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Iñárritu desnuda su carrera en la UNAM


"Lo difícil de hacer cine es que implica una batalla que está dentro de ti mismo y que nadie te enseña a librar en ninguna escuela”, dijo el cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu, en la conferencia magistral que dio a los alumnos de la UNAM, en la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (ENAC), la mañana de ayer, un día antes de recibir la mención de doctor honoris causa.

“Nunca estudié cine, fui autodidacta; sé que nadie se hace solo, todos necesitamos mentores y yo tuve a Ludwik Margules (director de teatro), a quien le agradezco ponerme los pies en la tierra, creí que sólo podía hacer un largometraje, pero no fue así (…) Me sirvió de mucho porque logré reconocer mi ignorancia y si no la reconoces no dejas entrar la sabiduría”, dijo.

“¿La frustración ha sido un motor a lo largo de tu carrera?”, preguntó la crítica de cine Fernanda Solórzano, encargada de moderar la charla: “Así empezó: por frustración. No por virtud ni por estudio”, dijo y declaró que en sus inicios se reconoce como director irresponsable. “Es como cuando tocas guitarra pero no avanzas de esas notas, te quedas cegado”.

Y es que, para el realizador, la construcción de su obra fílmica siempre ha tenido un proceso creativo similar al de la música: “Me hubiera gustado ser músico, conozco mucho la música, tengo más oído que música. Me parece que yo envidio esa posibilidad de no solamente manejar las cosas de la parte etérea, sino poder imprimir esa idea de una forma que nunca pueda ser desintepretada”, dijo.

Solórzano le dijo que Amores perros (2000) abrió un capítulo para el cine mexicano y al respecto comentó: “Quería que Amores Perros fuera esa guitarra distorsionadilla medio funk. La edité con el soundtrack de Paris Texas”, dijo y explicó que buscaba un filme sensorial. “No fue un proceso consciente, nace de una necesidad personal, algo visceral (…) Quería que las paredes olieran, que se sintieran las texturas de la ropa, las cosas tienen una certidumbre emocional”.

Sobre ese filme también explicó que se llevó una de las lecciones más valiosas de su carrera: no poner la vida de una persona en riesgo. Lo dijo a propósito del rodaje de la escena del choque. “Cuando hicimos la escena había mucha gente al rededor y por un momento pensé que iba a matarlo e incluso al mismo Chivo. Yo no medí las consecuencias, sabía que el auto avanzaría, pero no sabía cuándo se detendría. La escena quedó perfecta, pero estuve a nada de matar a alguien y nunca lo pensé”, dijo.

Desde entonces ha mantenido una idea clara sobre el manejo de la violencia en el cine porque “tiene una consecuencia, creo que en el cine de guerra hay algo fascinante pero mostrar la violencia sólo por entretenimiento, es algo inmoral (…) No es que la quiera evitar y que sea un santurrón, somos violentos por naturaleza, no podemos negar ni reprimir la violencia. Hay que observarla, darle espacio para que tenga resonancia y no sólo sea un elemento de acción”.

Después de Amores perros tuvo la oportunidad de viajar a EU, “no me quise quedar cómodo en mi propio territorio. Si me hubiera quedado en México era ser el señor González, al que le llevaran su cafecito y allá era un mexicano, moreno, sospechoso (risas). Uno se puede quedar dormido fácilmente en sus laureles y estar en otro lugar te hace estar alerta, ser más disciplinado, me gusta ponerme en territorios donde más estoy despierto”, señaló.

Durante la charla también habló del resto de sus filmes. Destaca las diferencias de construcción de personajes de Benicio del Toro y Sean Penn en 21 gramos (2003); el descubrir que “la liberación femenina existe en Estados Unidos por el trabajo de las nanas mexicanas y centroamericanas”, cuando filmó Babel (2006) o el financiamiento de Birdman (2014), entre muchas anécdotas que desarrolló en más de tres horas.

También habló de cómo “el cine está siendo impactado por la televisión, está perdiendo la sensación de sueño, ahora el cine es muy racional”, destacó y eso lo llevó a reflexionar sobre las vías de comunicación actuales: “Estamos regresando a la Edad Media a través de las redes sociales. Ahí la vida de todos nosotros es una ilusión óptica. Todo mundo cree que participa porque pone un tuit, pero no estamos haciendo nada”, enfatizó.

Particularmente llamó la atención su interés por el cambio climático y su admiración a la adolescente activista Greta Thunberg que impactó con su discurso en la Cumbre de Acción Climática de la ONU: “Me parece fascinante y sus palabras son las más sensatas, sencillas y claras. Tenemos a estos tipos acorbatados hablando de como dice ella de las ‘promesas económicas’ y siguen obsesionados con la economía. Creo que no podemos, nadie, estar ajenos a eso. Como compromiso cada quien puede, personalmente, hacer algo”, dijo.

Ese tema lo ha impactado particularmente, “el cine está hecho de la vida, de lo que sucede, de lo que nos preocupa, lo que nos ilusiona y lo que nos aterra. Y de lo que tenemos aversión y lo que tenemos atracción. Yo llevo ya mucho tiempo trabajando en un proyecto de este tema. Yo no puedo hablar desde la parte científica, pero sí puedo hablar de lo que el humano hace o cómo interpreto el comportamiento humano que lleva a esta extinción de la que estamos teniendo una especie de narración o una crónica diaria, en donde estamos evadiendo el tema todos los días”.

Finalmente, dejó un último mensaje a los estudiantes de cine: “No se puede traicionar a la película. Hay que tener miedo pero que éste no los paralice, háganlo su aliado”, concluyó.