“I looked at this old man, my old man with his old white feet in this clear-running stream, these moments among the very last in his life, and I thought of him suddenly, and simply, as a boy, a child, a youth, with his whole life ahead of him, much as mine was ahead of me. I’d never done that before. And these images –the now and then of my father- converged, and at that moment he turned into a weird creature, wild, concurrently young and old, dying and newborn.
My father became a myth.” (Daniel Wallace, Big Fish)
Imaginemos por un momento que nuestro celular suena en estos instantes –aparece la voz de un ser querido que nos pregunta ¿cómo estas?- y apenados, como debiéramos, por osar contestar en el espacio sagrado del maestro, salimos de clase; apurados por el tiempo que no perdona a quien quiere detenerlo, contamos lo siguiente: “-Bien, me levanté temprano, me bañe, vine corriendo al curso, abrí mis libros y aquí estoy.” Acto seguido, pues el tiempo nos empuja, la clase no se ha detenido de seguro, y menos nuestro envejecimiento, preguntamos mostrando que tenemos una sincera reciprocidad: -¿Y tú, cómo estas?- la voz de aquel ser que llena nuestros vacíos, nos dice: -Pues un poco apurado, con mucho trabajo, sólo hablaba para ver cómo estabas. Acto final: Se oye un despido mutuo, volvemos a la clase, en la cual ya no sabemos a dónde va, y como la mente no acepta el vacío, lo llenamos con mil cosas accidentales y ocasionales, termina la clase, termina el día. Ahora hagámonos la pregunta siguiente acerca de este incidente, de este hecho de la vida cotidiana, si fuimos sinceros: ¿Hablamos de la verdad? ¿Viví ese día con la verdad? ¿De qué hablamos, qué aprendimos, qué vivimos, quiénes fuimos?
Revisemos las respuestas: Bien, levantar, bañar, correr, estar, trabajo. Revisemos la acción: la clase sigue, mientras nosotros damos las respuestas anteriores. Revisemos qué hay en nuestras vidas en ese momento: Nada. Ahora imaginen que esto sucede así día tras día, ¿no les parece demasiado aburrido?
En esta pequeña experiencia lo que quiero mostrar es cómo gran parte del tiempo de nuestras vidas, que corre sin que podamos alcanzarlo, en realidad no tiene ningún contenido, carece de realidad, carece de una verdadera presencia de nuestra identidad. Pero por otro lado pretendemos ser sinceros, y así pasamos la vida, como una recolección de “hechos” al modo de un buscador de objetos raros, pero que en el fondo son jarrones sin contenido y se rompen fácilmente. ¿Dónde está la verdad entonces? ¿Qué significa decirle la verdad a esa persona con la que dialogamos?
Y entonces nuestra vidas, se convierten en desgraciadas, porque carecemos de todo tiempo, de toda verdad, de todo contenido, vivimos con un pasado sin presente (por ejemplo, después de esta clase podremos decir que “estuvimos” en clase, pero en el fondo no estuvimos, entonces es un pasado sin presente, sin realidad y es una mentira. Por otro lado, podríamos pensar en este instante de la llamada que el futuro es lo que está por darse de clase, pero mientras nos la pasamos hablando, o más bien, algo más parecido al gruñir, la clase ya pasó, entonces es un futuro sin presente a la vez.) La pregunta vuelve a ser ¿Dónde estuvimos? Tanto así que después de la clase no nos acordamos de nada en concreto, sino sólo en que hubo clase.
Desgraciadamente esta es la vida de la mayoría de las personas en las ciudades modernas, sus vidas son absorbidas por la rutina, la inercia, la operación, en un círculo vicioso perverso, pues tienen que trabajar mecánicamente para vivir mecánicamente, tienen que funcionar para seguir funcionando, de verdad que es absolutamente aburrido. Piénsenlo si no, y traten de recordar su semana, a lo mejor lo que se ve es nada, es un montón de hechos, pero sin ninguna conexión con lo que experimentamos el domingo, y el domingo creemos que podemos ser dueños de nuestra vida, pero el cansancio no nos permite elegir otra forma de vida, seguimos con las rutinas. La mayoría de esta vidas carecen de verdad, porque son indiferentes, ¿cómo hablar de verdad, de realidad, de presencia si no hay contenido alguno, sólo formas de operación? En cierto sentido no hay ninguna historia que contar. ¿Entonces porque repetimos hasta el cansancio que la verdad está en los hechos? En el fondo los hechos no son nada más que lo que ocurre en un espacio y tiempo, y que cuando ocurre siempre es igual, si llueve, significa efectivamente que llovió y ya. Es como ir a ver una película y cuándo nos pregunten de qué trato sólo podamos decir algo parecido a una sinopsis. ¿Qué vimos en esa película, qué conocimos, qué experiencia tuvimos? Si le preguntamos a los hechos: Ir al cine, ver una película y nada más, si acaso decir pase un día entretenido. Vaya que somos los seres más aburridos que existen, probablemente éste sea el origen de todos los males.
Lo que podemos decir hasta este momento, es que el pretendido anhelo de encontrar la verdad en los hechos, no es más que clausurar la posibilidad de realmente conocer la verdad. Es más, que el pretendido éxito de ser objetivos describiendo los hechos, es sólo un fracaso mayor, por el tiempo que hemos perdido describiéndolos, y probablemente hablando de esto. La verdad no está en los hechos.
¿Qué pretendemos decir cuándo decimos que buscamos la verdad? Hagamos el ejercicio de nuevo en otro sentido, pregúntense ¿Quién soy?, parece que saber la verdad de uno mismo es como lo que San Agustín decía sobre el tiempo, “si no me lo preguntan lo sé, si me lo preguntan no lo sé”, así podríamos parafrasear, “Si no me preguntan quien soy, lo sé, si me lo preguntan no lo sé”, pero resulta que si renunciamos a la pregunta, no hay posibilidad de apropiarnos de ella, y en el fondo no hay manera de relacionarnos con el mundo como individuos, como personas, ¿entonces, qué nos queda: renunciar a la pregunta, para estar seguro quién soy, pero condenarme a ser lo que siempre he sido o preguntarme quién soy, entrar en problemas y angustias, y nunca saber con certeza quién soy, parece que es un dilema, la verdad no se puede conocer, por lo tanto la verdad no existe o la verdad es lo que se manifiesta en los llamados hechos, ¿no les parece de nuevo verdaderamente aburrido? Y cuando menos lo esperamos, la oportunidad de vida que se nos ha dado para saber la verdad se acabó, como que el juego se acaba antes de empezar a saber jugarlo.
Ahora imagínense a un padre y su hijo, que es la historia de esta película “El Gran Pez” de Tim Burton (dos seres queridos) los dos conviviendo y creciendo juntos, uno entrando al otoño de la vida, el otro viviendo su vida con el éxito que las circunstancias de los tiempos modernos permiten. Parecería de entrada lógico, que aquél que envejece sus esperanzas de vida decayeran, se resignará a los límites que la edad y la enfermedad incurable le pusieran, como muchas personas que sienten que a partir de cierta edad su vida es una agonía, porque todo se va decolorando, se pierden las fuerzas, se pierden las posibilidades, se pierden las esperanzas, se pierde la libertad, se pierde la vida. Y parecería lógico a la vez, que el otro, el hijo, estuviera en plenitud de facultades, lleno de vida, de fuerza, de posibilidades y de esperanzas.
Lógicamente, seguimos, esto es lo que aparece en la película en un primer momento, dos seres queridos, movidos por la necesidad que la vida les ha impuesto. Sin embargo, queridos, pero separados, ajenos, como dos grandes extraños. La razón, a los ojos del hijo es que no hay encuentro con el padre porque siempre su vida ha sido un cúmulo de mentiras, de historias fantásticas que no tienen sentido y que no dicen nada de él, padre e hijo se han hecho ajenos –irónicamente- por aquello que los unía y los fascinaba cuando niño: las historias fantásticas de su padre.
El hijo regresa a ver a su padre debido a la enfermedad que padece, pero lo ve como un total extraño, no sabe su verdad, no sabe quién es, sólo conoce una multitud de historias repetidas mil veces , aprendidas de memoria, pero que para él han perdido su encanto, su fascinación, su emoción. El resentimiento del hijo hacía su padre es que es un mentiroso.
De hecho a través de la película vamos viendo aparecer las diversas historias fantásticas que su padre contaba a su hijo. Historias que en su vejez y su enfermedad, seguía contando con absoluta convicción de lo sucedido, historias de su paso por esta vida, fantasías de su propia existencia y paso por el mundo, con absoluta certeza. Las historias si bien no cambiaban en esencia, podrían tener alteraciones, modificaciones pequeñas. (De hecho muchas de las historias para decepción de los admiradores del director Tim Burton, son imágenes y cuentos ya conocidos y reciclados por el mundo del cine norteamericano: los gigantes, las mellizas, los pueblos armoniosos, las brujas,etc..) Al niño crecido le parecía que esto era demasiado, su padre es un mitómano, y se siente defraudado por nunca saber quién es verdaderamente su padre. ¿Quién envejeció y quién era joven realmente?
Estas historias tienen varias características de lo fantástico y no de la mera imaginación. Es decir, no son simplemente momentos que le padre se imagina, sino que son verdaderamente historias que tiene coherencia entre sí como pertenecientes a un mundo propio con sus propias leyes. Es decir no son meras reproducciones internas de recuerdos, sino verdaderas re-presentaciones en mundos alternativos al de los hechos de todos los días, pero que pretenden contarse y vivirse como si realmente existieran.
Tenemos entonces que las historias contadas ocurren en lugares reales, verificables empíricamente, lo que acontece en cada historia el héroe o el protagonista es siempre el padre; no como aquél que controla todo lo que sucede, sino como al que le suceden las cosas y la historia es como participo de ellas para llegar a su estado actual. En cada historia hay personajes y situaciones que nunca pudieron haber ocurrido, es decir, que rebasan y trastocan las reglas lógicas, y los horizontes con los que estamos acostumbrados a comprender la realidad. Sobre todo si ya somos adultos, y nuestra vida se ha adecuado a las normas y convenciones sociales establecidas.
Por ejemplo: en alguna de la historias se habla de que era una persona que tenía tantas ambiciones que su crecimiento fue acelerado, en otra de ellas, se encuentra con que había un monstruo que asolaba al pueblo, y como él era muy valiente salvaría la pueblo, encontrándose con un gigante que tenía miedo y hambre; debido a ello, juntos emprenden una excursión a nuevas aventuras adecuadas a su propias ambiciones y al tamaño de su espíritu. Todavía más, en otra de las historias, la que le da nombre a la película, siempre se habla de un Gran Pez que era tan grande que el día que fue atrapado teniendo como carnada el anillo de compromiso de su esposa ese día nació su hijo, pero después volvió a ser libre.
En todas estas historias vemos ocurrir algo que no es explicable, pero que se mezcla con lo que llamamos real, y donde el protagonista y el narrador se confunden no teniendo elementos por sí mismos para explicar lo inexplicable, dejando entonces siempre abierta la posibilidad de interpretación del sentido de la historia. En cierta medida son historias que trastocan, sub-vierten lo real, y consigo la realidad del padre. ¿qué podemos pensar del padre, en realidad ha sido siempre un mentiroso que nunca ha querido a su hijo, o que se avergüenza tanto de sí que no puede mostrar realmente quién es; o tal vez, es esquizoide, paranoico? El hijo por eso le reclama al padre que quiere saber los hechos reales de su vida, para saber quién es él; con toda inocencia –mucho más que la del hijo a pesar de su vejez y de su juventud- el padre le vuelve a contar sus historias. El hijo esta apunto de la desesperación creyendo que toda su vida ha sido un desperdicio, de una vida ajena, de recuerdos sin presencia. El hijo teme no saber su origen y perder su identidad.
¿Es de verdad un mentiroso el padre, por no poder describir los hechos de su vida? Para saberlo, imaginen de nuevo, que en esa conversación con su ser querido por celular las respuestas cambian y aparecen como fantásticas: ¿Cómo estas? –Vaya , estoy lidiando en este momento con dragones que suben y bajan de todas partes, tantos son que mi cabeza da vueltas y vueltas, y temo por mi vida, que bueno que me has hablado, porque así recobro las fuerzas de los dínamos terrestres, que me dan esperanzas de salir con vida del laberinto al que me he metido.
Probablemente, esta no sería su respuesta, pero sí la de un niño, como en las caricaturas de Calvin y Hobbes, donde Calvin siempre ve sus clases como una guerra contra invasores extraterrestres. De nuevo ¿Habremos con ello dicho mentiras? Piensen otro ejemplo, típico de los nuevos padres: -Llega el pequeño hijo de 4 años y pregunta: Papá, ¿Cómo nací? ¿Qué responderían? ¿Describirían los hechos o contarían una historia fantástica? (evidentemente eso de la cigüeña ya no lo cree nadie, deberá ser algo adecuado su tiempo).
Lo que quiero decir con todo esto es que si fuera verdad que el padre es un mentiroso -vaya que hemos sido unos mentirosos- y casi toda la historia de la cultura es una mentira, sería un panorama ciertamente desolador. Más bien, lo que vemos en la película es que nuestras vidas se construyen por nuestros relatos, que tiene que ver con las narraciones que hacemos de nosotros mismos. ¿Y en qué consisten estas narraciones? Consisten en la re-construcción con sentido desde las posibilidades futuras de la vida que sigue su curso de lo que podemos contemplar como pasado, y ese momento de lo narrado constituye nuestra identidad presente. Esta narración desde lo posible y en lo posible que conforma el sentido es la fantasía, no la mera imaginación.
La fantasía es el resultado de poder vincular aquello que ya nos comprende como un horizonte lleno de posibilidades, con lo que se está sucediendo, esos vínculos de manera particular pueden tomar la forma de imágenes, de encuadres en el cine, que conforman un sentido específico. Pero ese sentido no es lo que vemos, no es en sí lo que se cuenta, es lo que en ese instante está detrás y delante al mismo tiempo, como algo invisible que hace posible lo visible, desde mi punto de vista esta es la esencia de lo fantástico. Que a diferencia, por ejemplo de la filosofía, genera imágenes que vinculan sentidos en el tiempo y producen un impacto particular no sólo en la inteligencia, sino en los sentidos, las emociones y los sentimientos; en la fantasía hay vivencia. Ahora, más allá, como vínculo en el tiempo de sentidos, permanece abierta sus diversas vinculaciones con los hechos o con lo que la vida sigue fluyendo, es decir, lo fantástico se reconstruye en lo posible. Y esto si que es verdad, porque la verdad se convierte no en un objeto sino en un ámbito de sentido total de una existencia, la verdad así es total, lo que no quiere decir acabada.
La clave, desde mi punto de vista para comprender esto es la categoría de lo posible y de entender que lo fantástico no se encuentra en el terreno del sueño guajiro (lo imaginado o lo reproducido), no se encuentra en el nivel del hecho (lo finito) sino en la abierta relación que constituye lo posible, no es lo ya hecho y definido, pero tampoco absolutamente indefinido, sino lo que se está definiendo a sí mismo en sus propias reconstrucciones, por lo cual tiene un carácter que pide ser interpretado y de darle un sentido total a los hechos. Lo cual a su vez, hace que aunque la fantasía sea la misma, siempre tiene una fuga por la cual es posible reinterpretar; y adquiere así siempre una novedad en cada instante de representación. Lo fantástico es el ámbito de lo verdadero como sentido y comprensión, y por lo tanto exige la participación del que lo re-presenta o del que lo interpreta, exige nuestra intimidad, por ello mismo es verdad.
Veámoslo en la película: El hijo ante la desesperación de no poder separar a su padre de sus historias, inicia el proceso de revisar sus papeles, puesto que está ya agonizando, y en ese proceso empieza a encontrar que los lugares y personas relatadas en los cuentos, existen realmente. Claro está que al visitarlas no existen idénticamente a cómo aparecen en las historias de su padre, pero si expresan el significado de los relatos. Por lo cual regresa con él, y finalmente se encuentran, se comprenden, recuperan de nuevo la fascinación original que tenía por sus historias, la pasión primigenia, por lo cual le ayuda a su padre a morir contándole su última historia, la del Gran Pez que regresa al río de donde vino con el honor de todos los miembros de su mundo fantástico.
¿Qué nos dice esto? Pues precisamente que la verdad nunca la iba a encontrar en los hechos como tales, porque en ellos ya no hay posibilidades, no se exige su participación, que su padre nunca le mintió, sino que se lo relato de la manera como para él tenían sentido. O más bien, las historias fantásticas eran la expresión del sentido de su padre en la existencia como ese Gran Pez.
Puesto que al padre su vida tal cual, como a muchos de nosotros es sumamente insuficiente y aburrida, sin sentido, sin valor, sin ámbitos, sin posibilidades y sin esperanzas. La esperanza del padre residía en vivir su vida ordinaria des los ámbitos de posibilidad que encontraba en el mundo y que lo hacían parte de él, que cada momento aunque fuera el mismo, adquiría su propia novedad. Tanto así, que a pesar de todas sus limitaciones, de su enfermedad y su envejecimiento, era mucho más joven que le hijo y creía más en la vida que el joven. Esto se expresaba por su fantasía.
De nuevo la fantasía es el mundo de lo posible, no sólo de lo potencial o de lo probable, en lo potencial dadas ciertas circunstancias necesariamente se desarrolla (como las capacidades naturales), lo probable ocurre en base a al necesidad calculada de una serie de eventos periódicos semejantes, pero lo posible, tan puede como no puede ocurrir, ni por necesidad, ni por cálculo, ocurre sólo si hay una voluntad de por medio, y al ocurrir genera nuevas posibilidades, abre lo que el mundo ya es. Por ello decía Marsilio Ficino que la inteligencia y la fantasía son los dos ojos del alma, la fantasía capta las intenciones en lo particular y la inteligencia en lo universal.
Entonces, si de nuevo vemos los diálogos imaginarios del principio, y nos volvemos a preguntar quiénes somos, nuestra respuesta será que somos la historia de nuestras fantasías, como al final de la película, cuando el hijo -quien narra toda la historia- dice: mi padre se convirtió en un mito.
Rafael García Pavón