E.M. Cioran y Todas las mañanas del mundo de Alain Corneau.
“No puedo diferenciar las lágrimas de la música. (Nietzsche) Quien no comprende esto instantáneamente, no ha vivido nunca en la intimidad de la música. Toda verdadera música procede del llanto, puesto que ha nacido de la nostalgia del paraíso.” (E.M. Cioran, De Lágrimas y de Santos, Tusquets, p. 27)
Ahí donde la razón tiene sus luces, ahí mismo donde la ilustración ha querido hacer patente todo lo que es de acuerdo a su propia luz, ahí donde el mundo ilustrado se ha configurado en forma, orden , equilibrio y proporción, ahí ella misma enmudece, quiebra sus palabras y se disuelve en un mundo de sombras, claroscuros que la exceden, silencios infinitos, pero no por ello vacíos sino llenos de música; ahí donde como en las vísperas del día todo es uno y todo es posible, todo es música, se crea y se recrea el mundo, aparece y desaparece lo que somos. ¿Qué expresa la música, cuál es la esencia de la música, quién es el músico?
Estas son las preguntas constantes y sonantes, en la película metafísica de Alain Corneau Todas las mañanas del mundo, y en las reflexiones del pensador rumano E. M. Cioran, por lo cual presento en esta breve reflexión un encuentro de ideas entre la película y Cioran sobre la esencia de la música con ocasión del centenario del nacimiento del filósofo de la negatividad.
La película narra la relación entre dos músicos de la época barroca francesa, que existieron de hecho: Marin Marais y St.Colombine, pero los muestra como símbolos de lo que significa la experiencia musical. El protagonista de la película es la esencia de la música que destella en una multitud de tensiones visuales y sonoras a través del filme, pero en estas tensiones siempre está presente con palabras y sobre todo sin ellas lo que la música es. Y esa tensión se ve en la conciencia del narrador Marin Marais y la música misma, esta música que es el personaje de St. Colombine (personajes reales misteriosos y ficticios). Esta tensión que reencuentra en la misma forma de ser de la música y que nos da acceso como diría Schopenhauer a las dos formas de ser del mundo, una como representación y otra como voluntad, una fenoménica la otra esencial, la música expresa la esencia del ser del mundo.
Lo primero que podemos ver es ¿qué no es la música? Esto se ve representado en la propia visión que Marais tiene de sí mismo en la historia de su búsqueda musical, que se denota en su propio fracaso, vergüenza y sobre todo nostalgia de haber perdido la esencia de la música e intentar recuperarla. En ese momento, alrededor de sí, músicos de la corte, instructores, aprendices, intentan lograr hacer música definiendo equívocos de su esencia, reduciéndola a la representación de formas de ser concretas pero no accediendo a su esencia íntima “la música debe transportarte a otro lugar, expresar dulzura, etc..” es decir, se debaten creyendo que la música habla de este mundo y más del mundo que hemos creado a la luz de la propia razón ilustrada, ante ello, Marais exulta un no rotundo y pide que se bajen las luces, que entren las sombras, con lo cual accedemos al recuerdo de su paraíso perdido, a la memoria de la pérdida del origen de la música y al intento mediante la narración de recuperarlo, entramos a un mundo visualmente musical al mundo íntimo de sus lágrimas.
La música no tiene nada que ver con lo que podemos expresar con palabras, con lo que podemos hablar, y de la misma forma no tiene que ver con las formas concretas en que el mundo se ha objetivado, se ha determinado o se ha conceptualizado; la música está antes y después de ello, es la expresión de la base del lenguaje y de lo que lo supera, la música por ello nos salva del olvido de la esencia de nuestra intimidad, de nuestro origen y destino. Como dice E.M. Cioran: “Poseemos en nosotros mismos toda la música: yace en las capas profundas del recuerdo. Todo lo que es musical es una cuestión de reminiscencia. En la época en que no teníamos nombre debimos haberlo oído todo.” (E.M. Cioran, De lágrimas y de santos, Tusquets, p.41)
En esta narración fílmica, Marais, como dice Cioran, pone su memoria como un ser contra el mundo, como el poder de configurar mundos posibles que no han sido, como un intento de que ese pasado o paraíso perdido sea evocado, presenciado y por tanto seamos redimidos. Porque como vemos en la narración él era toda la expresión de lo que la música no era esencialmente, como su maestro le expresaba, podía tener gran técnica, postura, ser conmovedor, peor nunca un músico. Podía agradar a reinos con su habilidad, podía representar sonidos del mundo y agradable a los públicos, pero nunca sería músico. ¿Qué lo haría músico? Esta es la historia de su maestro Colombine.
Colombine es la expresión simbólica de lo que es la música esencialmente expresada por medio de un músico real, su misterio se hace mito y así nos comunica lo esencial de la música, por lo mismo él nunca puede hablar, solo musicalizar. Y esta esencia tiene en primer lugar que ver con la muerte ¿pero de qué manera con la muerte?
Dice Marais al principio, de nuevo ideas que se expresarán en toda la narración: “ Cada nota debe acabar muriendo, él era sombras, austeridad completa, veía el mundo con la vela que vemos a los muertos”. Y en la historia de Colombine vemos cómo su vida musical se ve indisolublemente ligada a la muerte de su esposa cuando él se encontraba tocando para un amigo agonizante. Él ha perdido con ello la vida, lo deseable, lo amable, el conjunto de lo que daba placer a su existencia, la muerte ha venido a llevarse de nosotros lo que determinaba nuestra profunda armonía, la muerte nos arroja así a al conciencia de nuestra existencia como finita y alejada de su sentido, pero en esta distancia que propone la muerte, en este espacio entre origen y caída, entre ser y pérdida, entre inexplicable, irremediable y necesidad de comprensión irrumpen las lágrimas que se van definiendo espontáneamente y de manera improvisada en notas musicales, el espacio vacío de la conciencia y la esencia del mundo que se presenta como dolor y sufrimiento, se llena y deviene como lágrimas. Como dice E.M. Cioran, “Las lágrimas son el criterio de la verdad en el mundo de los sentimientos. Las lágrimas y no los llantos. Existe una disposición para las lágrimas que se expresa mediante una avalancha interior. Hay iniciados en materia de lágrimas que nunca han llorado realmente.” (E.M. Cioran, De lágrimas y de santos, Tusquets, p. 52)
Las lágrimas no son el llanto por un capricho sino la conexión entre lo perdido y lo que se sigue siendo, son la expresión de aquello que está en devenir y por lo cual se tiene nostalgia, las lágrimas vienen llenas de sentido pero no para la luz del sujeto trascendental sino para un arte primordial y que por su carácter es expresión de la pena de saberse sin verdad. Por ello Colombine se resguarda y se aleja del mundo, la música no pretende representárselo sino invocar el sentido de sus lágrimas, por ello no compone, sino que escribe la música para librar de sí las penas. Por tanto la música se relaciona con la muerte pero no en un sentido macabro, sino como lo que hace posible expresar la voz aún presente de lo que ya no es. La música es como un arte del consuelo dice Cioran y Schopenhauer, porque a partir de ella las ideas, las representaciones, las melodías pueden cobrar forma de nuevo, la música es la base del ser podríamos decir y por ello su arte es rememorativo en el sentido de renacer.
La música aparece así en Colombine como un arte, que no sirve para hacer algo del mundo, sino para retornar al origen del mundo, al origen de las lágrimas, al sentido de ellas, al paraíso perdido tanto que así Colombine podía recrear todas las formas de la voz humana, todos los matices que no son alcanzables por la palabra y la razón, todas las oscuridades dejadas de lado por esa luz la música destruye y recrea así los conceptos, y nunca más se deja aprisionar por ellos.
Por ello en el encuentro entre Colombine y Marais, éste aún no aprende las lecciones de su maestro: la música debe expresas los sonidos que no pueden ser expresados, lo inefable, el misterio del mundo, esas aparente pérdidas que se disuelven con la muerte no se pierden sino que son capturadas por las lágrimas y expresadas por la música. Por ello como ermitaño o monje, Colombine le dice la rey que su cabaña es más grande que su reino, que un individuo es más grande que su público, que su música no es para entretener sino para que lo perdido, lo muerto, siga vivo.
Así le enseña a Marais que debe escuchar la música en el viento, la música en el movimiento de las manos del pintor, la música en las realidades más banales, el mundo es una gran armonía cuyo sentido se le escapa a la representación concreta y que no se reduce a un reino, sino que vive en la pasión de la singularidad y la interioridad de todo aquél que quiere como religioso devoto acceder al misterio de la realidad. Por ello ante la incomprensión de Marais y su deseo de mundanidad pervierte la músicahaciendo estallar a su maestro contra su instrumento, pues qué es finalmente un instrumento, no es la música.
Como le dice Colombine, la música es la pena de su voz quebrada, la música es el lamento y los sollozos de su hija que se siente desamorada y desesperada, la música es como cada mañana, un mar sin fin del cual todo es posible de nuevo, un suspiro, un aliento. La música parecería ser que es un don divino, sobrenatural, lo único que nos queda de ese paraíso perdido; el monje es músico, el místico es músico, pues la música quiere hacernos vivir en la memoria de lo que hemos perdido, pero no como un pasado muerto, sino como lo que le da voces a los muertos.
De aquí se pueden comprender la idea fílmica de las visitaciones que Colombine tiene de su esposa muerta y la visitación a Marais de su maestro muerto al final de la película, cuando por fin ha comprendido la esencia de la música. Las visitaciones no son una imagen de su locura, no son una imagen de su desesperación, sino un contacto real con lo que ha dejado de ser. La música como expresión de las lágrimas salvan y transfiguran el sentido de nuestros pensamientos y de nuestra existencia como dice E.M. Cioran: “las lágrimas dan un carácter de eternidad al devenir; ellas lo salvan. ¿Qué sería por ejemplo, la guerra sin ellas? Las lágrimas transfiguran el crimen y lo justifican todo. Analizarlas y comprenderlas es encontrar el secreto del devenir universal.” (E.M. Cioran, De lágrimas y Santos, Tusquets, P. 91)
La tensión entre Marais y Colombine es máxima con la muerte de su hija, pues en Marais tenemos la música entendida como instrumento, como habilidad, como dominio sobre un objeto, como agrado, gusto y entretenimiento de los principios académicos o de los gustos de las épocas, por ello Marais es el típico habilidoso musical que no por ello es músico esencialmente. En cambio en Colombine tenemos el silencio de la música, el misterio de la música, la renuncia al mundo de la música, la pasión de la música, la unidad de la música. Y en la muerte, suicido de su hija por el desamor de Marais, la tensión se hace máxima porque el habilidoso no puede vivir sin la presencia de su muerte en su vida y por tanto requiere entrar a la esencia de la música. El músico no pudo salvarla de la muerte y requiere antes de morir que se comunique el misterio de sus lágrimas, así se encuentran de nuevo en el apoteósico final de Todas las mañanas del mundo, en donde la pasión por vivir como conciencia de la muerte se hace presente con todo su esplendor, ya lo decía Cioran, quien no ha amado apasionadamente la vida no puede comprender el sentido de la muerte y menos de la música, porque no puede comprender el sentido del desaparecer de todo lo agradable.
Como diría Cioran requerimos de “una meditación musical que da ideas exhaustivas de donde todo procede.” Solo quien ha amado apasionadamente la vida puede comprender el sentido de la muerte. Esta meditación se da la final del filme en donde después de una discusión, entre Colombine y Marais, interpretaran las piezas musicales tumba de lamentos, lágrimas y niña soñadora, cada una de ellas siendo el intermezzo entre la vida y la muerte de lo más querido y lo más amado, sin música, pareciera ser el mensaje de la película, la vida no tiene ningún sentido, las lagrimas se perderían en su acontecer y el ser humano se reduciría a un dolor absurdo que no encontraría paz ni glorificación.
En este diálogo, entre sombras, en las sombras y la neblina de las vísperas, se preguntan de nuevo ¿porqué hacemos música?: para decir cosas que las palabras no pueden, no es humana, no es para Dios en cuanto este habla, no es para el oído en cuanto este escucha, no es el oro, la gloria o el silencio como opuesto al lenguaje, no es el amor o lo desconocido, sino “para que se refresquen aquéllos sin palabras, para la infancia perdida, acallar el sonido de los lazos de unos zapatos…” la música es el don divino para poder recorrer el paraíso perdido y encontrarse de nuevo ahí donde nos perdimos, por eso es la expresión de la memoria. Por fin Marais encontró lo que buscaba, la música, pero no la encontró en su habilidad, no la encontró en su interpretación, la encontró en sus lágrimas que es la narración de su memoria originaria –que es la narración fílmica- y ahí es donde tiene la visitación de su maestro ya muerto, de la música misma.
Rafael García Pavón