“Has sido lo más tierno que yo he encontrado/y fuiste lo más duro con lo que luché. /Fuiste la altura que me bendijo / y has sido el abismo que me devoró”. (Rilke)
Desde hace unos años me ha llamado la atención la figura de una mujer, una mujer excepcional, que ha cambiado el destino de muchos hombres de genio del silgo XIX y el destino de la cultura misma. Me refiero a Lou von Salomé o Lou Andreas Salomé. Su testimonio de vida nos hace entender sobre la fuerza interior de esta mujer, sobre su inteligencia excepcional y sobre su creatividad inagotable. Testigo de unos tiempos en proceso de cambio, de la decadencia de una época y el inicio de otra peor, Lou von Salomé parece ser vista como “la primera mujer verdaderamente moderna” de la historia. Y lo que a mi me llama la atención es su fuerza de carácter y su inteligencia, que deberían representar una fuente de inspiración para la mujer de hoy en día.
Si es que intentamos ver aquello que ella tiene de valioso, es sin duda su lucha sin parar contra las conveniencias, contra los tabúes y contra una sociedad llena de prejuicios en cuanto ideas y modo de vida; una lucha que refleja no sólo la fuerza del carácter sino también el deseo de libertad de ser uno mismo. Y, en el fondo, esta fue su gran batalla con el mundo, una batalla conquistada porque Lou, nunca se dejo atrapada por el mundo, sino que siempre tuvo la valentía de decirle a este mundo quien es ella de verdad. Uno de los testimonios sobre ella afirman: “Tenia una fuerte personalidad. Lo que era válido para ella no tenía que serlo forzosamente para los demás”. (H. Peters, Lou von Salomé. Mi hermana, mi esposa, Barcelona, 1995, 308).
Amada y deseada por hombres de genio del siglo pasado, Lou nunca se dejo atrapada por un amor, ya que para ella el amor era una pasión ardiente que tarde o temprano se va acabar. La atracción que ejercía en los hombres era fatal, pero ella no era la mujer fatal. Ella era una joven en búsqueda del espíritu, una criatura enamorada del pensamiento mismo. Con sus ojos grandes y azules, pero que reflejaban la fuerza de espíritu, Lou tenia una belleza especial, una belleza en la cual se refleja la inteligencia misma. Es por eso que Stéphane Michaud la describe de la siguiente manera: “Reflejada en las aguas, solidaria con los bosques y con la naturaleza, que se miraba en ese espejo cósmico, la imagen de Lou era como la antigua leyenda”.(Lou von Salomé, La aliada de la vida, Barcelo, 2001, 14) Y esto es lo que atraía a los hombres. Su inteligencia era brillante por lo cual le permitía atreverse a estar en diálogo con los grandes pensadores de la época. Siempre rodeada de hombres, Lou supo dominarlos con su inteligencia y espíritu de libertad El primer hombre que se enamora perdidamente de ella, es el pastor protestante luterano Hendrik Gillot, un hombre de mundo y un orador brillante. Este mismo la inicia en el mundo de la filosofía y la religión. Con él aprende sobre” filosofía, lógica, metafísica, y teoría del conocimiento; sobre Pascal, Descartes, Kant, Kierkegaard, Voltaire, Fichte, Schopenhauer” (cfr. Peters, 52). Aun casado y con hijos, no pudo resistirse al enamorarse de esta joven. Hasta le propuso matrimonio. Pero Lou pertenecía ya a otro mundo, al mundo del saber y, sin darse cuenta, Gillot, ofreciéndole este mundo del conocimiento, le ofreció, al mismo tiempo, la libertad y con esta la perdió para siempre.
Lou continúa este camino y entra a estudiar en la Universidad de Zurich en 1880, cuando tenía diecinueve años. Aquí se desborda su sed por el saber. En esta época, Zurich era un centro cultural muy importante. Lou se siente aquí como en casa. Participa a varias conferencias sobre filosofía, arte, historia y religiones y acumula un generoso conocimiento sobre estas. Empieza descubrir el gusto por la poesía y el amor por el pensar mismo. Pero, al mismo tiempo, empieza tener síntomas de agotamiento y fatiga, para que luego, se le diagnostica una tuberculosis.
Para enfrentar la enfermedad y para mejorar, Lou viaja junto con su madre, declarada su protectora, a Roma. Es aquí donde su destino cambia por completo. En la casa de Malwida von Meysenburg, una gran representante del feminismo alemán, conoce al filósofo, y amigo judío de Nietzsche, Paul Rée. Este ultimo le llama la atención, por lo cual, por escondida se encuentran y platican sobre las temas comunes. Rée era entonces un filósofo conocido por su interés en la ética y afirmaba que “nuestras ideas sobre el bien y el mal son productos de la cultura y no de la naturaleza, porque el sentimiento molar innato no existía”(cfr. Peters, 71).. Sin embargo sus encuentros se fueron más allá de las simples discusiones. Rée se enamora de Lou y feliz le escribe a su amigo Nietzsche describiéndole a Lou como una mujer no sólo bella pero sumamente inteligente. La reacción de Nietzsche no tarda; quiere conocer a esta mujer por lo cual viaja a Roma, “la única ciudad que, por ser un poema vivo, podía saciar los apetitos estéticos del espíritu” (68).
En esta época, Lou empezó reflexionar sobre un tema que le llamo la atención todo la vida: el problema de la fe. Estaba convencida de que en el mundo de los adultos no había lugar para Dios, porque al desarrollar el entendimiento se perdía la fe. Por lo cual, coincidía con Kant sobre el hecho de que la razón no “podía explicar el secreto de la vida, por lo cual el ser humano necesitaba de la fe” (73).
Mientras, Rée le propone matrimonio porque no concebía que una mujer tan fascínate se le escapara. Pero no sabía que Lou pertenecía a otro mundo y que amaba más la libertad que cualquier otra cosa. Pero es el momento cuando no sólo Rée, está enamorado de ella, aparece, en la vida de Lou, también Nietzsche. En cuanto la amistad entre los tres, hay una fotografía que sorprendió para siempre este instante en el cual dos hombres amaban la misma mujer. La fotografía se hizo en Lucerna, en Suiza, en 1880 y se conoció mucho más tarde, cuando no sólo impacto pero también dio lugar a varios comentarios. Parece que Lou, sin seguir las instrucciones del fotógrafo, se subió en el carro que éste tenía en su paltó, agarrando un látigo. Es ésta una imagen impresionate que hasta hoy nos habla indirectamente de la fuerza de carácter de esta mujer.
En esta época Nietzsche tenia treinta y ocho años y “estaba iniciando la ultima fase meteórica de su carrera”(80). Sin duda, era famoso; pero aun así un solitario, un introvertido y con problemas graves de salud. Por lo cual, estaba interesado a encontrar alguien para poder compartir su soledad. La idea de conocer a Lou, despertó en él, el deseo de tener a alguien. Al encontrarse en la basílica de San Pedreo, Nietzsche se enamoro perdidamente de esta mujer. La deseaba y la anhelaba y estaba impresionado por su agilidad del pensamiento. Pero Lou sentía que su destino va más allá de Nietzsche; sentía que era destinada a ser sí misma y a luchar por sus ideales. Nietzsche fue sólo un encuentro en su camino de vida aunque se sintió atraída por el pensamiento de este gran solitario.
Cuando la encontró por primera vez, e hicieron conocida su amistad, el mundo se escandalizo de ¿cómo era posible que un genio como Nietzsche se dejo atrapado por la inteligencia de una joven muchacha? Lou tenia entonces sólo veinte uno años de edad. Pero este genio tuvo la capacidad de reflejarse en el espejo de una mujer y reconocer en el un espíritu creador. Podrían hablar horas y horas. Los dos estaban en búsqueda de una nueva fe, una fe en la vida misma; pero sus pensamientos eran tan parecidos, sus ideas tan cercanas que no podían continuar y muchas veces entraban en conflicto. Aunque había una gran atracción intelectual y espiritual, Lou nunca estuvo enamorada de Nietzsche; más que éste, Nietzsche, Lou amaba su libertad. Tuvo que abandonar a esta “figura trágica”, como ella lo llamaba, y seguir adelante. Pero le dejo algo como símbolo de esta efímera y, a la vez, duradera amistad: dejo a Nietzsche un poema Oración a la vida. Porque entre ellos dos se interponía la vida misma.
El alejamiento de Lou, determino en Nietzsche, un dolor insoportable. Estaba a punto de cometer una locura. Pero entre el suicidio y la creación, se arrastro de la fuerza de esta misma y dio luz a una obra maestra que es Así hablo Zarathustra. “Trabajar en Zarathustra fue para Nietzsche una especie de cura; le ayudo a sobreponerse a su desengaño y a distanciarse íntimamente de Lou. No se quito la vida, sino que cerró el capitulo de Lou con un acto de creación”, afirma H.F.Peters (140)
Hay que añadir que tras este encuentro que Lou tiene con Nietzsche, surge el escrito Friedrich Nietzsche en su obra, que tiene el propósito de revelar el desarrollo del pensamiento de Nietzsche. Tomando en consideración la forma en el cual está escrito el libro, es uno de los mejores, según mi forma de ver, en cuanto el entendimiento del pensamiento nietzscheano y, a lo mejor, como se afirma en el estudio introductivo realizado por Ernst Pfeiffer, “El libro debe leerse como lo que es: la única exposición inspirada directamente por la presencia personal y espiritual de Nietzsche, el testimonio vivo de una mujer que con su trabajo demuestra ser lo que Nietzsche ya había descubierto en ella”. (Friedrich Nietzsche en su obra, Prólogo, 19). La obra, escrita en 1894, refleja todavía hoy en día esta admiración para el filósofo y a la vez sorprende, la personalidad tan ingeniosa de Nietzsche, pero con objetividad, así como la misma Lou confiesa en su escrito Miradas retrospectivas: “El libro Friedrich Nietzsche en sus obras lo escribí todavía completamente sin prevención, motivada tan sólo por el hecho de que con su acceso a la fama, se habian apoderado de él demasiados adolescentes literatos que no lo entendían; a mí misma la imagen espiritual de Nietzsche se me había revelado en sus obras, pero sólo después de nuestro trato personal; mi intención no fue otra sino comprender la figura de Nietzsche a partir de estas impresiones objetivas. Y tal como se me reveló su imagen en la pura fiesta retrospectiva de lo personal, tenía que seguir ante mis ojos”. No voy a entrar en muchos detalles en cuanto este escrito, pero no puedo no reproducir las palabras le Lou, del mismo escrito: “Verdaderamente revelador eran también el lenguaje de los ojos. Medio ciegos y, sin embargo (…) eran semejantes a pastores y guardianes de tesoros propio, de mudos secretos, que ninguna mirada intrusa debía rayar. (…) esos ojos penetraban la intimidad y, a la vez, mucho más allá de los objetos cercanos, en la lejanía (…). Y es que, en definitiva, todo su trabajo como pensador no era sino una exploración del alma humana en busca de mundos aún por descubrir”. (Op. cit., 65)
Pero Lou necesitaba seguir adelante. Para ella, la misión suprema era ser ella misma “respetar más y más las reglas y el ritmo de la propia naturaleza”(143). No se podría detener porque creía con convicción que el ser humano, para poder desarrollarse necesitaba la libertad. Dentro de ella había algo más allá de sus propias fuerzas. Algo que la llamaba sin cesar: los impulsos ocultos. Y sabia muy bien, así como le enseño Nietzsche, que no es el intelecto lo que rige la vida humana sino estos impulsos oscuros, de nuestro propio ser.
Mientras Lou, seguía su amistad con Rée. Vivian juntos pero como simples amigos y sin ningún compromiso. Tiempo en el cual Lou conoció muchos hombres de la época; muchos se enamoraban de ella, pero se quedaban con el deseo. Lou era libre. Participa en la vida intelectual de su tiempo, empieza a escribir y escribir y tener una palabra por decir en cuanto la literatura de la época. Es el momento cuando escribe el libro En la lucha por Dios, publicado bajo el seudónimo Henri Lou. Un libro lleno de ideas, lleno de búsqueda donde se refleja la preocupación por “¿Qué sucede cuando el hombre pierde la fe en Dios?. También a través del personaje femenino Margherita, Lou expresa sus ideas liberales sobre la mujer: “sólo a través del estudio puede esperar librarse de las cadenas que atan a la mujer al estrecho circulo del hogar y el matrimonio” (157); y continua, el personaje, diciendo que “la mujer tiene, como el hombre, el derecho de desarrollar sus facultades, tanto las de la mente como las de los sentidos”(157) Rée, hombre débil, ya no pudo soportar la idea de libertad de Lou y deciden separarse. A poco tiempo, Lou se entera de su muerte que fue, en el fondo, un suicidio. Este acto la va a perseguir para siempre y va a cargar esta culpa en sus hombros. A lo mejor una culpa ni siquiera directa. No fue Lou la que lo empujo hacia el suicidio; más bien el carácter débil de Rée y su celosía exagerada.
Pero esta mujer no se paró aquí. Su vida debería continuar, el destino la llamaba hacia nuevos retos; un destino extraño que hasta al final de la vida, la hizo preguntarse ¿qué impulso la determino aceptar la propuesta de matrimonio de Friedrich Carl Andreas? Esta extraña circunstancia refleja lo que Lou va a decir en un momento dado que la vida a veces nos vive.
Andreas en aquel momento se encontraba en la cima de su vida. Las raíces orientales que traía en la sangre, hizo que Andreas fuera un buscador de estas raíces. Dedico su vida a la investigación de las lenguas orientales, en especial persa. Por lo cual fue uno de los conocidos orientalistas de su tiempo. Pero, parece que un contexto bastante difícil y no muy agradable, hizo que Lou aceptara casarse con él. A los inicios amigos, este se enamora de Lou y al recibir su rechazo, parece que intento suicidarse. Lou ya tralla la culpa de otra muerte en sus hombros, la de Paul Rée. Por lo cual se vio obligada a aceptar la propuesta de matrimonio pero con la conciencia que nunca sería su mujer. Lou no lo amaba.
Aquí empieza una vida trágica en el fondo. Al verse atrapada en un matrimonio sin sentido, Lou decidió hacer su vida a pesar de los límites que imponían este matrimonio. Le llevo unos años hasta que Andreas aceptó la idea de que cada uno debería hacer caminar en su propio camino. Entonces, a pesar de estar en este falso matrimonio, Lou empezó ganar otra vez su libertad. Viajaba, escribía, conocía gente. Se enamoraba, abandonaba el amor y seguía adelante. Pero siempre regresaba, como un pájaro, a su nido. Siempre regresaba al lado de Andreas, y así hasta el final de sus vidas.
En este camino de búsqueda del amor y de Dios, Lou se encontró con un joven poeta entonces, en su verdadero nombre René Maria Rilke. Un encuentro que le marco toda la vida, un encuentro de donde surgió un apasionado e inspirado amor. Cada encuentro despertaba en el poeta la inspiración. No cabe duda que Lou era su musa. Se encontraron en un 12 de mayo, día de hermosa primavera. Y por años fueron inseparables primero como amantes y enamorados, luego como amigos y compañeros. Perdidamente enamorado, Rilke acepta, a la sugerencia de Lou, cambiar su nombre en Rainer; debido a ella, Rilke empezó descubrirse y conocerse a sí mismo, empezó amar la naturaleza que ella tanto admiraba. Afirmaba: “aprendí la sencillez, aprendí, lenta y penosamente, lo sencillo que es todo y madure hablando de cosas sencillas. Y todo esto ocurrió porque te encontré a ti cuando corría por vez primera el peligro de entregarme a lo abstracto” (206).
El poeta despierta en Rilke debido a Lou y su amor empieza crecer y agarrar fuerte raíces. Querría ver el mundo a través de ella, y para ella escribía y vivía. Pero a pesar de este amor apasionado, Lou descubrió en Rilke algo que le llamo la atención: “le parecía que Rilke tenia dos personalidades: la del optimista, lleno de confianza en sí mismo y la del introvertido enfermizo” (204). Y de repente surgía o uno o el otro….Y esta doble personalidad de Rilke es la que el final lo llevo a la enfermedad, acabando en un sanatorio.
Después de un tiempo de escondido y entregado amor, Lou empezó sentir otra vez la voz de la libertad; había algo que la llamaba hacia otro camino. Por lo cual empieza distanciarse de Rilke y regresa al lado de Andreas. Entre ellos cabían nada más las cartas. En una de ellas, Rilke expresa su incapacidad de desprenderse de Lou: “Y tu carta me trajo suave bálsamo, supe que no existe la distancia: de todo lo bello vienes tu hacia mí, tú, mi brisa de primavera; tú, mi lluvia de verano, tú mi noche de junio de los mil caminos que ningún iniciado anduvo antes yo: ¡yo estoy en ti” (212).
Si Luo fue para Rilke el amor de su vida y su musa; para Lou, Rilke parece que fue su primer amor verdadero de cuerpo y alma. Con Rilke, Lou descubre el amor como fuerza renovadora de la vida. Pero aun así, lo deja atrás. Ella tenía otro camino. Nunca abandona a Rilke; al contrario se vuelve su asesora, su maestra. Lo apoya para ordenar su “indisciplinada inteligencia”, y le propone estudiar historia del arte en la Universidad de Berlín para que luego ir a Florencia. Debido a ella, Rilke también aprende el idioma ruso, preparándose para un viaje a la tierra natal de su amada. En este viaje Rilke se enamora de Rusia, este país ancestral y alejado, a través de su historia y sus tradiciones del mundo occidental. Aquí Rilke siente una cierta empatía y Rusia va a seguir siendo su hogar de alma. Pero es aquí también, donde su amada Lou se va a alejar de él para siempre. Lou necesitaba crecer, seguir su camino; extiende otra vez sus alas, y como un pájaro que necesita el alto del cielo, ella necesitaba volar más allá. Lou ya no es aquella niña joven, sino toda una mujer en plena madurez.
El interés de Lou la lleva a Viena, entonces dominada por la escuela de psicoanálisis de Freud. Es el momento cuando tiene lugar el Congreso de la Asociación Sicoanalítica que, en 1911. El presidente del congreso era Carl Jung, pero era Freud la figura más imponente en cuanto la sicoanálisis. Cuando Lou lo encuentra, Freud tenía alrededor de 50 años y al escucharla hablar, Freud quedó asombrado por la profundidad de sus pensamientos. En su libro Aprendiendo con Freud, Lou apunta: “Después de haber asistido el pasado otoño al Congreso de Weimar, no he podido abandonar ya el estudio del sicoanálisis, y en cuanto más profundizo en él, más fuertemente me atrae”.(Lou von Salomé, op.cit, Barcelona, 2001, 17).
De esta manera empieza una amistad que dura hasta la muerte de Freud, amistad que se concluyo muy especial con el agradecimiento que plantea Lou, en el libro intitulado Mi agradecimiento a Freud, publicado en 1931. Esta amistad prolífica hizo que los dos aprendieron uno de los otros. A través de Lou, Freud conoce a Nietzsche; y a través de Freud, Lou desempeñas su pensamiento de tal manera que Freud mismo llega a llamarla “poeta de la sicoanálisis”.
Pero el tiempo pasaba y después de la muerte de todos aquellos amigos queridos (Nietzsche, Rée, Rilke, Freud, Andres), Salomé vive sus últimos años de vida en su casa de Hainberg, entre cielo y tierra, arriba de Gotinga. Diabética y teniendo una edad avanzada, a Lou le quedaban los recuerdos; recuerdos que encontraron vida en su obra Mirada retrospectiva a la vida…En 5 de febrero de 1937 muere mientras dormía. Su ceniza se entrego al viento y al jardín de su casa, expresando su último deseo y la misma idea de libertad que caracterizó su manera de ser desde el inicio hasta el fin.
Pero cabe decir que en todo este camino de búsqueda de sí mismo, Lou nunca perdió de vista su necesidad de llegar a la raíz del ser, de entenderse a sí misma partiendo de esta raíz. Se atrevió a buscar a Dios en el amor, sin miedo a las criticas del tiempo y a los prejuicios de una sociedad llena de apariencias y de miedos donde la hipocresía era la mascara más confortable y aceptada. ¡Lou, a través de su carácter, hizo que todas estas mascaras cayeran! “Todos admiraban la fuerza de su carácter, su soberano desdén hacia las virtudes de la pequeña burguesía, su confianza en sí misma, su extraordinaria inteligencia y su elegante ascendencia. (…). En una sociedad recargada de resentimientos y tabúes de todas clases, estas cualidades eran raras incluso en los hombres; en una muchacha, inauditas”(149)
El amor a la vida, su fe en esta misma, hace de Lou un ejemplo a seguir. Esta misma fe en la ley de la vida la mantuvo firme y la ayudo superar no sólo los obstáculos, sino la vida misma. Toda su vida estuvo apegada a un vivo deseo de acercarse a la raíz del ser; quería descubrir la profundidad que mantiene al mundo. Al leer las últimas frases sobre Lou, siento una emoción fuerte, indescriptible. Siento alas para volar más allá y hallar el pensamiento hasta donde mis fuerzas me permiten. Ella me enseño lo que yo intuya: ¡qué la vida se ama y se vive con pasión y creatividad; no es permiso rendirse. Pero si, es permiso vivir!
“La vida humana es poesía. Sin darnos cuenta la vivimos, día a día, trozo a trozo. Pero, en su inviolable totalidad es ella la que nos vive, la que nos inventa.” (Lou Andrea Salomé)
Catalina Elena Dobre