine”,
en In the Shadow of Olympus. German Women Writers Around 1800. Edited by Katherine R. Goodman and Edith Waldstein, New York: State University of New York Press, 1992.

Benhabib S., “On Hegel, Women and Irony” en Feminist interpretation of G. W. F. Hegel, Edited by Patricia Jagentovicz Mills, Pennsylvania: Pennsylvania State University Press, 1996.