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Amor ch’a nullo amato amar perdona Interludio



…Tenía en mis manos su diario. Me sentía la poseedora de un secreto, su alma estaba envuelta con cuidado entre dos portadas de piel. El secreto de Ioana estaba en mis manos, en este libro que hace dos meses encontré, por casualidad en aquél anticuario en la calle donde olía a flor de naranjas. Recuerdo la alegría de haber encontrado su diario. Lo buscaba desde hace tiempo. Ella, la autora de El sueño de un poeta, aquel best-seller de inicio de siglo, se confesaba aquí, en estas páginas.  ...Necesitaba abrir el diario lo más rápido posible. Busqué un rincón silencioso, escondido entre dos rayos de sol, bajo un hermoso árbol de naranja. Frente a mí se revela la belleza inmortal de un mar que no conoce la tranquilidad. Sabía que lo debía leer con calma, pero lo abrí con impulso, sin esperar un segundo más. Ioana se confesaba: “…¡Tengo miedo! Por eso me retiro adentro de mí y sufro como un animal herido.

Soy demasiado vulnerable…Me has hecho daño. Mi mundo interior está en ruinas…¡Pero me recuperaré! Lograré con el amor recrearlo. Sin embargo, tú nunca lo lograrás. Quedarás agonizando para siempre. Yo te perdonaré, pero tú…¿te perdonarás? Te has olvidado de lo más sagrado de esta vida: que somos seres de amor pero que nadie posee el amor. ¿Por que pretendes tener lo que no posees?  No sufriré más por el simple hecho de que tu no sabes amar. Me has gritado en la cara lo mucho que me amas, me has dicho que soy para ti todo, el prójimo, y que tú eres mí salvación. A fuerza me querías arrancar de mi misma, llevarme al mundo de afuera. ¡No quiero que me salves! ¡No quiero ser tu redención! Tú pretendes que sabes amar… Yo no puedo decir lo mismo, porque no poseo el amor. No sé ni siquiera si los que me rodean sientan que los amo. Pero intento amar cada día como me es posible, como está en mis fuerzas y como me es permitido amar. ¿Si he amado yo, suficiente, hasta ahora? - me has preguntado en un día. Te contesto ahora: nunca lo sabré, porque nunca seré capaz de medir el amor, así como no soy capaz de medir el sufrimiento o la fe. ¿Si sufro yo más que tú, aunque tengo el corazón roto…tampoco lo sé? Voy a ignorar el hecho de que me has gritado en la cara cuánto sabes tú amar; voy a ignorar tus desfiles de bondad y actos de filantropía. Pretendo que nunca escuché de ellos.

Siempre me han intrigado los que gritan a los cuatros vientos lo tanto que saben amar…pero esta es otra historia. ¿Te he lastimado? Es posible haberlo hecho por amor…No sé...Lo único que sé es que intento hacer lo mejor posible…Bajo al infierno para poder renacer, porque Amor ch’a nullo amato amar perdona…

Otros saben cuándo amar y cuándo no, cuándo tener hijos y cuándo no etc., yo no sé. Sólo sé que estoy a la espera de la fe, en la espera de vivir como estoy llamada hacerlo. No pretendo tener tu comprensión; al fin y al cabo, la interioridad de uno es un secreto entre él mismo y Dios, y Tolstoi nos enseño a guardar este secreto como lo más sagrado que tenemos. Por eso, sólo te pido que me dejes ser yo con mí secreto. Sólo cuando me dejarás ser en mí libertad, aprenderé de ti qué significa amar. Hasta entonces, estoy en la espera, porque en el reino de la fe, nada se pierde, ni siquiera el recuerdo de haber intentado amar. Uno no sabe amar, hasta que el otro no lo interpela. Es posible que en mi intento desesperado de amar, no lo pude hacer. Pero, enséñame tú; tú, que me juzgas, que me condenas...¡Hazlo tú! ...A lo mejor no comprenderás mis palabras. No te preocupes, en la vida es bueno, a veces, no entender demasiado"…Ioana Agapos.

Tenía aquél libro entre mis manos. Como se trataba de una confesión, me sentí sin derecho de cuestionar. La vulnerabilidad de aquellas palabras se apoderaban de mí. Aquella alma se revelaba ante mí ojos como un regalo. Agapos significa amor. Dicen que los nombres revelan nuestro destino. Ioana se llamaba Agapos - la que es destinada a amar. Su confesión cobraba aún más sentido. Nunca sabré para quien fueron escritas estas palabras. Para ella, para mí o para tí. Ioana me confiesa que en el amor, todos nos equivocamos, pero el amor, todo lo perdona, como nos enseña Dante, en su bajada al Infierno.

Me quedé pensando y contemplando el atardecer al horizonte. Sólo el canto de un pájaro viajero se interponía entre mí y este pensar que no descansa. No sé describir que sentía. Una mezcla de serenidad y de inquietud. Me quedé reflexionando en sus palabras…  Uno intenta  siempre hacer lo mejor posible y esto puede ser un signo de que uno está luchando para amar. Hay algunos que miden el amor en diferentes formas. Unos saben exactamente cuándo y cuánto amar; algunos hasta piensan que lo han hecho tan bien, que se merecen una buena recompensa y da tristeza pensar en esta desgarradora realidad…

Una lágrima se apodera de mis ojos y trato desesperadamente resistirle...Es posible que nunca he amado si el amor es algo que se posee, que se desfila por el escenario de la vida, como si fuera algo que hemos logrado y ahora poseemos.

Yo no poseo nada, sólo tengo un corazón que late en el ritmo de la vida. No he poseído nada y no pretendo poseer; no tengo riquezas para desfilar mis actos filantrópicos, no tengo hijos y no he sabido amar al prójimo conforme los estándares que algunos saben cumplir. Yo no sé amar al prójimo; yo intento amar a los que tengo presentes ante mí. Si por casualidad es la presencia un prójimo, ¡qué feliz coincidencia! Yo no amo por estar tranquila con mi conciencia. Yo amo, para estar viva.. Yo sólo sé que intento amar, no tengo la certeza de que lo he logrado… Sólo sé que cuando una flor se doblaba ante el viento, mis manos la abrazaban; cuando un animal grita su pena, ante una vida condenada a desolación, sufro con él; cuando una lágrima hace presente la vulnerabilidad del que tengo en frente, lloro con él. ¿Es esto amor? No sé…pero sé que lloro con los que lloran, muero con los que mueren, vivo con los que viven y me alegro con los que se alegran. Eros, Agape, Thánatos…

Solo sé que uno debe reconstruir la vida con los trozos rotos y alegrarse porque los ha encontrado. No se trata de planear nada. Sólo hay que regresar al mundo interior, a nuestro secreto con Dios, y de allá tomar en las manos los trozos rotos y, una y otra vez, …intentar reconstruir nuestro jardín interior, donde crecen flores, donde los pájaros viven de sus cantos, donde las horas son oraciones y el tiempo es espera…allá, es el reino del amor. Hay que reconstruirlo uno y otra vez, hasta el cansancio, hasta el agotamiento total, hasta el último instante.

Otros saben prescribir recetas para amar. ¿Será? Pobre razonamiento humano, siempre víctima de las falacias que consuelan... No creo que haya recetas para amar y el que la prescribe es un mentiroso. Yo sólo he seguido el latido de mi corazón; es posible que en mi intento de amar, he lastimado, pero prefiero el dolor de un intento que el consuelo al seguir reglas. Lo único que sé es que es dolorosos pretender amar para poseer, pretender amar para juzgar, amar para sentirse "bueno". No cabe duda: los moralistas solo piensan en poseer y juzgar. Recuerdo a Diógenes que se lamentaba de la maldad de los hipócritas moralistas…de los bondadosos y los filántropos.

Pero … Amor ch’a nullo amato amar perdona, decía Dante. Mi esperanza es en el mundo interior, donde todo puede empezar “otra vez”, donde el amor oculta la multitud de los pecados, donde el amor se reconoce por sus frutos, no por recetas, no por filántropos y moralistas.  ¿Si sé amar? No sé,  sólo sé que tengo un corazón que late en el ritmo de las alegrías, de las sonrisas, de las lágrimas y de las tristezas, un corazón que canta con los pájaros y vuela con las mariposas. Esta es la lógica de mí corazón…Por eso amo a Pascal.

Una brisa del mar acaricia aquella lágrima perdida entre mis ojos…Me quedo pensando: es posible…que nunca sabremos amar hasta que no regresamos en nuestro mundo de ruinas y pedazos, allá donde se nos dice “otra vez” y con nuestras manos, reconstruimos, damos vida a las ruinas que llevamos adentro; rehacemos todo con los trozos rotos y les damos un sentido, los perdonamos y les tenemos fe al mundo de ruinas que llevamos dentro. Amamos cuando tenemos la fuerza de rehacer nuestro mundo adentro…y amamos porque somos amados.

El sol baja hacía este bello atardecer que tengo ante mis ojos. La noche cubrirá, en unos instantes, todos los dolores del mundo y mi lágrima encontrará consuelo y será amada; mi mundo de ruinas tiene sentido…porque sé que soy amada y sólo así puedo rehacer todo “otra vez”, puedo reconstruir mi mundo adentro porque Amor ch’a nullo amato amar perdona…