Cuando decidimos emprender algún viaje, siempre estamos a la expectativa de los que nos vamos a encontrar, por eso se dice que el viajar siempre enriquece, ya que nos educa para conocer y aceptar cosas nuevas, tanto buenas, malas o simplemente diferentes.
Hace unos días, emprendí un sencilla ruta a través del Valle de Guadalupe en Baja California, el cual considero digno de comentar y sobre todo de recomendar a todo el mundo.
El Valle de Guadalupe, o también llamado Valle de Calafía, está ubicado en el estado de Baja California, a unos 35 km. de Ensenada. Fue fundado por la misión jesuita “Misión de Nuestra Señora de Guadalupe del Norte” quienes, al establecerse en una de sus mesetas con la intención de evangelizar a la población indígena local, se dieron cuenta de las propiedades peculiares tanto de la tierra como del clima para el cultivo de la pera, olivo y de la vid para producir el vino de consagración. Posteriormente, al ser destruida la misión por los propios indígenas sublevados, el territorio pasó a ser posesión del Gobierno Nacional de Porfirio Díaz, quien permitió el establecimiento de una numerosa colonia rusa, la cual, 58 años después sufrió la invasión de nuevos colonos nacionales provenientes de los estados de Sinaloa y Sonora, por lo que gran parte de esta colonia se vio obligada a emigrar a los Estados Unidos.
El Valle se caracteriza por tener un micro clima mediterráneo, muy similar al que podemos apreciar en el suroeste francés, y su extensión territorial equivale aproximadamente a 2/3 del Napa Valley californiano.
Según la historia, la primera vinícola en fundarse con intenciones comerciales en la zona, fue la de Santo Tomas en 1888. Varias décadas más tarde, surgen otras vinícolas como L.A. Cetto , Pedro Domecq, y sobre todo Monte Xanic, quien inicia el camino hacia la sofisticación de la cultura del vino en el Valle de Guadalupe.
Al día de hoy, el vino mexicano ha empezado poco a poco a ganar reconocimientos internacionales, gracias en principio a las antiguas vinícolas ya establecidas, las cuales se han sabido renovar, y al noble esfuerzo de algunos aficionados amantes del buen vino y su cultura, quienes se trasladaron a la región con la intención de cumplir su sueño y ser la nueva generación de productores del vino en México. De ellos es probablemente la culpa de la nueva tendencia hacia el consumo del vino en el país. Hoy en día podemos encontrar más de 30 vinícolas en la región, las cuales en su gran mayoría son dignas de por lo menos una visita.
Al Valle de Guadalupe accedimos tomando la carretera escénica que va desde Tijuana a Ensenada. En el camino es posible ver diversos paisajes, que tienen como fondo el Océano Pacífico, el cual da cobijo a todo tipo de zonas residenciales, viviendas unifamiliares exageradamente ostentosas y de mal gusto, hasta varias construcciones monumentales sin terminar convertidas en grandes elefantes negros, productos de la construcción especulativa, que están inertes a la espera de un nuevo resurgimiento económico y turístico para poder ser concluidos o habitados posiblemente en su mayoría por jubilados Norteamericanos.
Continuando por la ruta, y alejándonos poco a poco de la costa, nos vamos adentrando en el peculiar paisaje del interior de Baja California, compuesto por sus planicies semidesérticas con una gran variedad de tonos amarillos que contrastan con la espectacularidad de los cielos azules y las formas caprichosas de sus nubes; todo un paseo digno de ver. Sin darnos cuenta accedemos al gran Valle de Guadalupe, donde es notorio el gran desarrollo que está teniendo la zona, por la gran cantidad de restaurantes y zonas vinícolas que nos acogen.
Decidimos parar en la Finca Altozano, para conocer más de la cultura gastronómica que rodea al mundo del vino en esta región y apreciar su entorno el cual afortunadamente no nos dejó para nada indiferente tanto por la calidad de su comida, del vino y del paisaje, que sirve de fondo perfecto para nuestros sentidos y así completar una gran experiencia.
Continuando por nuestra ruta pudimos apreciar, rodeados de los campos verdes de vides, varias bodegas reseñables como la Domecq, Freixenet, L.A. Cetto, Monte Xanic. Pasamos por el moderno Museo del Vino, hasta llegar al famoso Hotel Endémico el cual, gracias a su fuerte concepto arquitectónico, no deja indiferente a nadie. Este hotel es un excelente lugar para descansar o simplemente pasar y tomar alguna copa de vino apreciando el interminable Valle.
De regreso a Tijuana, muy contentos pero ya cansados, decidimos hacer una parada más, esta vez a un lugar llamado “Cuatro Cuatros”, del que habíamos oído algo y queríamos pasar brevemente a conocer. Cuatro Cuatros es un desarrollo de mas de 700 hectáreas, donde se están proyectadas viviendas residenciales, hotel, club hípico, canchas deportivas, biblioteca, etc.; todo esto rodeado de viñedos y de un paisaje que invita al descanso. Actualmente ya es posible hospedarse en una de sus cómodas cabañas de lona blanca, perfectamente integradas en el entorno, y que por momentos nos pueden transportar a la sabana africana de R. Redford y M. Streep en la película Out of Africa.
Sin embargo nadie nos prepararía para la sorpresa que nos depararía el mirador del “Cuatro Cuatros”; el describir un paisaje, tan sencillo, pero tan especular en unas simples líneas es algo que seguro me será imposible reseñar. Aun ahora recuerdo nuestra cara al apreciar lo inmenso y azul del Pacífico, su inmensa costa montañosa en contraste con los tonos de las vides del lugar…sencillamente indescriptible. Lo que sería en un principio una corta vista, se extendió hasta que el sol nos regaló con un atardecer sin igual.
En todo el mundo hay lugares, ciudades y paisajes únicos, los cuales son capaces de emocionarnos y ponernos la “piel de gallina” aun después de varios días de haber estado ahí; para mí el paseo por el Valle de Guadalupe es sin lugar a dudas uno de ellos, donde espero pronto regresar.
http://cuatrocuatros.mx/
http://www.hotelendemico.com/
http://fincaltozano.com/