La fuerza transformadora de la música.
Partiendo de la idea de Platón, en su diálogo La República, de que “es preciso que la música encuentre su fin en el amor a la belleza” y de la idea de que desde los tiempos más antiguos la música ha representado una fuerza creadora de sentido y pensamiento, he pensado invitar a diálogo a un joven pianista rumano, que hoy en día se destaca por un estilo peculiar siendo la promesa de su generación: Sergiu Tuhutziu.
Recientemente la atención de los medios de comunicación de Rumania se han centrado en Sergiu, debido al hecho de que se atrevió a lanzar una provocación: una casa productora de discos en Londres le hizo la propuesta de grabar su primer CD si lograba juntar en Facebook 20,000 “like”. Lo que siguió fue un fenómeno que impacto, en dos días, la página de Facebook de Sergiu se lleno de muchos “like”, más de 20.000. Ganó la provocación y ahora está en el proceso de grabar su primer CD de música clásica en Londres. Todo esto, repito, llamó la atención a los medios de comunicación de Rumania y no sólo.
Este joven pianista se encuentra en un momento importante para su carrera. Claro que el fenómeno es digno de ser mediatizado, pero la invitación a este diálogo surge de otro tipo de interés, llegó de manera espontánea y tiene la intención de comprender a Sergiu no como un joven que se atrevió lanzar un mensaje en Facebook para cumplir un sueño, aunque hay que admirar la valentía, sino como un hombre que vive la música y entiende su fuerza sobre nuestra existencia.
Algo de esta vivencia intentamos revelar mediante este diálogo y también quiero que el público de habla hispana conozca un poco a Sergiu, el artista y el hombre, porque creo que es importante conocer a los talentos de nuestros tiempos, no sólo en los ámbitos de música pop, rock y otros tipos, sino también en el ámbito de la música clásica. Y Sergiu merece ser conocido ¿Por qué? Porque hay que hablar también de hechos positivos, de seres humanos valiosos; debemos dejar a un lado las envidias y la ignorancia para abrirnos a otros ámbitos y educar nuestra sensibilidad. Esta vez la propuesta se refiere a la música clásica con Sergiu Tuhutziu.
Con él quiero dialogar sobre aquello que normalmente ignoramos o pensamos que pertenece a una élite, imposible de alcanzar si no tenemos estudios en el ámbito. Pero dentro de mí se escuchan las palabras que decía otro gran rumano y gran músico Sergiu Celibidache, “la música no existe en sí, la música nace en nosotros”. Nace en el momento en el cual es presencia. Dado esto, tengo la inquietud de descubrir y aprender más sobre la música por lo cual decidí invitar a Sergiu a un diálogo y compartir este espacio con él.
Sergiu es, desde mí punto de vista, un joven que tiene mucho talento en tocar el piano, un joven complejo que tiene todas las herramientas para conquistar su sueño; un esprit de finesse, como diría Pascal, un joven que podría representar un modelo a seguir para una generación que está, en general, agonizando. Con Sergiu trataré de dialogar sobre la música y sobre su sentido en nuestra existencia tomando en cuenta que el filósofo Arthur Schopenhauer la describía como la más sublime de las artes…y yo diría que la música es nuestra salvación porque nos recuerda algo de nuestra verdadera morada. La relación entre música y filosofía no debe extrañar. Siempre han estado unidas y para muchos de los filósofos la música representó una forma de revelación. E. T. A. Hoffmann llamó la música, y con buena razón, “la más romántica de todas las artes” ya que, en el fondo, es debido al Romanticismo y al surgimiento del concepto de subjetividad, que la música empieza a encontrar su verdadera manera de manifestarse. Para los filósofos y los compositores de aquel momento, es decir, a finales de siglo XVIII, la música expresaba, y sigue guardando esta calidad, todo aquello que no se podía expresar mediante el concepto. En otras palabras, la música era y es, o debería ser, a-conceptual. Uno de los más importantes románticos de Alemania, Friedrich Schlegel, hablaba de la música como añoranza, como nostalgia de todo aquello que se ha perdido, nostalgia de la verdadera morada. La música no se puede traducir en palabras humanas, no alude a situaciones concretas y tampoco expresa directamente la interioridad del compositor o del músico. Sin embargo, la música actúa sobre nosotros, nos conecta con lo divino, nos relaciona con el mundo y nos ayuda comprender su sentido, mediante la libertad que brinda. Esta es su única utilidad, aunque es mucho decir “utilidad”; pero sí nos ayuda comprender nuestro origen, recorrer el paraíso perdido y encontrarnos de nuevo ahí donde nos perdimos. En este sentido la música nos libera. Es libertad porque nos hace trascender y llegar allá, donde todo empezó, a la fuente de nuestro ser. Desde mí punto de vista, ningún otro arte logra transformar al hombre como la música, siendo ésta especial mediante la capacidad de despertar, de manera inmediata, el corazón y hacerle sentir la cercanía de Dios.
CED: - Sergiu, antes que nada te agradezco por aceptar este diálogo, ya que me imagino que estás muy ocupado tras el fenómeno reciente. Sabes muy bien que yo no soy para nada una periodista, experta en el arte del la entrevista y no la pretendo en el sentido limitado de la palabra. Yo quiero invitarte a un diálogo mediante el cual, no sólo quiero descubrirte a ti, sino que juntos quiero que descubramos el poder de la música, su poder de transformar nuestra existencia. Esto quiero que represente la parte central de nuestro diálogo. Pero, para el inicio quisiera recordar que cuando decidiste intentar la suerte, respondiendo a la provocación de que si juntarás 20, 000 “like”, una casa de discos de Londres va a producir tu primer CD, como decía, por el hecho de que tuviste esta valentía, de que te atreviste y respondiste a la provocación, miles de personas, en general rumanos, te apoyaron. Pero también fueron personas de otros países que te apoyaron, y entre éstos se encuentra México. Un país lejano y a lo mejor impensable para realizar este primer sueño. Un pequeño grupo de gente de aquí, tuvieron la amabilidad y la apertura de apoyarte sin saber nada de ti. Pues es el momento de hablarnos sobre ti. En pocas palabras: ¿Quién es Sergiu Tuhutziu, el pianista? ¿Cómo te comprendes a tí mismo en este momento de tu vida?
ST: - Permíteme agradecerte antes que nada por la invitación a este diálogo. Junto con nuestra pasión común por la filosofía, perspectiva mediante la cual empezaste esta discusión, yo soy un admirador de México y de las culturas y las civilizaciones que han vivido en estas tierras mexicanas. Respondiendo a tu pregunta, soy un pianista que siempre me alegro viviendo la música así como me alegro poder compartir con el público la emoción que la música misma genera. No soy un hombre en el cual el equilibrio encuentre su lugar. La pasión, la angustia, la tranquilidad y la exuberancia giran sin parar dentro de mí y es un gran desafío lograr manejar todo esto en mi interioridad, pues es una lucha constante entre estos elementos por dominar.
CED: - Sergiu, tus manos fueron creadas para dar vida a un instrumento musical, instrumento que aparece alrededor de 1700 y que llegó a ser conocido debido a unos hombres geniales, como bien sabes. Yo pienso un poco en Chopin, Beethoven, Liszt, Rachmaninoff etc. Una entera tradición y grandes nombres están grabados en las teclas de color simétrica de este instrumento mágico. ¿Por qué el piano, Sergiu? ¿Qué representa él para ti? ¿Qué sientes cuando lo tocas?
ST: – No sé si mis manos “fueron creadas” para esto, no creo mucho en la idea de la predestinación. Sólo sé que mis padres decidieron, cuando yo tenía siete años, que estudiaría el piano. Más tarde, siendo capaz de tomar mis propias decisiones, retomé está decisión que ellos pusieron en mis manos. Quise muchas veces renunciar a la carrera musical, pero cada vez que extrañaba el canto, la música, regresaba a ella y continuaba. Así que más bien se trata de decisiones, de una elección volitiva de un camino que quieres seguir y de asumir la responsabilidad. Y como cualquier elección ella debe ser siempre renovada. Normalmente, la música no necesita de nada más para tener y dar un sentido. Aún así, para mí el piano es una posibilidad única de conectarme interiormente con “mundos” y situaciones a las que no siempre tengo acceso en la vida real. Por ejemplo, la razón no ayuda mucho cuando nos preguntamos sobre los misterios de la nada o sobre lo absurdo de la naturaleza del ser humano, pero mediante la música se puede construir un puente y se pueden tocar estos ámbitos en el mundo interior. Claro que esta arquitectura es ficticia, pero el resultado emocional es verdadero.
CED: – Como dice Kierkegaard “¿qué sería la vida sin elección?”… Sergiu, he mencionado algunos grandes nombres de la música clásica, cuéntame un poco sobre tus raíces culturales que están en relación con tu actividad como pianista.
ST: – Yo vengo de una región de Rumania que es muy rica en tradiciones: Maramures al noroeste de Rumania. Mis padres son admiradores de estas tradiciones auténticas rumanas; mi madre es una apasionada por el baile tradicional y mi padre toca el Taragot (instrumento tradicional similar a un clarinete). Tuve suerte al tener esta perspectiva cultural porque me amplió el horizonte y me ayudó a conectar la música clásica con otros estilos y géneros musicales. A los diecinueve años de edad, salí de mi ciudad natal, Baia Mare, para ir a Bucarest y estudiar en la Universidad Nacional de Música. Después cursé dos maestrías: una en Cluj-Napoca y la otra en Stuttgart, para finalmente llegar a Londres donde cursé el programa de postgrado Artist Diploma en el Royal College of Music. En toda esta trayectoria pasé por las manos de excelentes profesores a quienes siempre agradezco su ayuda: Adriana Blaj, Daniel Goiti, Dana Borsan, Stelua Radu, Shoshana Rudiakov y Norma Fisher.
CED: - Un gran músico del siglo XX, de origen rumano y radicado en gran parte de su vida en Alemania, Sergiu Celibidache, afirmaba que la música empieza ahí donde se acaba el pensamiento, es decir que la música no pertenece al pensamiento. Hoy en día, como bien sabes, la música se aleja cada vez más de nuestra alma, fenómeno que de hecho lo sufre todo el arte ya que éste desea alcanzar el concepto, transformarse en pensar. Sergiu, ¿qué es para ti la música?
ST: – La música siempre ha estado marcada por el pensamiento (por ejemplo una Fuga de Bach). Pienso que, en el curso de la historia, la música experimentó capas más y más terrenales del ser humano. Si escuchamos la música renacentista y barroca, el sentimiento de un equilibrio absoluto y de una pureza espiritual es muy presente. Luego Beethoven tiene la valentía (inaceptable para sus contemporáneos) de expresar en sus composiciones la pasión y la rebeldía en contra del destino y de la condición humana. Para los románticos, expresar el mundo de las emociones deviene algo natural y normal y luego la música del siglo XX tiene aspectos cada vez más relacionados con las preocupaciones humanas; la música ha tomado en nuestros días formas experimentales diversas, algunas conceptuales o matemáticas. Claro que tenemos, en este sentido, una intelectualización de la música y el sonido como resultado no siempre agrada, pero yo propongo mirar este fenómeno desde otra perspectiva , es decir desde la perspectiva del progreso que el hombre ha hecho en cuanto a la búsqueda, la honestidad y la apertura.
Es decir, esta búsqueda, que a veces toma caminos no tan aceptados, es necesaria para poder descubrir nuevos ámbitos, nuevos mundos musicales. Está en la naturaleza de la búsqueda misma perderse, estar en desacuerdo con el presente, pero a la vez es algo indispensable si miramos un poco el camino bastante largo que la humanidad tuvo que recorrer. Regresamos un poco a la música y a la época del Barroco y vamos a recordar lo formales que eran las personas en aquella época y cuanta apariencia escondía aquella sociedad en cuyo tiempo se compuso una música extraordinaria. Lo que quiero decir es que el ser humano siente la necesidad de revindicar su derecho a la libertad, sustraerse a las normas, a las reglas de todo tipo y esto lo hace mediante el pensamiento y es normal que esto sea reflejado también en el arte. ¿Es más hermosa la música contemporánea que la música del romanticismo? No necesariamente; depende de que perspectiva se comprenda. ¿Es más libre el hombre de hoy que el del siglo XIX? Creo que sí. Entonces ¿cómo se relacionan las dos cosas? Pues no se relacionan.
El ser humano, desde mi perspectiva, es un ser marcado por la incompresibilidad de su sentido o por la falta de existencia de este sentido y de aquí su necesidad desesperada de conocerse más y más a sí mismo. Y en estas condiciones, nos debemos uno al otro tolerancia en cuanto nuestras búsquedas y nuestros gustos y no olvidar que estos caminos de búsqueda tan diversos vienen de nuestra necesidad de libertad y de verdad. Por eso no creo que la integración del pensamiento y de la emoción en una unidad armónica (no digo en un equilibrio) sea la condición sine qua non para un artista.
CED: - No cabe duda que está discusión puede seguir porque es muy compleja pero, te pregunto porque pensaba, por ejemplo, que para muchos filósofos, la música representa el lenguaje de la trascendencia, teniendo esta fuerza transformadora de nuestra existencia. Desde mí punto de vista, la música puede ser comprendida como una vivencia mística, que calla la palabra y deja lugar al silencio; una vivencia incomunicable y una experiencia que nos recuerda un poco de nuestro origen divino. Por ejemplo Emil Cioran, nuestro rumano universal, decía en un momento que “sin Bach, yo sería un nihilista absoluto”. Un Wagner, un Nietzsche, los románticos en general, veían en la música el arte par excelance mediante el cual la esencia del mundo se puede revelar. Schopenhauer nos transmitía también la idea de que la música es la forma de arte más elevada, y sólo mediante ella nos podemos liberar de la “voluntad de vivir”. ¿Tu qué piensas, tiene la música esta fuerza transformadora de nuestra realidad ¿Es ella capaz de regresarnos el sentido perdido de nuestra existencia?
ST: – Sí, creo que tiene este poder porque el instinto musical parte del inconciente y se dirige, en primer lugar, a éste. Afortunadamente existe mucha música que me gusta llamarle “esencial”. La llamo así porque en ella re-encuentro sentidos que tienen que ver con la esencia del ser humano. Estos sentidos no siempre se muestran o se demuestran desde un punto de vista conceptual, sino que muchas veces quedan en la sombra de la percepción. Esta capacidad intuitiva de percibir el sentido tiene, precisamente, el poder de transformar al ser humano de manera radical. Pienso en ciertas partituras de Brahms, Beethoven, Bach, Schumann, Schubert, Chopin, Liszt, etc. No sé si está música tiene la capacidad de regresar el sentido perdido, ya que no estoy seguro si el hombre lo tuvo alguna vez desde un punto de vista ontológico, pero al menos muestra al hombre desnudo, es decir vaciado de apariencias y de fachadas, lo muestra en la luz de su propia verdad.
CED: - En el “preludio” de este diálogo, para hablar en términos musicales, citaba a Platón con su idea de que la música debe encontrar su finalidad en el hecho de amar lo bello. ¿Crees que la idea de Platón es todavía valida? ¿Cómo entiendes tu la relación entre música-belleza-amor?
ST: – Para mí la música está más en relación con la verdad que con la belleza. Una amiga trataba de convencerme, en un momento, que la verdad y la belleza no pueden ser separadas, que si algo es verdad implícito es bello también. Yo no encuentro en está visión más que una opción personal. Por ejemplo La Marcha Fúnebre de la segunda sonata de Chopin es inquietante y verdadera, pero con la excepción de la media parte, no la podía llamar bella. ¿Qué hay de bello en una marcha fúnebre? Nada. Sólo sufrimiento y desesperación. Y aún así, es verdadera. La belleza (como en el caso del bien) puede devenir muy fácil una causa de la locura, un falso objetivo, si no es validada, acompañada, por la verdad. Sólo la verdad puede ser la medida de la belleza; sólo la verdad puede verificar la auténtica aura de la belleza. Esto no significa que la belleza no me atraiga también en sus formas artificiales, pero estas son andanzas…De amar, amo la belleza sólo cuando está doblada por la verdad.
CED: - Me gusta mucho la idea que tienes sobre la música como verdad, estoy de acuerdo contigo ya en día de hoy la belleza ha perdido su relación con la verdad y se ha convertido en pura estética. Te mantendré todavía en este ámbito filosófico de nuestro diálogo. De hecho es en esté ámbito donde te quería llevar desde el inicio de nuestro diálogo. Cioran, en su delirio, cuando escuchaba la música de Bach, afirmaba que al inicio todo fue música. A lo mejor tenía razón si pensamos que, miles de años atrás, Pitágoras afirmaba que el cosmos, es armonía creada por el movimiento de los cuerpos celestes que están en unas cuerdas etc. A lo que voy es que desde la antigüedad, se pensaba la música como la fuente del ser. ¿Tu, cuando interpretas una partitura, cómo vives la música? ¿Podrías describir un poco esta vivencia?
ST: – Mencionaste antes a Celibidache. Con la ayuda de la fenomenología musical, él demostró que la música puede ser vivida fenomenológicamente porque el fenómeno sonoro es una realidad. El escuchar de manera libre, sin ideas preconcebidas, este fenómeno sonoro lleva a una interacción real, consciente, con los vectores de una parte musical de tal modo que la manera de vivir la música se vuelve una consecuencia natural del impacto de está realidad física (el fenómeno sonoro) sobre el mundo interior del hombre. Muchas veces, esta vivencia es enriquecida luego por la imaginación.
CED: - “¡Vivir la música sin ideas preconcebidas!”. Me parece de gran importancia que estas diciendo partiendo de la idea de Celibidache. Puede que está sería la clave de la apertura y del impacto natural como dices sobre la interioridad en el ser humano. A lo mejor de está manera es la música transformadora…Sergiu, desde mi punto de vista, creo que no existe un hombre de cultura que no sea un amante de la música, en especial de la música clásica. Algunos de ellos tenían y tienen, preferencias musicales bien delimitadas. Por ejemplo, Kierkegaard amaba la música de Mozart, Nietzsche admiraba a Wagner; Wagner por su lado se inspiró a Beethoven, Cioran no podía vivir sin Bach, Celibidache amaba a Bruckner etc.,. Seguramente, en calidad de amante de la música y en calidad de pianista, se te dificulta elegir a uno o a otro, se te dificulta tener una preferencia; y aún así ¿cuál es ella y por qué?
ST: – Se me dificulta elegir un solo compositor, si esto es lo que me pides. Amo cada vez al que me toca interpretar. Sería extraño pensar lo mucho que te gusta Chopin mientras estás en el escenario tocando un Intermezzo de Brahms. Puedo decir que me siento muy atraído por la música del romanticismo: Schumann, Chopin, Brahms, Schubert, Liszt, Rachmaninoff.
CED: - En tu página de Facebook (www.facebook.com/SergiuTuhutiu), hay una foto con un mensaje imponente: “El arte tiene un solo objetivo: la libertad”, mensaje transmitido a nuestra generación por el gran maestro Celibidache. Si pensarías un poco en tu generación, …en nuestra generación, donde la mayoría de los jóvenes creen que la libertad significa hacer lo que uno quiere sin límites y sin ninguna responsabilidad, ¿cómo entiendes tu este mensaje? ¿Representa el arte, y la cultura en general, nuestro chance de ser libres? ¿Cómo podríamos convencer a un joven, a un niño, que escuchando música clásica, o practicando con un instrumento, podrá vivir la libertad?
ST: – Tú sabes muy bien que el devenir interior es un proceso muy difícil y lento, que exige de mucho esfuerzo, de autoanálisis, de una preocupación constante, de mucha lectura y mucha reflexión etc. La libertad primero debe ser comprendida, luego conquistada y luego vivida. No creo que puedas convencer a nadie que encontrará su libertad en el arte. Sería una falsa interpretación porque ni uno sabe sí la va a encontrar – esto depende de cada uno. La libertad humana es una evidencia y por eso es extraño que necesitamos liberar la libertad que llevamos adentro; es como si la tuviéramos en cautiverio, como si la guardáramos en un estado latente. Yo tengo la convicción de que la música puede tener un papel decisivo en este proceso de desencadenamiento interior, pero repito, esto no se podría generalizar, depende del modo en el cual cada uno interactúa con el arte.
CED: – No cabe duda: el tema de la libertad es igual un tema muy complejo y todo esto da para mucho que dialogar. Seguramente continuaremos con otra ocasión, por ahora vamos a alejarnos un poco de este filosofar sobre la música y vamos a regresar a la actualidad. Sergiu, te encuentras en un momento importante (no digo en el culmen, y sabes por qué) de tu carrera. Estás ante el hecho de realizar uno de tus sueños, el de grabar el primer CD y no en cualquier lugar sino en Londres donde existe ya un público educado y refinado en cuanto a música clásica, y donde muchos nombres grandes de la música hicieron historia. Yo sé que tras este momento que vives ahora, existen años y horas de estudio, concursos, exámenes y premios. ¿Tendrás algún mensaje para los jóvenes o los niños quien, a lo mejor se enamoran de un instrumento musical, quienes a lo mejor hacen algunos estudios y luego sueñan rápido con la fama? En otras palabras, ¿cómo entiendes tu la relación entre música-pasión-fama?
ST: – Los niños que sueñan una carrera musical de conciertos, deben ser ayudados a entender qué significa esta cosa y aquí no hay lugar para esquivaciones. Apoyarlos en este sentido puede ser igual de dañino como no hacerlo. El fundamento de un logro está en la pasión, en el trabajo, en concientizar las implicaciones y también está en clarificar los objetivos. El deseo de fama no debe disminuir la autenticidad del artista, esto es un peligro que se encuentra a cada paso de manera constante.
CED: - Eres el representante de una nueva generación, aun así, tras de ti hay una fuerte tradición en cuanto a los músico rumanos y de ellos muchos son conocidos en todo el mundo. Pienso ahora en George Enescu, Clara Haskil, Dinu Lipatti, Sergiu Celibidache, Angela Gheorghiu etc.. Seguramente tu conoces muchos más nombres. Te pregunto ¿sientes alguna responsabilidad en este sentido?
ST: – No me considero el continuador de alguna tradición o de alguna cadena de músicos remarcables, es decir, no pienso en esto. Si las cosas que hago porque tengo fe en ellas, van a servir en cuanto la continuidad o en cuanto a esta herencia artística tan valiosa como la que has mencionado, mejor.
CED: - Sergiu, tomando en cuenta tu pasión para el piano, ¿A dónde quieres llegar? ¿Cuál es tu sueño? Claro si lo quieres revelar, si no, respeto tu silencio.
ST: – Quiero cantar para el público de todo el mundo, quiero conocer gente y hablar con ellos. Me apasiona el ser humano, su diversidad y sus limitaciones. Quiero contribuir a disminuir los abismos que existen entre los públicos de diferentes géneros musicales. Deseo colaborar con artistas que amo y que me inspiraron en el curso del tiempo (son muchos, no los voy a nombrar aquí). Recordaría sólo un episodio en el cual un amigo me dijo que cuando yo llegara a cantar con Celine Dion entonces hablaríamos. A mí me gustan la provocaciones y Celine Dion fue una de las voces de mi infancia y, aunque con el tiempo los gustos musicales se diversifican, te quedas con algunas preferencias incondicionales. Así que aposté que hasta 2020 voy a cantar con Celine Dion. Vale la pena recordar esta apuesta, nunca se sabe quién leerá nuestra conversación.
CED: – Me gusta mucho lo que me cuentas y no dudo que lo vas a logar. Hacia el final me gustaría entrar un poco en tu cotidianidad y me gustaría que respondas a unas preguntas que refieren a tu vida de “hombre común”; sobre Sergiu Tuhutziu, el hombre y no el pianista, no el músico.
CED: - Si no fueras pianista, ¿qué otra cosa te gustaría ser?
ST: – Director de películas, actor, fotógrafo, productor musical, psicoterapeuta, filósofo. Con todo esto coqueteo dentro de mí.
CED: - ¿Otro genero musical que te guste?
ST: – Jazz.
CED: -¿Tu escritor preferido?
ST: – Thomas Mann, Dostoievski, Tolstoi, Dante. No puedo elegir solamente uno.
CED: - ¿Algún filósofo que admiras?
ST: – Tampoco aquí no puedo elegir sólo uno. En un primer sentido será Heidegger y Platón. Me gusta el existencialismo, pero también me gusta la honestidad impactante, a veces dolorosa de Cioran; Cioran es increíble, es hueso, no está envuelto en nada. Luego, también me gusta Constantin Noica y Mihnea Moldoveanu, el que trajo a Heidegger en mi vida.
CED: - ¿Tu comida preferida?
ST: – La comida de Indonesia.
CED: - ¿La palabra que más te define?
ST: – Extremos.
CED: - ¿Un deseo escondido?
ST: - Recuperar las cosas perdidas, como las amistades (el plural de amistad no de amigo, por lo cual “las amistades”).
CED: - ¿A quién agradecerías por lo que eres ahora?
ST. – Agradezco en primer lugar a mis padres, a mi esposa, a mis profesores y a mis amigos. Y, de una manera especial, agradezco a Mihnea Moldoveanu.
CED: - Vives ahora en Londres, ¿qué sientes para Rumania?
ST. – Exactamente lo que se siente para una persona que amas, pero con la que es extremadamente difícil vivir. Rumania sigue siendo “mi casa” (acasa) y la mayoría de las personas que amo viven allá.
CED: - Y finalmente, ¿qué mensaje tendrías para la gente de México, y para los lectores de este diálogo?
ST: – Espero tener la oportunidad de encontrarnos en los conciertos y alegrarnos juntos por la música. A mí me gusta mucho el español y hablo este idioma, así que los invito a todos a juntarse a la comunidad creada en mi página de Facebook para conocernos.
CED: - Muchas gracias Sergiu, muchas suerte en todo lo que haces y esperamos escuchar más seguido de ti, ir a tus conciertos y por qué no, en un día te esperamos en México.
ST: –¡Gracias!