En 1948, el escritor rumano, originalmente sacerdote ortodoxo, Constantin Virgil Gheorghiu, se trasladaba a París donde escribirá la novela La hora 25. Hoy conocida como película, cuyo protagonista principal encarna el famoso actor Anthony Quinn, pocos saben que La hora 25 es una novela escrita en los años más terribles de la historia: en donde se relata sobre la deshumanización del hombre bajo la historia y la era técnica. A pesar del paso del tiempo, la novela encuentra su actualidad.
No cabe duda que Constantin Virgul Gheorghiu es uno de los grandes escritores que representan la “literatura del exilio” de Rumania, siendo prohibido 45 años por el régimen comunista. La novela se fundamenta en vivencias reales, dado el hecho que el autor nace en 1916 (-1992), viviendo en carne propia todo el terror de una historia ajena al hombre, una historia abstracta capaz de sacrificar al hombre por la idea. Como todos los intelectuales rumanos de aquella época (Eliade, Cioran, Mihail Sebastian, Horia Vintila, etc), C. V. Gheorghiu es víctima de las experiencias totalitarias de Rumania: vive el exilio, la miseria, el dolor y trata de encontrar una forma de entender ¿dónde queda el hombre frente a los cambios de la historia?
En calidad de diplomático fue preso por las autoridades americanas después de la Segunda Guerra Mundial, así como le sucede a uno de sus personajes, el intelectual y escritor Traian Koruga. En este sentido, y para entender mejor el sello biográfico, el autor afirmaba: “en 1938, fui en un campo de concentración judío de Rumania; en 1940 fui prisionero en un campo de rumanos de Hungría; en 1941 en Alemania en un campo de húngaros, y en 1945 en una prisión de los americanos. Hace dos días fui liberado. Trece años de campos de concentración…”
Al leer la novela, el lector siente el terror, la peor desgracia y, a la vez la incapacidad de hacer algo. ¿Cómo salvarnos frente a la crueldad, cómo luchar contra este nuevo ejemplar “el-hombre-histórico”, el hombre cuyo cerebro está lavado por ideas de progreso y conquista? La idealización de Hegel, su inmensa visión se hizo realidad en el siglo XX, un siglo de la barbarie, donde la historia se hace dueña de la libertad del hombre aniquilándola en virtud de la necesidad, de una necesidad abstracta donde el hombre es víctima y esclavo, a la vez.
Bien sabemos que la historia del siglo XX es la culminación de los caprichos. En este sentido Cioran tenía razón cuando afirmaba que la historia de la humanidad es, en el fondo, la historia del mal, porque el mal empieza ahí donde se sacrifica al hombre en el nombre de la historia. Aquí cabe su perversidad. En este sentido recuerdo que Cioran nos remite a tomar conciencia de que vivimos una cultura de simulacros donde religión o historia son el resultado de una idea donde el hombre proyecta “sus llamas y sus demencias” que poco a poco adoptan la figura del suceso; y nos advierte que es así como nacen “las ideologías, las doctrinas y las farsas sangrientas”. (Breviario de podredumbre)
En la novela La hora 25, el hombre resalta como víctima de las ideologías desde el nazismo, al socialismo y la “era técnica”. No cabe duda, hoy viviendo bajo la ideología económica de la cual se deriva la política, aunque los tiempos de los nazi y de los soviets se fue, quedamos prisioneros y esclavos en las manos del hombre nuevo, que no tiene corazón y en lugar de cerebro un engranaje, como afirma el personaje Traian.
Avanzando en la lectura uno siente la monstruosidad del ser humano, su débil perversidad y la pregunta que surge es ¿cómo es posible que el hombre se vuelva contra el hombre con tanta crueldad, con tanta barbarie?...Y recuerdo las palabras de Thomas Hobbes que con lucidez afirmaba “homo hominis lupus”…Sin embargo, una novela que todo hombre debe leer, para tomar conciencia del mal que nos estamos haciendo.
Sobre la grandeza de esta novela hablaba Mircea Eliade, quien celebraba con interés la aparición de ésta misma: “No he leído en ninguna otra literatura algo que se podía acercar al menos de lejos al terror de la historia que sufren tus personajes. Considero la Hora 25, uno de los libros más grandes de nuestra generación, de todos los países”. Y el mismo Eliade sigue afirmando en un articulo de 1949: “Pensamos que es el deber de cada rumano leer esta novela porque no solo por que se trata de la primera creación literaria importante de la emigración rumana; sino porque revela un aspecto de la historia contemporánea, aspecto que ningún otro escritor europeo o americano lo pudo expresar con tanta claridad y tan profundo; es, en el fondo, la primera obra literaria donde se refleja el terror de la contemporánea historia en la que el hombre significa la muerte o la transformación en máquina, la despersonalización, la deshumanización”.
Uno de los personajes principales, Traian, un escritor famoso, hijo de un sacerdote ortodoxo, tiene la visión y planea escribir en un día una novela que refleja la vida real, la vida del “esclavo técnico”, donde los hombres estarán obligados a vivir y comportarse según leyes técnicas. “Y quien no respeta las leyes de una máquina, elevadas a rango de leyes sociales, son verdaderamente castigado” (55). Y esto se debe, según el escritor al hecho de que en la sociedad contemporánea “el sacrificio humano no es siquiera digno de ser mencionado. Es trivial”(58). Porque en la sociedad técnica la única moral es la producción. Sin embargo, “la sociedad técnica puede crear la comodidad, pero no puede crear el espíritu, y sin espíritu no hay genios. Una sociedad desprovista de hombres de genio está condenada a la desaparición”(59).
La novela nos sitúa en la Rumania de 1938, en el pueblo Fantana donde, un campesino rumano, Iohann Moritz, a quien no le falta la inteligencia y el ingenio, es el testigo y la víctima de la historia de su tiempo. Vive la invasión de Rumania, de las fuerzas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial, y su alianza con los alemanes. Moritz un hombre simple, con principios sólidos sueña con irse a América para hacer dinero y regresando comprar una casa con terreno. El destino lo encamina hacia el matrimonio con Suzana, de tal modo que Moritz renuncia a su sueño pero éste se hace realidad con la ayuda del dinero de Traian, el gran y exitoso escritor, el hijo del sacerdote del pueblo que le regala a Moritz dinero para construir su casa.
Trabajador y sencillo, Moritz despierta celos de tal manera que, cuando surge la orden de encarcelar a todos los judíos y mandarlos a trabajar en un campo de concentración, lo arrestan y lo mandan acusándolo de ser judío.
En el campo es forzado a trabajar en un canal de defensa anti-tanque contra los rusos. En su ingenuidad, Moritz piensa que se trata de un error y empieza a trabajar con alegría pensando en el día que va a regresar y va a enseñar a sus hijos su trabajos. Mientras, el capitán de la policía local, Andresku, después de acosar a la esposa de Moritz, la presiona para deshacerse del marido con la promesa de que si firma las actas de divorcio, el hombre será liberado. Para Moritz, empieza poco a poco la agonía y la pérdida de la paciencia, nadie lo quiere escuchar al afirmar que él era cristiano-ortodoxo. La desgracia es peor aún cuando los compañeros judíos le reclaman del hecho de renegarse de su fe. Él los termina convenciendo de que no tenía nada contra los judíos.
Después de estar un tiempo en el campo es transferido a otro a la frontera de Rumania con Hungría, pero junto con otro judíos logra evadir y llegan a Budapest. Aquí Moritz es abandonado por los judíos -cada uno ayudado por la comunidad judía, logran huir a América. Moritz en cambio es preso y encarcelado y acusado por los húngaros de ser un espía rumano. Después de ser golpeado hasta desear la muerte, en un día, Moritz se entera de que va a ser liberado de tal cárcel y vendido a los alemanes como esclavo. Se refleja en Moritz un hombre cuya dignidad es totalmente aniquilada. “La sociedad contemporánea tiene sus métodos para guardar esclavos, unos métodos que no poseían los griegos y me refiero a los métodos de la técnica burocrática que encadena sutilmente al ser humano. Los griegos y los egipcios no hubieran encadenado jamás a sus esclavos de haber poseído los medios de fiscalización de nuestra sociedad moderna” – afirma uno de los personajes con ironía frente al horror producido al darse cuenta que la esclavitud no se ha abolido sino que sigue disfrazada en las técnicas burócraticas. Y sigue diciendo:
“Nuestra cultura ha desaparecido, Luciano. Acaba de perder la parte más preciosa de su herencia: el amor y el respeto al hombre. Sin ese amor y ese respeto, la cultura occidental habrá dejado de existir. (…) La aparición de la sociedad técnica destruyó lo que habíamos ganado y creado durante siglos de cultura. La sociedad técnica volvió a instituir el desprecio al ser humano…” (167)…
Y Moritz se entera, en un día, que ha sido vendido a los alemanes. Después de trabajar como máquina en una fabrica de botones, que era, en el fondo un campo de concentración, de repente (y como ironía del destino) Moritz llama la atención a los oficiales: para estos Moritz tiene todas las cualidades de la “raza pura” o “la familia heroica”. Moritz ni idea tiene de qué se trata, sin embargo con sólo el hecho de que le ofrecían un uniforme y algo de comer -porque en todo este tiempo la comida era meramente escasa, pan de vez en cuando y poco de agua- entra en el papel de un guardián de los campos de concentración. Sin embargo, Moritz no se olvida de sus compañeros de campo y cada día se encarga de llevarles comida y cigarros. Hasta un día que los presos invitan a Moritz a escaparse. Estaba claro que Alemania estaba a punto de capitular. Moritz, en su uniforme de oficial alemán, ayuda a sus compañeros y logran huir a Francia. Después de llegar y sentirse aliviado que logró escapar y ayudar a sus amigos, Moritz empieza a soñar con la libertad, sin embargo, y como si no fuera suficiente, va a ser encarcelado por los americanos, en el campo de concentración de Ohrdruf.
En la novela todos los personajes son víctimas de los cambios de la historia: un judío que se hace comunista y va contra la gente de su pueblo una vez que los bolcheviques llegan a Rumania; la mamá de Moritz, Aristiza al llegar los rusos se alía con ellos, mientras que el padre de Moritz es acusado por ser judío, etc.
Sin embargo hay otro personaje que llama la atención: se trata del escritor Traian Koruga que una vez casado con la judía, que esconde su identidad para salvarse, Eleonora West logran escapar a Dalmacia. Su historia queda desconocida hasta que los encontramos, después de la capitulación de Alemania, en camino hacia Francia.
La crueldad de la historia, de las ideologías, otra vez resalta: después de caminar 200 km a pie, para huir de los bolcheviques, llegan a Francia donde son acusados por ser rumanos y como Rumania era ya un país aliado con los Rusos, pues todos los rumanos eran enemigos; por los americanos que se encontraban en aquel territorio los encarcelan. A Eleonora la mandan en un campo de concentración para mujeres, y a Traian en uno para hombres. En cuanto a Eleonora llama la atención el hecho de que una vez en el campo se entera que el oficial que cuidaba a las presas era judío. Ve en él una esperanza, porque ella también era judía y se dirige a él. Nada más que el oficial la trata con barbarie porque era rumana…, Eleonora no tuvo la oportunidad de decir que era judía. “Responde, criminal- se dirige el oficial a Eleonora- ¿Cuántos judíos has matado con tu propia mano? ¡Responde! Si sigues callando te haré pedazos. (…) ¡Sucia ramera! ¡Sucia ramera nazi, fuera de aquí!. Levantó otra vez su puño amenazador. Nora salió del despacho”(287).
Mientras Eleonora vive esta desgracia, en el campo de hombres, Traian descubre que a su lado estaba Moritz. Se abrazaron al encontrarse; el destino era extraño: después de tantos años se encuentran en la cárcel. Recordamos que Traian era el hijo del sacerdote del pueblo Fantana, Alexandru Koruga, el sacerdote que siempre apoyo a Ioahnn Moritz. Ahora están uno con el otro…Y para sobrevivir, Traian continua escribiendo su novela…”dejaban de verse sus pies descalzos, su rostro mal afeitado y lo roto de sus pantalones. Cuando escribía, Traian Koruga era un señor”(299). El diálogo que tiene con Moritz es aterrador:
“- ¿Has oído hablar de los encantadores de serpientes? Preguntó Traian, interrumpiéndose.
-Sí – dijo Moritz.
-Daniel permaneció en la fosa de los leones y éstos no lo devoraron. Por el contrario, él los amansó. (…) Los hombres pueden domar todos los animales salvajes. Pero desde hace algún tiempo, una nueva especie de animal ha aparecido en la superficie del globo. Esa especie tiene un nombre: el ciudadano. No viven en los bosques, ni en la selva virgen, sino en los despachos. Sin embargo, son más crueles que cualquier animal salvaje de la selva. Han nacido del cruzamiento del hombre con las máquinas. Son de especie bastarda y, sin embargo, componen la raza actualmente más poderosa en la superficie de la Tierra. Su rostro se parece al de los hombres, pero poco después se da uno cuenta de que no se comportan como hombres, sino como máquinas. En lugar de corazón tienen cronómetros y su cerebro es un engranaje. Sus deseos son de los animales salvajes. Así son los ciudadanos….No volveré a escribir libros. Y en vez del capitulo quinto quiero escribir algo capaz de domar a los ciudadanos. No será una novela. Ni una pieza de teatro. Los ciudadanos no gustan de la literatura. Para amasarlos, escribo en el único genero que admiten. Son peticiones. Los ciudadanos no tienen tiempo para perderlo con novelas, dramas o piezas de teatro. No leen más que Peticiones” (289-290).
Sin embargo los ciudadanos no tienen sentimientos y no reaccionan frente a estas peticiones. La conclusión de Traian es decepcionante: “No tienen sentimientos. No saben odiar ni vengarse. Trabajan automáticamente e ignoran todo lo que no está escrito en el programa. Es la suya la indiferencia del ciudadano ante el hombre, la indiferencia que ha terminado por sobrepasar la de las máquinas” (297).
Todos los prisioneros son subidos a camiones hacia no se sabe cual lugar. Uno aplastando al otro…De repente, Moritz tiene la impresión de ver a uno de sus amigos franceses. Él no sabe francés y saluda a su supuesto amigo en alemán. Su gran error. Su acto de amor y amistad se volvió una locura. Todos se fueron contra él. Lo aplastaron, le pegaron hasta desear morir, morir…Un hombre que ama a su semejantes, pegado hasta la crueldad por estos mismos.
Es el momento cuando nos encontramos con la Petición de Iohann Moritz…aterradora, impactante porque nos pone frente a frente con la idea de ser culpable sin haber hecho nada..”No puedo esperar más. Y por eso pregunto ¿por qué sigo prisionero? No he robado, no he matado, no he engañado a nadie y no he hecho otra cosa que defender la ley y la Iglesia..No soy criminal, ni ladrón…¿por qué me siguen teniendo ustedes encerrado? Me han torturado hasta convertirme en una sombra de lo que fui. He estado encerrado en catorce campos. (…) Soy un hombre y no he hecho daño a nadie. No tienen ustedes derecho a tenerme encerrado y torturarme. Mi vida me pertenece y sean ustedes quienes quieran, no tienen derecho a tocar mi vida, a inmiscuirse en ella, a arrancármela”(316).
¿Qué es la hora 25? “El momento en que toda tentativa de salvación se hace inútil. No es la última hora, sino una hora después. El tiempo preciso de la sociedad occidental. Es la hora actual. La hora exacta”(60).
La historia se convierte en el primer y peor enemigo, en “la obra del diablo”; y es por eso que viven, con una intensidad poderosa, el terror de la historia. una historia que clasifica arbitrariamente a los hombres en héroes o víctimas; en conquistadores y conquistados.
Estoy consciente de que hoy el mundo es un poco diferente, el tiempo de los campos ya se fue. Pero aún así hay algo que nos esclaviza, hay algo por lo cual somos capaces de aniquilar al prójimo, miremos a nuestra vivencia diaria y observemos como pesa esta esclavitud, como nos transformamos más y más en ciudadanos, “sin corazón y en lugar de cerebro, un engranaje”.
En lugar de campos, hay gente que diario muere de hambre por ser victima de un sistema cruel, gente que diario es despedida por el mismo “sistema”, gente que al siguiente día no tiene que dar de comer a sus hijos, gente que en nombre de “religiones” están matado cruelmente…Y pienso: ¿Cómo lograr hacernos concientes de que el otro es nuestro semejante, el otro es lo que tú eres o lo que yo soy? ¿En el nombre de quien hacemos daño al otro? ¿ De la religión? ¿De la economía? ¡Que baratas son las ideologías y que caro nos cuestan, hasta la vida! ¿Quién tiene la verdad? Nadie…la verdad pertenece a la humanidad, al hombre auténtico, no a la ideología, no a la historia… La verdad está en el espíritu del hombre que añora la libertad, el que todavía añora amar, al que todavía es capaz de ver la belleza, la bondad. El mundo no puede ser de los “ciudadanos”, el hombre debe tener la fuerza de conquistar, a través del amor su lugar junto al otro.
Catalina Elena Dobre